CAPÍTULO XXVI

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CAPÍTULO XXVI

ESMERALDA

El corazón le latía literalmente en la garganta a Esmeralda, los ojos Marrones oscuros de la chama le miraban horrorizados. Detrás de ella vislumbró los orificios que había dejado las balas en la columna consiguiente de donde la chama se encontraba. El psicópata estaba de pie, con el revólver en mano, se veía furioso y le apuntaba ahora a ella.

—Levántate —le ordenó con rudeza.

Esme le obedeció, se incorporó lentamente, pero él le dio una patada en una de sus piernas y le hizo perder el equilibrio, con suerte logró meter sus manos para no golpearse el rostro contra el suelo rústico y sucio.

Escuchó una risotada proveniente de él.

»—Levántate —volvió a ordenarle.

Con aversión, la morena le volvió a obedecer e hizo lo mismo, solo que esta vez la tomó desprevenida y su cara golpeó contra el suelo. El psicópata rió con fuerza y sin gracia, Esmeralda intentó levantarse sin que se lo hubiera ordenado pero su pie en su espalda se lo impidió.

»—No te lo ordené —comunicó con firmeza—, no me gusta que me desobedezcan...

Y acto seguido de escuchar sus palabras, comenzó a patearle con fuerza; primero sus costillas y costados, para proseguir con su cabeza. Todo parecía como si había pasado horas para Esmeralda, pero estaba segura que solo apenas habían pasado minutos haciéndole eso. Su cuerpo estaba adormecido y pesado, no podía con tanto dolor físico como psicológico, las lágrimas bañaban su rostro; dejó de patearle, un pequeño alivio le consoló a duras penas, la chama lloraba en silencio ante semejante escena drástica e inhumana. La jaló por el cabello y la levantó, el revólver estaba en su espalda baja, amenazándole y recordándole al mismo tiempo que, no hiciera nada estúpido de nuevo. La guió hasta la vieja puerta oxidada, sus piernas temblaban más de lo normal, estaba agotada y destrozada, sintió sangre en su rostro, suponía que era por la caída y por el golpe en la nariz.

Una cama era lo que le esperaba en la pequeña aterradora habitación a Esmeralda, él la lanzó hasta ella; por lo menos el colchón le golpeó con moderación. Se subió encima de ella, sostuvo sus manos por encima de su cabeza, Esme no quería luchar, no se sentía con las ganas ni las fuerzas de hacerlo.

»—Nos divertiremos —dijo sonriendo el psicópata.

Comenzó a besarla, la morena cerró sus ojos, dejó que las lágrimas lucharan por ella, pero no era suficiente eso; de igual manera su cuerpo no lo resistía y al instante perdió la conciencia.

[...]

Su cabeza dolía...

Su cuerpo dolía...

Abrió sus ojos y se encontró atada en la columna, nuevamente.

—Se fue —masculló una voz suave.

Esme giró su cabeza para mirar a la chama, sus ojos estaban hinchados y rojos, además de tener residuos de maquillaje por toda su cara. No quería imaginar como se encontraba ella misma.

—¿Adónde?—Negó con su cabeza.

—Solo sé que se fue —respondió encogiéndose de hombros.

Unos pasos firmes las hicieron callar, eran fuertes y pesados para ser el psicópata. Cada vez se acercaba, a ellas.

—¡Esmeralda! —escuchó su nombre.

El corazón se le aceleró, lo visualizó al final del lugar, sus miradas se conectaron y Eric corrió apresuradamente a buscarla. Le dio un profundo beso en los labios, tomó su rostro con ambas manos y posó sus ojos cafés en ella fijamente.

»—Te sacaré de aquí —prometió y Esme asintió esperanzada.

Sobó sus muñecas con suavidad, observó como Eric desataba a la chama y la ayudó a levantarse.

—¿Cómo diste conmigo? —Eric volteó a mirarla.

—Me enteré de tus mensajes y di con la persona —contestó mientras la chama pasaba su brazo por encima de sus hombros para sostenerse.

—¿Cómo hiciste eso? —inquirió arrugando su entrecejo curiosa.

—Vi las noticias, te llamé y un policía me explicó las cosas... —Se acercó con la chama, que a duras penas caminaba—.Vi los mensajes de los cuales jamás me dijiste e investigué por mi cuenta. —Con su cabeza le indicó que se apoyara en él.

—No pensé que fuera algo de qué preocuparse —expresó con media sonrisa, pasando su brazo por encima de su hombro desocupado y aceptando su gesto amable.

—Ahora te das cuenta que sí lo era —replicó con voz amarga Eric.

Esme no contestó, sabía que todo esto era por su culpa, no debió callar nuca esos mensajes para sí misma. Debió tomar todo eso como algo malo, aunque hizo eso un poco tarde, tal vez Débora jamás le dijo a Carlos sobre esto. Eric los guió por un pasillo hasta una puerta, ejerció fuerza para abrirla y mostrarles otro pasillo.

»—Estamos en el último piso del edificio, no hay ascensores —les explicó jadeante—, solo escaleras, por lo menos hay dos en cada extremo del lugar.

—Lo que nos da más posibilidades de huir —completó Esmeralda.

Eric la observó de reojo y asintió, con los ojos entrecerrados y concordando con ella. Siguieron caminando lo más rápido posible, con ayuda de la linterna de Eric, Esme sabía que Eric quería ir más deprisa, pero la chama y ella se lo dificultaban.

—¿Qué haces? —cuestionó Eric al verla alejarse de él y apoyarse en la pared.

—Tratar de ayudarnos —respondió sincera, encogiéndose de hombros.

—No creo que sea buena idea —contradijo.

—Sí lo es —le aseguró—, no creo que llevándonos a las dos... —Miró a la chama para volver a mirarlo a él—. Podremos salir con vida.

No discutió Eric, se encargó de ayudar a la chama que no es que estaba muy lastimada, o sea, físicamente que no pudiera caminar, pero si psicológicamente y no los ayudaría en nada dejarla caminar sin ayuda. Esme estaba también casi igual, claro que a diferencia de la chama, el psicópata le había dado una paliza, pero debía ser fuerte para salir de allí y olvidar todo. Esta vez avanzaron más deprisa, hizo lo posible en seguir su ritmo e ir a la par; aún le dolía su cuerpo y su parte intima, que le hacía más imposible caminar bien. Aprovechó en recordar algo, pero su mente solo se centraba al entrar en aquella habitación y nada más.

—Cerraron está puerta —masculló Eric alarmado.

—¿Q-Qué? —titubeó asustada en respuesta la morena.

Eric obligó a la chama apoyarse en la pared para él intentar derribar la puerta que era la única salvación de todos. La morena se acercó y lo intentó ayudar, era consciente que no tenía fuerzas, pero hacía su mayor esfuerzo, su mayor intento; unos segundos después lo lograron. Pasaron a la chama primeramente al otro lado de la puerta, por lo menos había caminado sin ayuda; con gesto Eric le invitó a pasar, Esme le sonrió levemente y pasó a través de la puerta, se giró a esperarlo.

Él intentó devolverle la sonrisa, pero una expresión de dolor se lo impidió, sus ojos cafés se ampliaron; una de sus manos fue a un costado de su pecho y cayó lentamente al suelo. Al final del pasillo, Esmeralda lo vio,su expresión sombría le transmitió más terror, llevaba su revólver en mano, se lo mostró con un ademán para luego sonreír con desfachatez.


Que triste forma de morir...


—Claire V. Rose.

Daños Inolvidables 1: Sin Salida (Libro #0.5 Saga Daños)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora