Capítulo final

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El tiempo pasó, y la carrera de Sienna se afianzó en China, y también se hizo conocida en otros países asiáticos. Le ofrecieron varios contratos, y algunas agencias quisieron representarla. Pero Xiang estaba próximo a culminar también su contrato con la agencia, y quería abrir su propio estudio. Ella decidió hacer lo mismo. Prefería ser libre.

Cuando llegó la fecha del final de su vínculo, la empresa le ofreció a Xiang continuar con ellos, con beneficios mayores y montones de promesas. Pero él ya había tomado su decisión. Tenía a su lado a la gente que necesitaba, y que había ido reuniendo a través de los años, y con los consejos de su grupo de asesores se lanzó a la aventura de administrar él mismo su carrera.

Cuando entró por última vez a la agencia a despedirse de todos, hubo algunas lágrimas de sus compañeros, y muchos trainees más pequeños lo abrazaron para desearle suerte en su nueva vida. La sensación era agridulce: por un lado su deseo de libertad y por el otro un poco de melancolía, y también miedo a lo desconocido. Fue a saludar a los jerarcas de la empresa.

Xiang estaba agradecido. Habían sido ocho años intensos, muy agotadores, pero llenos de logros, que en parte le debía a ellos y en parte a sus propios esfuerzos. Se despidió de ellos en buenos términos, y salió del lugar para siempre.

                        ***

Sus comienzos no fueron tan fáciles: Xiang tuvo que aprender a administrar su vida solo, y a tomar algunas decisiones a las cuales no estaba acostumbrado. Cometió errores, pero aprendió de ellos. A cambio, obtuvo libertad de elegir.  Ahora podía mostrar sus habilidades como actor, a través de mejores producciones. Hizo algunas buenas películas, y su reputación como actor se afianzó, aunque a su gran pasión, el baile, siempre le dejó un poco de tiempo, practicando y haciendo presentaciones. Algún día, cuando no fuera tan famoso, podría poner una academia y enseñar a bailar. Le había gustado mucho el modelo de negocio que había visto en Estados Unidos, y a veces soñaba despierto, viéndose como un profesor y con muchos alumnos.

Tenía mucho trabajo, pero también libertad para tomarse vacaciones, tener algunos días libres si quería, y sobre todo, para disfrutar la vida con su amada. Recorrieron distintos países, conociendo juntos los más bellos y diferentes paisajes: visitaron desiertos, montañas, sitios desolados y ciudades turísticas. Fueron a la playa o a pasear en moto, y su relación se hizo aún más estrecha. 

                           ***

Xiang estaba distraído, sumergido en su mundo.

—Un centavo por tus pensamientos... —Sienna lo estaba observando desde hacía un rato, sin que él se diera cuenta.

—Lo siento, linda —le respondió el chico, al tiempo que se acercaba a ella para abrazarla—. Solo estaba recordando la academia que me ayudaste a buscar en Nueva York, ¿recuerdas? Estaba pensando en tener una igual aquí, en China, y enseñar danza.

—No es mala idea —le respondió Sienna, acurrucada contra él—, pero eso será cuando ya seas un señor grande...

—Si, claro. Cuando ya sea viejo para bailar...

—En unos veinte años, mas o menos...

—¡Tonta…! —Se rieron de la broma, pero Xiang se puso serio de nuevo—. ¿Y qué pasará con nosotros de aquí a veinte años? ¿Alguna vez lo pensaste?

Sienna nunca hacía planes a futuro, porque sabía que nunca se cumplían como uno se los imaginaba. Si alguien le hubiera dicho, un tiempo atrás, cuando estaba viviendo en Estados Unidos como una desconocida y tratando de olvidar China y sus malos recuerdos, que no solo iba a volver por la puerta grande, probando su inocencia y volviendo a ser una figura querida y famosa, sino que iba a conocer el amor en ese país, lo habría tildado de loco.

—Querido, en veinte años pueden pasar demasiadas cosas. Pero eso sí, creo que a mí me gustaría enseñar canto también. 

—¡Podemos poner una academia de artes escénicas! Enseñar todo, canto, baile, actuación... —La imaginación de Xiang se desbocó haciendo planes—. Y también podríamos casarnos, tener hijos...

—¿Eh? ¿hijos? —Sienna se espantó—. ¿No te parece que te estás adelantando mucho en el tiempo?

—Bueno, no tanto… ¿Por qué?, ¿no te gustan los niños?

—No lo sé, jamás pensé en eso. Por ahora tengo a Patrick, que es un hijo muy demandante.

Xiang se rió porque lo que había dicho Sienna era verdad: ese gato era celoso y exigente, y siempre intentabq meterse entre los dos cuando dormían, o buscaba el regazo de su pareja para descansar, mientras lo miraba como si fuera una especie de intruso. 

—Ese Patrick... —protestó—, creo que necesita un hermano.

—Estaba pensando en eso… —dijo Sienna—. ¿Podríamos tener otro gato, Xiang?

El chico la miró y esbozó una sonrisa:

—Claro, lo que tu quieras, amor…

                          ***

Pronto llegó la hermana de Patrick, una pequeña bola de pelos de color negro y con unos brillantes ojos amarillos, que parecía asustada y escurridiza al principio, pero que después, movida por la curiosidad, se fue adueñando del apartamento y de las vidas de los  habitantes del lugar: emboscaba a su digno hermano y lo hacía saltar de la sorpresa, o se acomodaba en el regazo de Xiang, mientras observaba con cara de pocos amigos a Sienna y a Patrick.

—Sasha es todo un personaje, te quiere más a tí que a mí —Sienna la observó dormir sobre Xiang, un poco contrariada.

—Es que no se acerca a ti porque ese gato gordo ocupa mucho espacio... —El chico se rió mientras miraba al pesado animal, que dormía en brazos de su dueña, ajeno a todo—. Pero Sasha te quiere...

—No sé... a veces pienso que solo sé criar gatos... —reveló Sienna—. Los niños no son lo mismo. ¿Piensas que seré una buena madre?

—¿Por qué hablas de eso ahora? —le pregunto Xiang—. Hace unos días...

—¡Si, ya sé…¡ —exclamó la chica, de pronto—. Hace unos días no te supe contestar cuando me preguntaste si me gustaban los niños. Pero la verdad es que nunca se me había ocurrido pensar en eso...

Xiang la observó: Sienna parecía dudar, y él no quería que pensara que la estaba presionando:

—Bueno, si no te gustan los niños, no importa... No los tendremos —El chico, al que sí le gustaban mucho los niños, trató de ocultar su desilusión con una sonrisa.

—No, no es eso, amor —respondió Sienna—. Sí me gustan. No he tenido demasiados en mi familia como para tener experiencia, pero me gustaría formar una familia contigo algún día…

Xiang se sintió feliz ante la respuesta de su pareja: pensó que sería lindo tener algunos niños correteando por la casa junto con los gatos.

—Me asustaste... —le dijo—, pensé que no querías...

—¡Tonto! ¿como no voy a querer? Aparte tú me ayudarás, ¿no?

—¡Claro que te ayudaré! —le respondió el chico, sonriente.

—Muy bien, no se diga más… —afirmó la chica—. Tú cambias los pañales.

—¡Eso no! —gritó Xiang, y comenzó a perseguirla por la habitación, mientras Sienna se reía y esquivaba al chico que quería arreglar cuentas sobre responsabilidades paternales allí mismo, mientras los dos gatos, que habían sido abandonados en el sillón, los observaron para luego volver a acomodarse juntos y tratar de dormir, resignados a soportar el escándalo que armaban sus dueños.

Obsesión en francés Donde viven las historias. Descúbrelo ahora