Xiang no sabía por qué se había bajado del taxi en el apartamento de Sienna. Ella solo dio su dirección, y cuando llegaron lo tomó de la mano y lo hizo salir del auto con ella. El lugar estaba lejos del centro de la ciudad y se veía oscuro y desolado. Al verlo, Xiang recordó algunas películas norteamericanas ambientadas en los barrios bajos de Nueva York, llenos de pandillas de delincuentes.
—Pero...¿cómo llegaré al hotel? —le preguntó. No tenía idea de dónde estaba.
—Duerme aquí, Xiang. Mañana te llevo… —le respondió la chica, arrastrando las palabras.
—Pero… Sienna ..
—¡Shhhhhh! —la chica lo quería hacer callar mientras ella hacía bastante ruido. Lo guío hasta un edificio bastante antiguo y comenzó a subir, tambaleándose, por unas viejas escaleras.
—¡Espera, Sienna…! —Xiang no sabía qué pensar ante la actitud de la chica.
—¡Entra de una vez, antes de que mis vecinos se quejen…!
Cuando Xiang atravesó la puerta, casi pisó a un gato gordo y peludo que estaba echado sobre una pequeña alfombra de la entrada, que probablemente sirviera para limpiarse los pies. El animal se quejó un poco, pero no se movió.
—¿Tienes hambre, Patrick? —le preguntó Sienna al enorme animal, que no tenía para nada aspecto de hambriento—. ¡Ya te doy tu comida!
El gato recién se movió cuando sintió la ración verterse en su plato. Xiang se rió: ese gato gordo era un malcriado.
—¿Quieres tomar algo, Xiang? —le preguntó la chica.
—Agua, si tienes —había tomado demasiado alcohol, y el vaso de agua bien fría que le trajo Sienna le cayó muy bien a su estómago.
Ella lo invitó a sentarse en el único sillón de la sala, que era un mueble de dudoso aspecto, cubierto por una manta de lana de todos colores, tejida a crochet, puesta seguramente para tapar los agujeros del tapizado. Xiang se sentó con cuidado, pensando en que ese mueble se iba a romper en cualquier momento y él iba a terminar en el suelo. El gato gordo se subió también al sillón y lo observó. «Tal vez ésta es su cama», pensó el chico, «me está mirando como si fuera una especie de intruso». Sienna apareció desde otra habitación, con una almohada, sábanas y una manta:
—Puedes dormir aquí, en el sillón.
—¿Con el gato? —preguntó el chico. Ese animal, extendido, ocupaba la mitad del espacio.
—No. Patrick duerme conmigo —Sienna hizo un poco de fuerza para levantar al animal, y antes de entrar a su dormitorio, le señaló una puerta—. Ese es el baño. Que descanses, nos vemos más tarde —bostezando, y con el gato en brazos, la chica se fue a dormir.
Xiang acomodó su extraña cama y se acostó. Por una pequeña ventana, la única que había en la sala, el chico pudo observar el pequeño apartamento: en una sola habitación estaba, a un costado la cocina, una pequeña mesa con cuatro sillas, y en un rincón el sillón en el que él estaba. El conjunto era bastante sencillo, aunque se veía limpio y prolijo. Xiang estaba tan cansado, que se durmió bastante rápido a pesar de lo incómodo y endeble que era ese sillón.
Despertó cuando sintió el peso del enorme gato que se le había acostado encima: ya era cerca del mediodía, Sienna se había levantado y el animal se había cambiado de cama.
—Buenos días, Patrick —lo saludó, divertido por la actitud del gato, que lo miró con indiferencia. Sienna le alcanzó una taza de café:
—Buenos días, dormilón. Si quieres bañarte hay toallas limpias en el baño…
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Obsesión en francés
RomanceSi eres un chico joven, tener una aventura con una mujer mayor puede resultar una experiencia interesante. Salvo que la mujer se obsesione contigo. Historia de mi autoría. Prohibido traducir, adaptar o resubir.