Xiang se había esforzado por encontrar la academia porque pensaba quedarse en Nueva York los dos meses que le restaban de su licencia, pero la propuesta de Sienna de emprender un viaje en auto y conocer un poco más los Estados Unidos, le había resultado muy atractiva.
—Dime, Sienna… Si alquilamos un auto y nos vamos a hacer ruta, como tú dices, ¿qué lugares podríamos conocer?
—Bueno jefe, eso habría que investigarlo. Pero no es nada que un buen mapa no nos pueda decir.
—Muy bien. Tú traza un itinerario, fíjate en lugares interesantes y me lo muestras. ¿Está bien?
—Muy bien, jefe —En dos meses podían recorrer muchísimos lugares. Sienna, contenta por la aventura que tenía por delante, se dedicó a trazar una ruta de los mejores lugares a los que se podía ir por carretera. Xiang, mientras tanto, dedicó parte de su tiempo a la academia de baile. Quería mantenerse en forma y practicar su actividad favorita. Una tarde, al salir de la academia, Sienna lo estaba esperando en la puerta.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó el chico, sorprendido de verla—. Te había dado el día libre...
—Sí, jefe, pero quería dar un paseo, y como hay un lugar que tú no conoces, vengo a invitarte a conocerlo.
—¿Y a dónde me vas a llevar?
—Espera y verás —La chica había planeado para él un tour por el museo de Historia natural de Nueva York.
Xiang se quedó de boca abierta ante el enorme e inabarcable lugar, lleno de salas dedicadas a distintos países y zonas geográficas, con muestras de animales, dinosaurios de todo tipo y en tamaño real, culturas antiguas y montones de sorpresas más.
El lugar era tan grande, que les llevó toda la tarde recorrerlo. Cuando por fin salieron, los dos estaban tan cansados que la idea de Sienna de llevarlo a recorrer también Times Square quedó para otra ocasión.
Encontraron un pequeño restaurante de comida tailandesa, y se dispusieron a cenar. Mientras comían y comentaban todas las cosas que habían visto en el museo, Sienna se rió al recordar la cara de pánico de Xiang cuando entraron de golpe a una sala repleta de insectos disecados.
—¡Es que entré y lo primero que vi fue una araña así...! —Xiang, molesto por las burlas de Sienna, separó las manos exagerando el tamaño de la araña que había visto, provocando más carcajadas en la chica.
—Un hombre grande... ¿cómo iba a suponer que le tenías miedo a unos pobres bichitos?
Xiang se molestó por las burlas de la chica, y por un rato no quiso hablarle. Cuando, un rato después, salieron del restaurante, aún seguía enojado. Sienna lo tomó del brazo, para intentar que se reconciliaran.
—¡Vamos, jefe…!, ¡No seas así! —le dijo, mientras movía su brazo y le hacía un puchero. Sienna, cuando quería, era un encanto, y a Xiang se le escapó una sonrisa.
—¡Así está mucho mejor, jefe! —exclamó la chica.
***
Un par de días después, alquilaron una camioneta grande y cómoda, y la cargaron con sus cosas para emprender el viaje. Guiados por los mapas de Sienna, salieron de Nueva York. La ruta los fue llevando por diferentes destinos.
El clima era perfecto, y manejaban un rato cada uno, con la música a todo volumen y cantando a los gritos las canciones que conocían. Visitaron ciudades y pueblos y se quedaron a pasar la noche en hoteles o posadas, según lo que encontraban a medida que avanzaban. Después de unos días habían atravesado tres estados, y llegaron a Ohio.
Iban camino a Cleveland, cuando comenzó a hacerse de noche. Se habían entretenido mirando una atracción turística, y aún les faltaba un rato para llegar a la ciudad en donde iban a pernoctar. Xiang se preocupó: las rutas, por la noche, no eran muy seguras.
—¿Y ahora qué hacemos, Sienna?
La chica se puso a buscar alguna ciudad que estuviera cerca, pero solo encontró un pueblo, al que podían llegar antes de que se hiciera de noche.
—Tendremos que quedarnos allí, Xiang. Déjame buscar alguna posada.
Cuando, un rato después, entraron al pueblo, ya era de noche. Era un lugar solitario y algo oscuro. Xiang recorrió unas calles manejando a baja velocidad, un poco nervioso, buscando una posada que Sienna había encontrado en Internet, y que tenía algunas reseñas favorables. Fue lo mejor que pudo encontrar. Cuando la encontraron, la posada, que ofrecía cabañas individuales, se veía poco iluminada y con la misma soledad que el resto del pueblo. Entraron a una construcción, al frente, que tenía un cartel que decía "Administración". Los recibió un hombre mayor y de aspecto agradable.
—Buenas noches, chicos. ¿Están buscando habitación para esta noche? —les dijo, con una sonrisa y un tono de complicidad que los avergonzó. Sienna le explicó con rapidez que iban camino a Cleveland y habían parado a descansar allí, pero la sonrisa del hombre no se borró.
—¡Comprendo...! Comprendo —respondió el hombre, que se puso a revisar su computadora al tiempo que les lanzaba, cada tanto, una mirada risueña.
El momento era demasiado incómodo, y Xiang miraba al piso y se apoyaba primero en un pie y luego en el otro, mientras Sienna le sostenía la mirada al hombre, bastante molesta pero tratando de disimular: no tenían otro lugar a donde ir.
—Bueno, chicos —dijo el hombre—, con cama matrimonial me queda solo una cabaña...
—¡No! —el grito de Sienna sorprendió a los dos hombres—. Camas individuales, por favor.
—Ah... Camas individuales… Sí… —la sonrisa del hombre no se borró—. Tengo la 47. Queda al fondo.
Xiang pagó, incómodo, y después salió en silencio con la chica, a buscar su cabaña. Cuando llegó al lugar, se dio cuenta de que las camas estaban en el mismo dormitorio. Iban a tener que dormir casi juntos.
—No me di cuenta, Sienna —dijo, para disculparse—. Iré a pedir otra cabaña para mí…
—No te preocupes, Xiang —le respondió la chica, mientras le hacía un gesto despreocupado—, igual es sólo por esta noche. Nos arreglaremos.
Sienna era diferente a cualquier chica que Xiang había conocido: no lo miraba como a un famoso, sino como a un amigo. Le gustó la sensación de confianza que podía tener con ella.
Después de bañarse, y a pesar de que estaban cansados, se dieron cuenta de que tenían hambre: habían pasado toda la tarde en la camioneta comiendo snacks.
—Podemos pedir hamburguesas por delivery… —sugirió Sienna, mientras sacaba su teléfono salvador: media hora después estaban comiendo sus hamburguesas. El lugar ya no les parecía tan terrible, y hasta le estaban tomando el gusto a la aventura.
Después de comer se fueron a sentar afuera, en un pequeño porche con un sillón, que había en la entrada. La noche era preciosa: la falta de luz hacía que las estrellas se vieran enormes.
Xiang miraba el firmamento, distraído, mientras Sienna lo observaba:
—¿Puedo hacerte una pregunta, Xiang?
—Si, claro —le respondió él.
—¿Quién es Marielle?
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Obsesión en francés
RomanceSi eres un chico joven, tener una aventura con una mujer mayor puede resultar una experiencia interesante. Salvo que la mujer se obsesione contigo. Historia de mi autoría. Prohibido traducir, adaptar o resubir.