CAPÍTULO XX

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CAPÍTULO XX

ERIC

Sábado 12 de Noviembre, 2016.

Eric abrió un ojo al oír el teléfono de Esmeralda, ella tenía una expresión indescifrable, con la boca ligeramente abierta y curvada, como si lo que viera era demasiado. Al darse cuenta que tenía un ojo abierto y que le preguntaba que sucedía, le susurró que no era nada y que volvieran a dormir; sintió el calor de su cuerpo al rodearlo con sus brazos, así que Eric decidió dejar pasar eso y volver a los brazos de Morfeo.

[...]

Esmeralda se había ido sin despedirse de él, lo que le frustraba a veces a Eric, tenían casi dos meses de relación y aún ella no se adaptaba a despedirse de él. Pronto podría vender el apartamento y comprarse uno más amplio, esperaba que él y Esme cumplieran otro mes de estar juntos, para poder convivir. Recordó la pelea del día anterior, sus nudillos aún estaban rojos y ensangrentados, respiró hondo, porque al menor recuerdo, le producía un dolor en las entrañas y quería volver a golpearlo, con más ahínco. Oyó el timbre, arrastró sus pies para abrir la puerta, su madre estaba tiesa allí, con una mirada preocupada.

—Estoy feliz que estés bien, bebé —dijo al entrar y darle un beso en la mejilla.

Eric cerró la puerta tras ella y la siguió hasta la sala de estar, su madre solo inspeccionaba su hogar como siempre, pero a Eric le carcomía el motivo de su visita, su madre nunca lo visitaba, él siempre tenía que ir a su antigua casa para verla.

—¿Te ayudo en algo, mamá? —expresó sonando casual.

—Ponte una franela —le regañó, bufando Eric obedeció. Esperó que ella terminara de decidirse y que hablara—. Julio está preocupado por Javier...

Eric hizo una mueca a la mención del engendro del mal, se cruzó de brazos desinteresado, aguardando que su mamá agregara algo más, al no hacerlo, a regañadientes preguntó:

—¿Por qué?

—Llegó con el labio partido y un ojo morado, Eric —comunicó espantada, haciendo gesto con sus manos donde lo habían golpeado con atrocidad—. Dijo que un loco lo golpeó en esas discotecas a las que tú vas, cariño... pobrecito, él no está acostumbrado a esas cosas, pero unos amigos lo invitaron para después dejarlo solo en esos lugares.

Eric estaba desconcertado, a su madre argumentar que Javier tenía amigos y que habían sido malos con él; cuando la verdad era que ese carajito trastornado no tenía amistades, ni novia tenía, la única había sido aquella chama, que él mismo tuvo la osadía de meterse con ella, pero jamás la volvió a ver.

—Debió hacer algo malo, mamá —opinó desinteresado.

—¿Cómo dices eso, Eric? Javier es un niño todavía...

—¡Por Dios, mamá! ¿No ves que ese carajito es anormal? —manifestó Eric, dando manotazos impulsivamente en el aire—. Los únicos que no lo ven son ustedes, que están ciegos. Javier puede estar quemando la casa en sus narices y ustedes solo se ríen de lo que dice.

—No puedes hablar en serio, Eric. La condición de Javier es así porque su madre murió al darlo a luz y Julio siempre ha estado enfocado en trabajar, de darle todo sin expresarle mucho cariño —explicó Norkis hacia su hijo, notando como este apuñaba sus manos y veía los nudillos rojos—. ¿Fuiste tú, Eric Montero?

El semblante de Eric se endureció al ver como su madre lo observaba, como si fuese un monstruo, rió sin gracia ante eso, pareciendo irónico que a él si podía considerarlo así, pero al mocoso trastornado no, que a lo lejos se veía su mal comportamiento y su odio por la vida.

—Si no tienes más que decir, te puedes ir, mamá —dijo, caminado hacia su cuarto y sin despedirse—. Cierra la puerta bien antes de salir.

Eric cocinó un poco después de que su madre se fuera, se miró los nudillos lastimados, deseando tenerlos aún más jodidos, porque aún no se quitaba de la cabeza su pelea, las ganas de desfigurarle el rostro de niño bonito que tenía. Se golpeó el rostro con fuerza con la mano, acordándose de su padre, de cómo llegaba a altas horas de la noche, golpeado, sangrando y sin acordarse de nada; pero tenía a su favor, que él en cambio, se acordaba hasta de la hora que empezó todo, y con mucha claridad.

Su amigo Francisco lo llamaba, Eric no tenía nada de ganas de conversar con él, porque sabía que era para invitarlo a beber y ganas no le faltaba de hacerlo, pero tener alcohol en su cuerpo y mente, era la excusa perfecta para ir detrás del hijo de puta y romperle hasta los dedos de los pies.


Wow... Pobre Eric, sintiéndose ofendido por su madre. Ya falta poco parte que culmine esta parte.
Sigan leyendo...

—Claire V. Rose.

Daños Inolvidables 1: Sin Salida (Libro #0.5 Saga Daños)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora