CAPÍTULO XI
ESMERALDA
Con un poco de lápiz labial rojo, Esme retocó su maquillaje, dieron dos toques en su puerta y luego la escuchó abrirse.
—¿Adónde iras? —interrogó su padre.
Se tardó en responderle, porque no le gustaba darle muchas explicaciones. Era mayor de edad, no tenía porqué explicarle a su padre cada paso que daba, como si fuese una carajita de liceo.
—A una fiesta, papá —respondió mirándolo a través del espejo.
—¿No crees que estás grande para eso? —replicó con ironía, Emilio.
Rodó sus ojos e ignoró su pregunta. Esmeralda estaba harta de eso, su padre siempre quería controlarla, no superaba que su madre había muerto hace algunos años atrás y que su hermano mayor se fue hace siete años para andar en la calle, porque no aceptaba todas las reglas que él les implementaba. La única que no había huido era ella, cosa que seguía reprochándose todo el tiempo, con veintidós años, estaba hasta la coronilla que la siguiera controlando, no le bastaba hacerla estudiar algo que no le gustaba para venir a controlar hasta sus salidas.
Algunas veces recordaba lo que Ernesto le había dicho así como la propuesta de José su ex, de huir hace años cuando tenía tiempo. La corneta del carro de Débora la salvó de la posible discusión que hubiera comenzado, se despidió con gestos de la mano de su padre y se marchó de la casa para montarse en el pequeño carro de su amiga.
—Hola, chama —saludó Débora—. Te ves seixy. —Le guiñó un ojo.
—Tú te ves como prostituta —dijo bromeando la morena.
—Gracias. —Sonrío encantada por el halago Débora.
Esmeralda le detalló más a profundo, le llevaba unos cuantos centímetros de altura a Débora, pero ésta siempre usaba tacones altos para no parecer enana; vestía un escotado vestido negro, ceñido al cuerpo y el cabello negro cayendo más abajo de los hombros en ondas.
—¿A qué discoteca vamos? —preguntó curiosa la morena después de unos minutos de recorrido.
—A una nueva —respondió emocionada su amiga—, está de moda y siempre van chamos bellos...
Alzó ambas cejas asombrada la morena ante el comentario, para compartir una mirada cómplice con su amiga y echarse a reír juntas. Pasaron unos cuantos minutos y habían llegado, afuera había muchos carros estacionados, además de gente haciendo cola para pasar al nuevo local. Débora arrastró a Esme hasta la puerta sin hacer la cola, le sonrió a un guardia y enseñó sus cédulas para luego entrar al local; el ambiente era un caos, había demasiada gente y se sentía ya el calor, como el olor a alcohol mezclándose con cigarrillos baratos, y marihuana. Hicieron lo posible hasta llegar a la barra y pedir unas bebidas, Débora se le perdió y Esmeralda se quedó sentada disfrutando del alcohol en su cuerpo.
—¿Quieres bailar? —le preguntaron.
Se giró y vio a un chamo como de unos veinti tantos años, más bajo que ella, delgado de cabello claro y ojos claros, se negó a bailar con él, con una vaga excusa para que luego él se marchara. De reojo, la morena captó la mirada de un chamo de barba, que rodeaba toda su boca; la observaba al otro extremo del local, se veía corpulento, era alto, además de maduro y de su edad. Le hizo un guiño y Esme sonrió con picardía.
—¿Me concedes un baile? —susurraron en su oído.
La piel se le erizó a la morena, se volteó y se encontró con otro chamo un poco más bajo que ella por sus tacones y delgado, con un porro en una de sus manos. Lo examinó de arriba hacia abajo y notó que tenía mal aspecto, un poco desgarbado, con una mirada intensa y sádica, lo que no toleró.
—No, gracias —le rechazó cortante y lo más maleducada posible—. Alguien me está esperando...
Le dio la espalda y siguió mirando al chamo de barba, como dándole la indirecta al carajo que se fuera; sin creérselo con unas señas con las manos, el moreno de barba la llamó para que fuera hacia él y así lo hizo, dejando atrás al chamo medio catire.
[...]
Sábado 24 de septiembre, 2016.
Su cabeza le iba a explotar, tenía una jaqueca infernal y su cuerpo estaba adolorido, Esmeralda sentía como si su cabeza estaba siendo taladrada. Al abrir sus ojos con pesadez, se dio cuenta que no estaba en su cama, mejor dicho, en su cuarto; se sentó en la gran cama y miró a su lado, el chamo de barba estaba profundamente dormido y no pudo evitar recordar lo de la noche anterior...
...
Llegó hasta él, le alzó ambas cejas desafiantes y ella solo sonrió, la tomó de su mano y la jaló hacia él hasta el centro de la pista de baile. Esmeralda percibió como él posó sus manos en su cintura, por lo que no le tocó otra opción que ella colocar las suyas en sus hombros y comenzar a bailar pegados, un merengue viejo sonaba. Sintió su aliento acariciar su oreja y respiró profundamente.
—Soy Eric —susurró y la morena sonrió al escuchar su voz grave y fuerte.
—Esmeralda —susurró de vuelta.
Eric, los hizo separarse, tomó su mano y la hizo girar para quedar a espaldas de él, le rodeó la cintura con sus brazos fuertes y volvió Esmeralda a sentir su aliento en su oreja.
—Gusto en conocernos, nena...
...
Como una tonta, Esme se quedó sonriendo mientras lo observaba dormir, tenía tiempo que no disfrutaba de su vida, que gozaba y disfrutaba de su juventud. Se levantó de la cama con sumo cuidado para no despertarlo, recogió su ropa del suelo y salió de la habitación para colocársela. Dejó una pequeña nota en el mesón de la cocina con su número telefónico y se animó a salir del apartamento.
Hola a todos.
Regresé después de un largo time jaja
Aquí les dejó a Débora /o/
Ya saben, son libres de imaginarse a los personajes a su manera.—Claire V. Rose.
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Daños Inolvidables 1: Sin Salida (Libro #0.5 Saga Daños)
NouvellesLa vida de Eric Montero cambia cuando su padre lo abandona y luego cuando su madre se vuelve a casar, ganándose un nuevo papá y un hermano, como si fuese poco. Aprende a trabajar duro y conseguir lo que quiere con esfuerzo, e incluso hasta el amor...