CAPÍTULO II

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CAPÍTULO II

ERIC

Caracas, Distrito Capital.
Domingo 13 de marzo, 2005.

   Eric oía como sus padres de nuevo discutían, eran pasadas las ocho de la noche, mañana tenía que ir a la escuela, por lo que debía dormirse temprano para madrugar. Tapó sus oídos con las manos, para no seguir escuchándolos gritarse mutuamente e insultándose; para tener once años, Eric no era tonto. Sabía que sus padres ya no se querían, que por eso era que discutían casi todos los días... se acostó boca bajo en la cama, poniéndose la almohada sobre la cabeza.

   —Que pare... que pare... —musitó.

   Sonó vidrios rompiéndose, imaginó que sería algún vaso o plato, las voces de sus padres se alzaban más, podía jurar que con eso despertarían a todo el edificio. Se levantó al oír las voces cerca, quitó la colcha de su cama y se metió debajo de ella, arropándose hasta debajo de su barbilla.

   —... Vete, Eric. Deja al niño en paz —dijo su madre afuera del cuarto.

   —Es mi hijo, ingrata. Si quiero me lo llevo —manifestó su padre.

   —¿Y criarlo con tu zorra, pendejo? —requirió su madre.

   De nuevo Eric oyó las voces alejarse de su cuarto, pero esta vez disminuyendo, un golpe fuerte en la puerta principal lo sobresaltó, su corazón latía rápido. Minutos después, el taconeo de los pasos de su madre era lo único que se escuchaba en el apartamento, al presentirlo cerca, cerró los ojos con fuerza y se puso de medio lado; la puerta de su cuarto fue abierta, los zapatos de su madre la delataron. Eric sintió el peso del cuerpo de su madre a la cama hundirse bajo su peso, también por como se inclinaba para darle un beso en la frente y despegar mechones de su cabello negro de su frente.

   »—Te amo, mi principito —susurró su madre, sobándole el cabello—. Ahora podremos respirar, papá se ha ido y juro que no te faltará nada.

   La cama volvió a subir, y Eric quiso que su madre se hubiese quedado más tiempo a su lado. Cuando la puerta fue cerrada, abrió sus ojos y se volteó a ver hacia el techo, quedándose fijamente distinguiendo las calcomanías brillantes que él y su madre habían puesto hace años. Por un momento deseó estar en el lugar de las estrellas, solo brillando sin parar en la oscuridad, y observando todo.

   —¿Por qué no me siento triste de que te vayas, papá? —Se cuestionó, recordando los pocos buenos momentos que habían tenido juntos—. ¿Tan mal padre has sido que ni lloro porque te has ido?

   Podría ser muy pequeño de edad y todo, pero Eric hace un año atrás, había comprendido que su familia no era feliz y nunca lo sería mientras su padre siguiera con ellos, porque una familia rota, nunca volvería a ser una familia.

[...]

Sábado 27 de Agosto, 2005.

   Si una cosa era cierta para Eric, era que su vida había cambiado desde que el alcohólico de su padre se había ido, eran más felices. Pero no significaba que seguiría así, su madre había quedado desempleada meses después, además que el poco dinero que tenía, se había acabado por el divorcio y los pagos para el abogado. Sin incluir que no tenían cómo seguir pagando sus colegiaturas, las clases de natación que amaba, ni mucho menos algunos servicios del hogar.

   —¿Te falta mucho, amor? —preguntó su madre.

   —Ya casi termino, mamá —respondió Eric.

   Le faltaba poco para terminar sus maletas, porque otras de las cosas desafortunadas fue que, su madre había recibido una propuesta de trabajo, pero en otro estado, con buena paga y posición. Eric casi había pataleado al enterarse, pero como no contaba con su padre y era solo un niño que no sabía cuidarse, tenía que aceptar la decisión de su madre; le dolía dejar a sus mejores amigos, su escuela y las prácticas de natación. Con solo pensar que debía iniciar una vida desde cero, quería echarse a llorar. Pero debía ser un niño maduro, porque ahora era el hombre de la casa, quien debía proteger a su madre de cualquier ser y hacer los quehaceres que todo hombre hace en el hogar (no sabía qué era, pero lo descubriría).

   —Eric, el camión está esperando para la mudanza —le regañó su madre, Eric solo chasqueó la lengua—. Hablamos de eso, hijo, no vengas de nuevo a quejarte.

   Vio a su madre alejarse, agarró sus maletas y salió tras ella, esperaba que el viaje fuese corto y que su nueva vida, no fuese miserable. Porque no valdría la pena salir de una situación así para entrar en otra similar.

Hey! ¿Qué tal todo?
Espero que le estén agarrando cariño, que después viene lo mejor.

Claire V. Rose.

Daños Inolvidables 1: Sin Salida (Libro #0.5 Saga Daños)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora