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«Céntrate en las cosas buenas, incluso aunque sean simples. Luego entiérralas profundamente de forma que solo tú sepas dónde están».

Sombra, el barón de la espoleta.


Pov. Peeta


Lo había jodido todo.

«Tú me puedes enseñar a reaccionar adecuadamente cuando me toca una mujer».

¡Por el amor de Dios! No era de extrañar que me hubiera dicho que me fuera. Seguro que le había parecido que era una especie de psicópata. Fui al aparcamiento, hacia la pickup, pero me detuve un momento en el camino.

«¿En qué demonios estaba pensando?»

No solo lo había jodido todo, además había parecido totalmente patético. La había insultado.

«Crystal. ¿Cuál será su nombre real?».

Me preguntaba quién era, porque se me había acelerado el corazón en el pecho cuando se subió al escenario, como si estuviera tratando de llamar mi atención con aquella mirada distante y vacía en sus hermosos ojos.

«Como si fuera de piedra».

Y, sin embargo, había bailado con fluidez, con gracia. Me había dejado fascinado. Yo solo había ido allí para buscar a una mujer dispuesta a aceptar un pequeño trabajo, mucho más liviano —por así decirlo— que lo que se solía conseguir en las salas privadas de un lugar como "La perla de platino". Pero ella me había intrigado; había llamado mi atención y no había podido pensar en otra. Algo en ella... me atraía. Algo que no tenía nada que ver con su escasa vestimenta o su abierta sexualidad. Algo que ni siquiera tenía que ver con lo que me había llevado allí. Solté una risita carente de humor que acabó convirtiéndose en un gemido mientras me pasaba las manos por el pelo.

Sería una tontería negar que me sentía atraído por ella, pero ni siquiera yo, con mi falta de experiencia, era tan estúpido como para pensar que mantener una relación con una stripper era una buena idea.

Si lo pensaba bien, había sido una mala idea desde el principio. Lo supe en el momento en el que había expresado mis razones para estar allí con ella, y observé que la expresión de su rostro cambiaba de interés a sorpresa y... dolor. Sí, supe que la había herido, y luego sus rasgos se volvieron duros otra vez. Si los ojos son las ventanas del alma, había presenciado cómo se cerraban a él con un solo parpadeo.

«¿Cuánto tiempo había tardado ella en dominar eso?».

Yo le había dicho que no tendría que quitarse la ropa, como si ella tuviera que mostrarse agradecida por la oportunidad que le brindaba de no denigrarse. Y, sin embargo, ¿no era esa la finalidad de mi plan? ¿Usarla? No había pensado demasiado en esa mujer sin nombre una vez que se me ocurrió la idea, solo en mí. ¡Dios!, me había comportado como un idiota. Era una idea terrible. Agravada todavía más por el hecho de que ella me había reconocido, que había recordado mi historia, que conocía mi nombre completo.

No había previsto eso. La mayoría de la gente que no me había visto regularmente en los doce últimos años no me reconocía. Me había mantenido alejado de los focos de atención, sin conceder ninguna entrevista. Había crecido. No me había preocupado gran cosa por si los habitantes de una ciudad distante —y que no visitaba desde niño— sabían quien era yo. Pero ella sí me había conocido. Me pregunté si eso formaría parte de la razón por la que había rechazado mi solicitud.

Negué con la cabeza en un intento de escapar de mis pensamientos, y salí de la pickup, cerrando la puerta lo más silenciosamente que pude. Me quedé durante un momento bajo la pálida luz de la luna, inspirando lentamente mientras cerraba los ojos. La noche estaba llena de estrellas y yo, muerto de remordimientos, pero me tomé un momento para agradecer la frescura del aire nocturno, llenando mis pulmones, y la abierta extensión que me rodeaba.

Hope...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora