CAPÍTULO XIII

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CAPÍTULO XIII

ESMERALDA

   Esmeralda estaba a unas cuadras de llegar a su casa, cuando José apareció de pronto, obstaculizándole el camino. Vestía la misma de ropa de anoche al igual que ella, y por la mirada que él le daba, podría intuir lo que se venía.

—¿Te divertiste anoche? ¿Te tiraste al hombre ese?

   La morena quiso abofetearlo, pero él detuvo el golpe, sosteniéndole la muñeca con fuerza. Esme prefirió aguantarse el dolor para no darle el placer a José de ver que la lastimaba.

   —Eso no es asunto tuyo, patético dolido. ¡Vete a la mierda con tus absurdos celos y déjame en paz! —gritó sin importarle que los vecinos la oyeran.

   José soltó su muñeca, haciendo muecas por las palabras que la morena le había dicho. Sin embargo, Esmeralda esperaba que le contestara, que tuviera el valor de aceptar su amor enfermizo.

   —Me la pagarás, Esme —sentenció José antes de caminar e irse.

    Por su parte, Esmeralda sólo prefirió apretar sus manos en puños con impotencia, y seguir su camino a casa, abriendo la puerta principal con cuidado y encontrándose con los ojos de su padre. La cara de Emilio le decía claramente a Esme que estaba más que furioso, las cejas estaban muy fruncidas, casi parecía que fuesen una sola, como una línea recta; colocó el periódico que leía en la mesita y la morena solo esperó sus reclamos.

   —¿Dónde dormiste, Esmeralda? —lanzó su primera pregunta.

   —Con Débora —mintió con naturalidad.

   —¿Por qué no te trajo? —preguntó inquieto Emilio, el rostro estaba enrojecido por su malhumor.

   Esme maldijo, por no pensar con tenacidad y poniendo un semblante serio, creíble y confiado, respondió:

   —No quería despertarla, papá —se excusó, acompañado de un encogimiento de hombros para su coartada.

   Notó como su padre le quería hacer otra pregunta, pero no se lo permitió, avanzó con pasos largos y se fue directo a su cuarto, cerró la puerta tras de sí, poniendo el pestillo; tiró su bolso de mano en la cama y su corazón se aceleró al escuchar el sonido de un mensaje de texto, buscó el celular en su bolso y lo desbloqueó con rapidez, vio el número desconocido y abrió el mensaje.

Número Desconocido.
No me gustó lo de anoche.
24 Sep. 11:30

   Leyó y releyó el mensaje, Esmeralda estaba desconcertada.

   «Es extraño, parecía que se divertía al igual que yo...», se dijo con el entrecejo fruncido y viendo de nuevo el mensaje de texto.

   Ignoró todo después de un rato y se metió a bañar, comenzó lavando su cabello negro largo y lacio, para luego enjabonarse el cuerpo completo y culminar. El sonido de una llamada entrante captó su atención, salió del baño envuelta en su toalla; vio que era de un número desconocido también, por lo que la descolgó con desconcierto.

   —«¿Aló?». —Esperó una respuesta.

   «Hola, nena», sonó ronco y Esme sonrió al reconocer su voz.

   —«¿Cómo amaneciste?» —dijo seductoramente, aprovechando en secar su cabello con otra toalla.

   «Adolorido...respondió con una carcajada Eric, y Esme entrecerró sus ojos por la declaración—. Pero con ganas de volver a salir nuevamente».

   —«¿Una propuesta?» —preguntó con diversión.

   «O más que eso... Te recojo a las nueve, mándame tu dirección...», pidió.

   —«Dale pues, estaré lista a esa hora —prometió Esmeralda—. ¿A dónde iremos? Quiero saber como vestirme para la ocasión».

   «Cierto... a cenar a un lugar sencillo, nena. No te preocupes, pero eso espero, que estes lista a tiempo», comunicó Eric y cortó la llamada.

   Como idiota, Esmeralda empezó a reírse, se vistió con velocidad y llamó a Débora, dos repiques después y su amiga contestó.

   «Naguará, marica, me despertaste», masculló con voz molesta.

   —«No me importa, chama —manifestó rodando los ojos Esme, Débora era muy dramática—, necesito que vengas».

   «¿Para qué?», refutó confundida Débora.

   —«Para contarte lo de anoche...» —respondió obvia.

   «¡Ah, verdad! —exclamó cayendo en cuenta—.Te fuiste y me dejaste sola», reclamó con fingido enojo.

   —«Lo sé, pero era por una causa mayor» —aseguró, seguida de una carcajada.

   «Me lo puedo imaginar...», contestó Débora y Esmeralda pudo imaginarla con una sonrisa pervertida.

   —«Ajá -afirmó—, ven antes de las nueve».

   «Okay», respondió y Esme colgó. Esperaba que de verdad viniera, no tenía ni idea que ponerse y quería impresionar más a Eric, y ojalá, que Débora no se diera de loca y primero fuese hacer sus cosas antes de venir, como visitar a sus exes, lo que siempre era una locura de historias que traía.

   Al cabo de un rato, se acordó del mensaje de texto que había recibido de Eric, no podía buscar una explicación a eso, era muy contradictorio a su conversación telefónica y al interés que le demostró. Abrió la mensajería y encontró el mensaje, seguía como número desconocido; la expresión de Esme cambió poco a poco al comparar el número con el recién guardado de Eric, y que no fueran los mismos. Un escalofrío le invadió el cuerpo entero y se quedó sumergida en sus pensamientos en busca de una respuesta bien concisa a eso.

Dun Dun
Pobre Esme :(

Claire V. Rose.

Daños Inolvidables 1: Sin Salida (Libro #0.5 Saga Daños)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora