«Es bueno llorar. Es la forma que tiene el corazón de mostrar su dolor».
Gambito, el duque de los ladrones
Pov. Peeta
Kat me parecía más vulnerable que nunca, y no era capaz de hacer o decir nada que la tranquilizara.
Delly vino por casa para traerme el test que necesitaba que hiciera, y odié tener que dedicarle mi tiempo, a pesar de que había venido hasta Morlea solo por eso. Me preocupaba la forma en la que nos observaba Kat cuando estábamos juntos. Nos miraba con una especie de tristeza cómplice, casi una triste determinación, y no estaba seguro de lo que significaba, pero tenía claro de que no auguraba nada bueno. ¿Acaso pensaba que yo sentía algo por Delly? «Te amo —susurraba lo que me parecía cien veces al día—. Solo a ti». ¿Es que no lo veía en mis ojos?
¿No podía sentirlo en cada latido de mi corazón?
—¿Hola? —dijo Haymitch entrando en el estudio con una caja.
—Hola, Haymitch. —Hice girar el taburete con la espalda recta mientras movía los hombros.
—Aquí tienes el trozo de piedra que querías. —Señaló la caja que acababa de dejar sobre la mesa, junto a la puerta.
—Gracias.
Haymitch se acercó y miró la talla que estaba terminando. Le pasó una mano por un costado.
—Es preciosa. Las mariposas parecen reales.
Sonreí, encogiéndome de hombros.
—Espero que les guste.
—Va a encantarles. —Se interrumpió mientras se apoyaba en la mesa que tenía detrás—. ¿Qué tal está Katniss?
Fruncí el ceño.
—¿Te refieres a después de la fiesta?
—Sí, y en general.
Apreté los labios y luego suspiré.
—No lo sé, Haymitch... Parece a punto de venirse abajo. —Hice una mueca—. No sé muy bien cómo describirlo.
—La has cambiado, Peeta. Ahora lo está pasando mal intentando averiguar quién es. —Me estudió con lo que parecía preocupación—. Me da la impresión de que piensa que sin ti no es nadie. Te has convertido en su mundo.
Respiré hondo mientras sus palabras resonaban a mi alrededor. Me dolían, pero, sin embargo, me parecían ciertas. Una parte de mí quería ser todo su mundo, pero mi yo más razonable sabía que no era bueno para ella.
—¿Qué puedo hacer?
—Intenté animarla para que aprendiera a pelear. Se me ocurrió que eso podía conseguir que tuviera más confianza en sí misma. Pero no ha vuelto otra vez, a pesar de que se lo he pedido. Supongo que ha estado ocupada.
«Ocupada. Sí, conmigo». Sonreí a pesar de que me sentía triste. Recordé cuando Haymitch me había enseñado a pelear, cuando volví a casa. Yo tenía quince años y me había pasado horas en el garaje de su casa, bailando alrededor del saco, arremetiendo contra él en lugar de contra el mundo, en vez de contra mí mismo. Y me había ayudado. Pero solo había supuesto una parte pequeña de mi recuperación.
—¿Y qué más?
Negó con la cabeza.
—Ah, Peeta, te lo diría si lo supiera. Intenta... intenta recordar cómo estabas los años después de regresar a casa. —Se incorporó, sonriendo con suavidad antes de darse la vuelta y atravesar la puerta.

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Hope...
RomansHope Si, la esperanza es lo último que muere. Pero si ya está muerta ¿es posible que renzaca como el fénix?