CAPÍTULO XXIV

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CAPÍTULO XXIV

ESMERALDA

Esme sintió un cosquilleo en su rostro, abrió apresuradamente sus ojos, recordando con agitación lo que había pasado y vio esos ojos azules verdosos, que la miraban expectantes; tenía alrededor de un ojo entre morado y negro, y el labio inferior partido. Lamió su mejilla, la morena quería apartarlo, pero algo se lo impidió; sus manos estaban adormecidas, además de estar atadas detrás de su espalda, separadas por una columna. Quería gritar de pronto, pero tampoco podía, un trozo de adhesivo le cubría la boca. Vio como el psicópata se alejaba satisfecho y se incorporaba de pie a unos metros de ella.

—Me alegro que hayas despertado, Bella Durmiente. —Le hizo un guiño, como si compartieran algún secreto—. Bienvenida a tu castillo. —Alzó sus brazos encantado con su chiste.

Visualizó el lugar con ojo crítico la morena, nada se veía agradable. Parecía una especie de galpón abandonado, por las cajas tiradas por doquier, el olor de humedad y moho, por las cucarachas y las ratas negras, por las columnas que había y por la poca iluminación que carecía, por solo tener unos pocos bombillos; pero de igual manera no le daba una idea de dónde coño se encontraba.

»—Es encantador, ¿no? —Lo miró asqueada Esmeralda.

Él apuñó sus manos, le dio una leve sonrisa intimidante y se quedó mirando al otro lado del lugar, curiosa siguió su mirada; se petrificó al ver a la chama mirarla asustada. Ella estaba igual que Esmeralda, atada a una columna y con un adhesivo en su boca.

»—La dejé vivir por ti —dijo con dureza el psicópata.

Esme no pudo evitar ser egoísta y pensar: «¿Y en cambio no dejaste viva a Débora por ella?». Con su mirada le señaló el adhesivo, esperó que fuera inteligente y le entendiera. El psicópata asintió, caminó de nuevo hasta ella y con delicadeza se lo retiró, Esmeralda percibió un poco de ardor en sus labios y surco naso labial, pero ignoró eso y se centró en la persona que tenía al frente.

—¿Solo por rechazarte? —Lo sorprendió con la pregunta.

—Sí —afirmó con cinismo.

—¿Crees que te aceptaré luego de haber matado a todas esas personas inocentes? —«¿Y a Débora?», le hubiera gustado decirle Esmeralda pero se abstuvo—. Si piensas de esa manera, estás muy equivocado —concluyó desaprobatoriamente.

Los ojos de él se oscurecieron, notó como luchaba para controlar su respiración, la morena podía jurar que no esperaba esa respuesta de su parte.

—Entonces vamos a jugar. —Arrugó su entrecejo confundida Esmeralda—.Y empezaré con ella —avisó señalando sonriente a la chama.

Dio largos pasos hasta la chama, ella al verlo aproximarse comenzó a intentar desatarse con desesperación y Esmeralda se exaltó.

—¿Qué harás? —preguntó para distraerlo.

—Nada malo —respondió con una risa irónica y rasposa.

—¿Nada malo? —Repitió desentendida la morena—. ¿Qué es?

Se detuvo en el camino el psicópata, se giró a mirarla con reprobación.

—Un juego —respondió con simpleza y sin interés.

—¿Cómo se llama? —insistió con el tema.

—Ya lo sabrás, Esmeralda. Sólo ten paciencia —pidió medio divertido.

—Soy curiosa. —Le mostró una sonrisa irónica la morena.

—Es bueno saberlo. —Le devolvió la sonrisa.

Esme miró de reojo a la chama, seguía asustada. Él intentó girarse para retomar su objetivo, las ideas se le estaban acabando a la morena y no sabía cómo entretenerlo para que no le hiciera daño a la chama.

—¿Cómo sabes mi nombre? —soltó sin pensarlo.

A decir verdad, era una inquietud que le había estado carcomiendo a Esmeralda desde que le llamó por su nombre en la disco.

—Te estudié e investigué, Esmeralda. —Sonrió arrogante el psicópata—.Sé todo sobre ti...—susurró y la piel se le erizó a la morena.

—¿Porqué?

Ignoró su pregunta y siguió con su objetivo.

»—¿Porqué? —volvió a repetir, pero más fuerte Esmeralda.

Él volvió a ignorarla. Sacó un arma de fuego pequeña, que ahora que recordaba la morena no era la ametralladora que usó en la discoteca; le apuntó a la chama y quitó el adhesivo de su boca con violencia. La chama gritó, pero él le susurró algo en su oído y calló, para luego sollozar. Desató sus manos, se sitúo tras ella a esperar la reacción de esta, pero ella se levantó con torpeza, observó por unos segundos a Esme y su expresión claramente era para pedirle ayuda. La morena negó levemente, le aturdía estar imposibilitada y le dolió no poder hacer algo por la chama, era una pobre chama de diecisiete años que estuvo en el lugar y hora equivocada. Él puso su arma en la espalda de la chama, dándole a entender que, si daba un paso en falso, moría de inmediato; sin opciones. Los dos se encaminaban hasta la puerta oxidada, Esmeralda no me había percatado de ella; él la abrió, dejó pasar primero a la chama para luego hacerlo él, pero pasó y se quedó en el umbral examinándola.

—Luego nos divertiremos, Esmeralda —dijo más como un hecho.

—No lo creo —contradijo con voz firme.

—Verás que sí, Bella Durmiente. —Le hizo un guiño y la morena negó con su cabeza ante aquel hecho—. No digas cosas que luego te harán arrepentir —insinúo socarronamente.

—Ya lo veremos —desafió.

—Bien —contestó con suficiencia.

Se giró sobre sus talones y cerró la puerta tras de sí. Unos largos minutos solo pasaron y Esmeralda oyó de todo.



Aquí les dejo a la pequeña Lesbia...

Aquí les dejo a la pequeña Lesbia

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—Claire V. Rose.

Daños Inolvidables 1: Sin Salida (Libro #0.5 Saga Daños)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora