CAPÍTULO XXVII
ESMERALDA
La tomaron por la cintura a Esmeralda y la alejaron de Eric... inició a sacudirse para liberarse, pero no lo consiguió de inmediato. Vio como el psicópata corría hasta ella, ahí la chama la soltó y se topó con su mirada asustada, mordiéndose el labio inferior con indecisión. La empujó levemente para que se apartara de la puerta, con esfuerzo la cerró y le pidió ayuda con su mirada desesperada para impedir que su secuestrador desquiciado intentara abrirla. La morena se abalanzó hacia la puerta, él ya estaba del otro lado empujándola, la chama la dejó sola para buscar algo con que trancarla y que el psicópata no pudiera con ella.
—¡Déjenme pasar, perras! —gritó el psicópata.
—No —dijo con el nudo en la garganta Esmeralda.
Sintió las lágrimas rodar por sus mejillas y los sollozos querer salirse... «Eric ha muerto, Esmeralda. ¡Y por tu culpa!», le recordó con dureza su propia mente.
La chama apareció con un trozo de metal, tenía las manos sucias de sarro y óxido, Esme se hizo a un lado sin dejar de empujarla puerta, para que lo colocara, se alejó y comprobó que no podría abrirla el psicópata. Como también que se había dado cuenta que tenía aún la otra escalera para él. Tomando de la mano a la chama, Esmeralda la obligó mirarla a los ojos y con un asentimiento corrieron escalera abajo.
[...]
Solo pudieron correr dos pisos abajo, sus energías no las ayudaron; no habían comido ni bebido nada desde hace muchas horas atrás, ni sabían cuántas horas o tiempo llevaban encerrada en ese catastrófico lugar. Se mantenían escondida detrás de unas cajas metálicas, en una habitación que se encontraba en un pasillo en medio de las dos escaleras, para tener la posibilidad de huir a cualquiera de las dos; como también intentar escucharlos pasos de él y estar atentas.
—Lo siento —le susurró la chama que mantenía su cabeza cabizbaja entre sus rodillas flexionadas hacia adelante.
—¿Por qué? —inquirió en respuesta, mientras levantaba su cabeza y le examinaba con los cabellos pegados a los ojos.
Su cabello castaño estaba en mejor condiciones que el de Esmeralda misma, que tenía suciedad y sangre seca.
—Por arrastrarte a esto. —Le mostró media sonrisa.
—Estoy viva gracias a ti. —Esmeralda mordió su labio y negó con la cabeza.
—Estás en esta situación gracias a mí —le corrigió con voz amarga.
—No es tu culpa Es...—Se quedó pensativa la chama.
—Esmeralda —completó su frase la morena, desviando la mirada—.Y sí lo es, jamás debí hacerle el favor a...—Cerró sus ojos con fuerza, no quería decir su nombre porque dolía.
La imagen de ella en el suelo con un disparo en la frente y los ojos abiertos con sorpresa, estremecían a Esmeralda.
—Débora —comprendió y se arrastró para llegar a la morena, le dio un apretón en el hombro—, pero en el fondo sabes que si no lo hubieras hecho ella note lo perdonaría.
—Pero seguiría con vida, por lo menos —dijo bruscamente y se puso de pie—, y eso sería más que suficiente para mí.
—Te entiendo, pero no sabías de ese psicópata-perverso y lo que era capaz de hacer —le recordó.
—Lo sé, pero de igual manera no me hace menos culpable —se reprochó.
—Me llamo Lesbia, por cierto. —Cambió de tema la chama y Esme sonrió jovial por su presentación.
—No digo que estoy encantada de conocerte por que la situación no es la adecuada —murmuró y Lesbia se echó a reír, por lo que se unió a su risa.
—Tampoco yo lo creo. —Entrecerró sus ojos marrones oscuros y suspiró—.Pero al menos me siento segura contigo.
La responsabilidad se apoderó de Esmeralda ante su declaración, «debo cuidarla, por Débora», pensó enseguida.
—Te sacaré de aquí —le prometió, aún sabiendo que podía ser imposible—, así como te traje, te sacaré.
«Espero poder hacerlo, al igual que creerlo», se alentó sutilmente.
Después de un rato o minutos, vigiló por la pequeña ventanilla de la habitación, él no había aparecido desde que se habían refugiado allí. Suponían que estaba merodeando en los otros pisos, cosa que las colocaba más nerviosas de lo normal; necesitaban verlo pasar por ahí o tan siquiera tener la certeza que se encontraba allá arriba y así, podían escapar con más seguridad.
—Lamento lo de tu novio. —Esmeralda se tensó al escuchar eso.
—Está bien, gracias. —Tragó con dificultad y sobó sus brazos con pesadumbre.
—Sé que no estuve bien alejarte y dejarlo a él allí, pero... —No dejó que terminara de hablar.
—Lo entiendo, no te preocupes. —Se giró a ver a Lesbia y le dedicó una sonrisa franca.
—En serio, lo lamento. —Se levantó y la apartó de la ventanilla para vigilar ella, para compartir responsabilidad.
Esme se sentó un rato en el polvoriento suelo, se contempló un poco por primera vez y notó como su vestido estaba hecho un desastre: roto, sucio tanto de tierra como de su propia sangre. No traía sus tacones, algo que no se había percatado y estaba claro, que con ellos no hubiera podido correr como es debido.
—¿Sabes lo que sucedió en la discoteca? —Lesbia se volteó a mirarla y frunció su entrecejo—. ¿Podrías decirme que sucedió luego que él me noqueara en la disco?
—También me golpeó y quedé inconsciente. —Hizo una mueca como al recordarlo—. ¿Por qué la pregunta?
—Solo es por curiosidad —murmuró y Lesbia volvió a girarse a vigilar.
—¿Tienes hermanos? —preguntó sin voltearse.
—Sí —afirmó sin dar explicaciones de Ernesto—. ¿Y tú?
—Tengo dos varones, uno de cinco años y el otro de tres años —respondió y se giró dándole una sonrisa—.Comencé a estudiar esta carrera por ellos, porque quiero ser su ejemplo a seguir. Y también para que mi madre se sienta orgullosa de mí —le confesó.
—¿Y tú padre?
—Nos abandonó —contestó con un encogimiento de hombros.
—Mi madre también, pero porque murió de un infarto —decidió contarle algo intimo también.
—Por eso eres fuerte y confío en ti —acotó Lesbia y sonrió.
—Tú también lo eres. —Negó con su cabeza ante el cumplido.
—No, por algo no duraré mucho viva.
Esa convección entristeció a Esmeralda, porque si algo estaba segura ahora, era que como sea, ella tenía que sacar a Lesbia de allí, porque simplemente había sido un blanco fácil. Y tenía derecho a cumplirsus sueños, así como ella misma.
A un solo capítulo...
—Claire V. Rose.
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Daños Inolvidables 1: Sin Salida (Libro #0.5 Saga Daños)
Short StoryLa vida de Eric Montero cambia cuando su padre lo abandona y luego cuando su madre se vuelve a casar, ganándose un nuevo papá y un hermano, como si fuese poco. Aprende a trabajar duro y conseguir lo que quiere con esfuerzo, e incluso hasta el amor...