CAPÍTULO XXIII

6 1 0
                                    

CAPÍTULO XXIII

ERIC

Martes 15 de Noviembre, 2016.

Gruñó en voz baja cuando su teléfono sonó, Eric se puso boca abajo y hundió su cabeza en la almohada, tenía mucho sueño y creía que era una falta de respeto que alguien lo estuviera llamando a estas horas. Cuando cesó el sonido, volvió a acomodarse para dormir, pero el teléfono volvía a sonar y no le quedó otra cosa que atender.

—«¿Aló?» —masculló.

«Marico, menos mal que agarras esa vaina* —reprendió su amigo, Eric con los ojos cerrados gruñó—. ¿Viste las noticias?».

—«No, marico... ¿qué pasó? Yo lo que estoy es durmiendo» —informó malhumorado Eric.

«Marico, un loco de mierda mató un gentío en la discoteca que abrieron hoy, cerca de la del papá de Francisco», le contó. Eric abrió los ojos al oír atentamente el relato, que supuestamente eran más de 50 personas las que estaban en la apertura del nuevo local, como era muy pequeño la capacidad no excedía de 60.

—«¿Es en serio, chamo? —Su amigo le confirmó una vez más, dejando a Eric impresionado de la atrocidad—. Verga*, ¿qué locura es esa?».

«No sé, chamo. Pero según no sobrevivió nadie, todos están muertos con alguna bala en el cuerpo, supuestamente usó una ametralladora M60 como en la televisión para poder matar a todas esas personas, por la música alta y esa vaina, nadie oyó nada —contó su amigo hábilmente—. Te llamé porque me acordé que a veces vas a disco con la novia tuya, menos mal que no fuiste».

Eric siguió conversando con su amigo un rato más, hasta recordar que Débora López siempre se la pasaba en esos sitios y que no perdía oportunidad en asistir en las aperturas. Se despidió de su amigo y le agradeció, para después llamar a Esmeralda, el teléfono lo mandó a buzón dos veces, hasta que la tercera vez tomó la llamada.

—«Amor, disculpa haberte despertado, pero me enteré que...» —lo interrumpieron.

«Soy el comandante Hidalgo, ¿quién habla? —bramaron. Eric inocente e intrigado se presentó, para oír de nuevo la voz hablarle—.Lo sentimos pero hemos encontrado el teléfono entre las cosas de las víctimas, si sería amable, es mejor que venga y reconozca el cadáver». Ante la declaración del comandante, Eric sintió como la manzana de Adán subía y bajaba por su garganta, como las lágrimas amenazaban por salir; al finalizar la llamada se vistió y salió.

[...]

Al bajarse del carro, Eric preguntó por el comandante que lo llamó para que lo dejaran pasar, la gente averiguadora estaba regada por la calle, mientras los policías los regañaba y empujaban para que se alejaran de la escena del crimen, vio los autos del CICPC* y la policía municipal. Distinguió al comandante que le habían descrito como Hidalgo, quien le hizo gesto con la cabeza para que lo siguiera y entraran al local. Había sangre fresca en el suelo, en la entrada, donde las primeras víctimas debieron ser los porteros, no había cuerpos, pero Eric supuso que lo habían ya movido; adentrándose más, casi quiso salir corriendo al percatarse de la hilera de cuerpos tapados con sábanas, no sabría decir cuánto había en sí, pero eran demasiados y casi no cabían en el poco espacio.

—Encontramos el teléfono en aquella cartera de mano —explicó el comandante, señalándole una mesa con bastantes cosas. Eric a lo lejos reconoció la pequeña cartera de Esmeralda, lo que le enfurecía era saber que había asistido cuando le había dicho que estaba enferma—. Hay tantos cuerpos, chamo... No sé si describes a quien buscas, que el forense está allá.

Otro hombre apareció, al parecer era el comisario, Eric describió a Esmeralda y a Débora, siendo consciente que si Esme había ido era acompañada por su amiga. El forense asintió y lo invitó a seguirlo, el oficial le entregó las pertenencias de Esmeralda y apuñando la cartera, Eric seguía al forense. Le mostró varios cuerpos, ninguno era de las muchachas, no sabía si aliviarse o qué, porque igual faltaban más por revisar, dos les fueron conocidos como amigos de Débora, por lo que sintió pena. Cuando destapaban la otra hilera, vio el de Débora, con una bala en la frente y los ojos abiertos, las lágrimas se le escaparon, era terrible verla de esa manera y no la alegre, loca e inmadura Débora López; el corazón le dolía, porque si había encontrado a Débora, lo obvio sería que encontraría a Esmeralda.

—Se llama Débora López, tenía dieciocho años —le comentó al forense que de inmediato la identificó con un trozo de papel y escribió en una agenda.

Pasaron a otra hilera, otra y otra, hasta que solo quedó una y fue revisada rápidamente. Eric estaba trastornado y angustiado, Esmeralda no aparecía en ninguna, el forense le dijo que podían volver a revisar, que tal vez pasó por alto una, pero Eric firmemente le dijo que no estaba allí. Le enseñó la cédula que contenía la cartera y el forense le creyó, el comandante Hidalgo apareció y empezó a hacerle preguntas que Eric respondió sin más, porque no comprendía que pasaba. Le pidieron que se quedara afuera unas horas, y que intentara comunicarse con ella, con algún familiar o amigo, tal vez hubiera escapado. Eric deseaba eso, no quería que ella estuviera muerta, agarró el teléfono de ella y lo desbloqueó, revisó las llamadas, las últimas eran de un tal Luis, y de él mismo; no quería meterse en su intimidad y revisar sus mensajes pero la situación lo ameritaba.

Lo desequilibraron varios mensajes raros que estaban guardados, todos sin identificación, se notaban que la acosaban desde que lo conoció a él y al instante lo supo, parecía no creíble pero uno de los números lo delató. Miró a su alrededor y guardó el teléfono de Esmeralda en su bolsillo del jean, caminó a su carro y fue directo a buscarlo.


*Vaina: Se refiere a una cosa.

*Verga: Expresión de asombro como también para referirse a una cosa.

*CICPC: Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas.



—Claire V. Rose.

Daños Inolvidables 1: Sin Salida (Libro #0.5 Saga Daños)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora