CAPÍTULO XXV
ERIC
Al apenas abrirle la puerta, Eric lo agarró del cuello y se hizo paso por la casa, estrellándolo contra la pared con rabia, aprovechándose de la diferencia de altura que tenían. Los ojos claros se cristalizaron por la falta de oxígeno, así como intentaba con todas sus fuerzas empujarlo para que lo dejara respirar, pero Eric sentía tanta cólera, que estaba cegado.
—¿Dónde está Esmeralda, imbécil? ¿Dónde está? —gritó furioso.
Él agrandó más los ojos y le daba manotazos para que lo soltara, por lo que poco a poco Eric lo hizo, con la intención que le dijera lo que necesitaba o lo iba a lamentar.
—¿Eres loco o qué? ¿Ah? —acusó José, agarrándose el cuello y respirando con fuerza—. ¿Qué mierda voy a saber dónde está?
La paciencia de Eric estaba inestable, dio un paso hasta él y vio el miedo que le produjo enseguida.
»—En serio, chamo. Yo no la he visto desde ese día en la discoteca que me golpeaste, lo juro.
Por más estúpido que fuera José, Eric le creyó, pero había algo que no cuadraba en todo ese asunto y éste sujeto no era de fiar, ya que por boca de una Débora borracha, hace día se había enterado que acosaba a Esmeralda en vez en cuando.
—Esmeralda estaba recibiendo unos mensajes de acoso, y el número es el mismo tuyo, el que me escribiste aquella vez para disculparte y dejar de acosar a Esmeralda —mencionó Eric, con los dientes y manos apretadas.
José tragó saliva, limpiándose las manos en sus pantalones con desesperación, señal que Eric confirmaba como acosador, pero más no como un asesino.
»—Vamos, José, explícame que no tengo tiempo y Esmeralda no aparece, hay muchas personas muertas en la puta discoteca.
El labio inferior de José empezó a temblar, mirando incrédulo a Eric, como si no creyera lo que le decía, pero a la vez, tampoco tenía la sensación que fuese mentira.
—Ese día, un chamo me pagó, me dio un teléfono y me dijo que él me diría que debía hacer, de verdad, no tenía ni puta idea que era acosar a Esmeralda con esos mensajes, además solo fueron dos con este número —explicó José, con voz entrecortada.
—¿Cómo era? ¿Te acuerdas al menos de la apariencia?
—Era como de mi estatura, delgado, un carajito, pues. Estaba loco, chamo, me pagó también para que lo golpeara...
—¿Golpearas? —repitió Eric desconcertada, para que José se lo volviera a confirmar.
El nudo en el estómago se le formó a Eric, deseó que sus sospechas no fueran ciertas, porque haría al mundo arder.
[...]
No le importaba tocar la puerta con fuerza, escuchó unos pasos apresurados y la puerta fue abierta por su madre, quien traía una bata de dormir. Eric entró apartándola sin cuidado, casi corriendo por las escaleras y oyendo los gritos de su madre; abrió la puerta de un empujón y encontró el cuarto vacío. La voz de su madre se oía más cerca, de reojo la vio entrar con Julio, que parecía aún dormido.
—¿Eric, qué pasa? —exigió su madre.
—¿Dónde está el hijo de puta de Javier?
Vio la expresión entre enojada y sorprendida de Julio, pero a Eric no le interesó ofender a su hijo e insistió:
»—¿Dónde está?
—No lo sé, hijo. Él salió ayer temprano y no ha regresado por lo visto —comunicó su madre angustiada y dándole una mirada a su esposo, agregó—: ¿Sabes dónde está, Julio?
—En realidad no... —dijo, arrugando sus cejas pobladas y entrecanas—. Pero regresó eso de las diez a traerme la camioneta y se llevó el Ford fiesta.
Eric maldijo, caminó hacia el closet y revolcó todo, buscando alguna cosa; tiró en el suelo varios chips de teléfonos, de diferentes líneas. También había cartuchos de balas, las agarró y se las mostró a sus padres.
—¿Creen que es un Santo? —demandó con los dientes apretados—. ¿Qué Santo tiene esto, ah? Siempre te dije mamá, que era un trastornado, un engendro del mal, el Lucifer encarnado...
Ni Julio ni su madre hablaron, así que Eric relató lo que pasaba y sus sospechas, dejándolos con las bocas abiertas y anonadados. Percibió a Julio derramar unas cuantas lágrimas y sentarse en la cama, no pudiendo con la noticia, culpándose de todo.
—¿Crees que la secuestró? —requirió Julio, Eric le asintió—. Hace unos días compré un galpón a unos cuantos metros de una finca, quiero invertir en alimentos y esas cosas, por lo que lo adquirí y quería remodelarlo.
—¿Dónde es?
Julio terminó en decirle la dirección, Eric salió corriendo hacia allá, no sin antes notificarles a ellos que se comunicaran con el comandante Hidalgo para que lo ayudaran o sería muy lamentable todo.
[...]
El edificio no tenía nada de galpón para Eric, era amplio y de varios pisos, Julio iba a necesitar de una buena inversión para poder remodelarlo, así como que comprar maquinarias y hacer sus propios alimentos, para poder aprovechar el espacio. Distinguió las huellas del Ford fiesta, por lo que supuso que Javier debía de haber salido, a lo mejor para mantener su coartada. Entró al lugar, que parecía una boca de lobo, la luz era escasa, con la linterna del teléfono se orientó, siendo consciente que Javier jamás la iba a tener en la primera planta, así que comenzó su inspección; había muchas cajas amontonadas, suciedad y basura, con las cucarachas y gusanos incluidos, lo que le entorpecía el paso. La segunda planta estaba vacía, la tercera igual, Eric estaba sediento y cansado, pero no le impedía seguir buscando a Esmeralda. En la tercera planta se quedó agachado respirando, la escalera le cansaba y la corrida igual, no era joven como antes para esas cosas, siempre había sido bueno en natación, más no en atletismo.
Ya en la cuarta y quinta casi le daba asma, Eric sentía que sus pulmones noresistían, el teléfono se le quedaba sin pilas, no había ni señal para llamar,esperaba que Julio hubiera llamado a Hidalgo. En el sexto piso, la encontró y no estaba sola precisamente, sonrió para sus adentros al momento que percibía como algo lo golpeaba en el estómago al ver el estado de Esmeralda, pero sin perder tiempo corrió a reencontrarse con ella y ser su salvador.
—Claire V. Rose.
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Daños Inolvidables 1: Sin Salida (Libro #0.5 Saga Daños)
Short StoryLa vida de Eric Montero cambia cuando su padre lo abandona y luego cuando su madre se vuelve a casar, ganándose un nuevo papá y un hermano, como si fuese poco. Aprende a trabajar duro y conseguir lo que quiere con esfuerzo, e incluso hasta el amor...