El salto que dio Xiang en su sillón, le hizo ver a Sienna que había hecho una pregunta incómoda. El chico la miró, sorprendido:
—¿Y tú cómo sabes ese nombre?
—Mi hermana me contó que una tal Marielle fue a su hotel a buscarte, y que armó tremendo escándalo en el lobby.
—¿Le dijeron a qué hotel me había cambiado? —Sienna notó el nerviosismo del chico.
—No —le respondió, para tranquilizarlo—. Esos son datos confidenciales, y solo se dan por orden judicial.
Xiang respiró aliviado.
—Perdón… No debí haber hecho esa pregunta... —dijo Sienna.
—No importa.
Xiang se quedó en silencio. No podía contarle a Sienna los motivos por los cuales había ido a Estados Unidos tras Marielle, pero tampoco quería que ella pensara que la mujer era su pareja, o algo así:
—Hace poco más de un mes conocí a Marielle, en Francia. Me vine con ella a Nueva York, y allí tuvimos una pelea. Yo me fui al hotel donde trabaja tu hermana, y bueno, el resto de la historia ya la sabes… —Faltaban un montón de detalles, pero como explicación para Sienna, alcanzaba.
—O sea que tuviste una aventura con esa mujer… —soltó la chica.
—¡Sienna! —exclamó Xiang, escandalizado por su franqueza.
—¡Vamos, Xiang! No seas tan antiguo. Fuera del hecho de que, según lo que me dijo mi hermana, esa mujer podría ser tu madre, tener una aventura es de lo más normal…
—Pero… —El chico la miró con la boca abierta. Al ver su desconcierto, ella estalló en carcajadas:
—¡Y con esa cara! ¡Quién diría que atravesaste medio mundo persiguiendo a una veterana…!
Indignado primero, pero divertido después, Xiang la corrió por la habitación, mientras la chica huía gritando y riéndose. Ya se le estaba haciendo costumbre perseguirla cada vez que ella le salía con alguna de sus bromas, aunque nunca la podía alcanzar. Sienna era demasiado ágil y también se reía de él por ese detalle.
***
A pesar de una ligera incomodidad, cuando se tuvieron que meter en sus camas y a la vista del otro, Xiang y Sienna estaban cansados y se durmieron enseguida. Se despertaron bastante tarde.
Cuando salieron de la cabaña, con la idea de seguir viaje, se llevaron una sorpresa: el lugar, que a la noche había estado tan silencioso, en el día había cobrado vida. Los alrededores del hotel se veían hermosos, llenos de jardines con flores y pequeños lugares para sentarse, y hasta había una piscina, que ellos no habían notado al entrar.
El hotel no estaba muy lleno porque no era temporada alta, pero el encargado, que por suerte no era el mismo de la noche, les dijo que a menos de un kilómetro de allí había un río en donde se podía pescar y hacer deportes náuticos, y que también tenía una pequeña playa.
Hacía algo de calor, y Sienna comentó que había llevado un traje de baño. Decidieron cambiarse e ir a ver el río.
Se encontraron con un hermoso lugar, todo arbolado y verde, muy cuidado, con zonas para hacer las famosas barbacoas que tanto le gustaban a los estadounidenses. Pero les fascinó el río: manso y cristalino, con una pequeña franja de arena, en donde había algunas personas tomando sol.
Sienna se quitó las sandalias y corrió hacia el agua, para probarla con los pies. Estaba algo fría, pero se animó y comenzó a sacarse la ropa mientras le gritaba a Xiang que no fuera cobarde y se metiera.
La chica acostumbraba a usar ropa muy grande, pero Xiang ya la había visto con el vestido con el que había ido a bailar y sabía que tenía una buena figura. El bikini que llevaba era bastante pequeño.
—¿Qué? —le preguntó Sienna, al ver que el chico se había quedado sin saber qué hacer—. ¿Todavía no terminaste de mirar?
Al chico se le subieron los colores a la cara, y para disimular se sacó la ropa de apuro y se tiró al agua. Estaba helada. Así como entró, salió a los gritos:
—¡Ahhh, está fría! ¡Muy fría!
—Que cobarde... ¡Ven aquí! —Sienna lo tomó de la mano y lo obligó a meterse de nuevo, aunque ella gritaba y saltaba a cada paso que daba dentro del agua.
Ella también había observado a Xiang: nunca había dicho nada, pero el día en que lo había conocido, cuando él le abrió la puerta, con cara de sueño, la chica había quedado impresionada por lo lindo que era. Ahora estaba junto a ella, vestido solo con el pantalón de baño, y la chica no pudo menos que admirarlo.
—¿Y ahora tú qué miras? —le dijo Xiang, para vengarse. Pero no contó con el descaro de la chica:
—Te miró a tí, tonto. La verdad es que eres muy lindo. ¿Lo sabías…?
—¡Sienna! —Xiang ya no podía ni escandalizarse con la chica. Al final le tiró agua y ella le respondió, hasta que los dos se congelaron, y salieron tiritando.
Al sol, y sentados sobre unas toallas, lograron entrar en calor. Sienna tenía un frasco de protector solar y se puso un poco. Luego le pasó el frasco a Xiang:
—¿Me pones en la espalda?
—Si, claro —Xiang pensó que la chica estaba jugando con fuego, y que él no iba a aguantar mucho antes de hacer algún movimiento. Le pasó el protector por la espalda con lentitud. Pero la chica estaba tranquila, mirando el río y a las personas que pasaban.
—Ya terminé —dijo Xiang, un poco desilusionado. Pero ella lo iba a volver a sorprender:
—Gracias —le respondió—. Ahora te toca a tí.
La chica se levantó y se colocó detrás de Xiang, y antes de que él tuviera tiempo de reaccionar comenzó a ponerle protector a su espalda. El chico se estremeció ante el toque suave de las manos de Sienna, que después de terminar con su espalda, comenzó con sus hombros y sus brazos. Con la voz un poco ronca, la detuvo:
—Basta, Sienna… Puedo hacerlo solo…
—Oh... como quieras… —La chica se retiró y luego volvió a sentarse a su lado, sin mirarlo. Se dio cuenta de que había puesto incómodo a Xiang, que provenía de una cultura menos libera el que la suya.
Acostumbrado a su forma de ser, alegre y expresiva, el chico la observó: Sienna parecía triste.
—¿Qué te pasa? —le preguntó.
—Nada. ¿Volvemos al hotel? —le respondió la chica, que no quería mirarlo a la cara—. Ya deberíamos estar en camino a Cleveland.
—Sienna…
Ante la insistencia del chico, ella exclamó:
—¡Ya, Xiang…! Lo siento... ¡Es que yo soy así, impulsiva! No me dí cuenta de que podría ofenderte...
A Xiang, a pesar de que lo había sorprendido al principio, le encantaba su forma de ser, espontánea y alegre, y se acercó a ella para explicárselo, y tomó sus manos. Cuando la miró a la cara, Sienna parecía nerviosa, pero le sostuvo la mirada y se acercó más a él.
Sin hablarse, se abrazaron. Y también sin decir una palabra, se dieron un beso.
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Obsesión en francés
RomanceSi eres un chico joven, tener una aventura con una mujer mayor puede resultar una experiencia interesante. Salvo que la mujer se obsesione contigo. Historia de mi autoría. Prohibido traducir, adaptar o resubir.