CAPÍTULO XVIII

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CAPÍTULO XVIII

ERIC

Caracas, Distrito Capital.

Martes 08 de Noviembre, 2016.

   Su padre estaba flaco, envejecido y demacrado, traía unas ojeras perturbadoras, además de mal vestido, con ropa sucia y raída. Muy en su fondo, Eric sintió pena al verlo, pero cada quién elegía su camino, su destino y cómo vivirlo, por más que quisiera, no había podido hacer nada para cambiar la vida de su padre, enderezarlo por el buen camino.

   —Hola, hijo. Me sorprendió que quisieras verme...

   Eric no dejaba de estudiarlo, invitándolo a sentar y ofreciéndole una taza de café, que era lo único que podía darle. Las personas a su alrededor, le daban mirada juzgona, por la apariencia de su padre, lo que no le hacía gracia, pero tampoco tenía ganas de defenderlo.

   —¿Por qué no lo haría?

   La sonrisa de su padre, hizo que el corazón de Eric se oprimiera; le faltaba unos cuantos dientes delanteros, los demás estaban sucios, manchados como si fuese óxido. Sin lugar a dudas, la persona frente a él, no se parecía en nada a su padre, al gran Eric Montero.

   —Es que tu madre me dijo que me odiabas, que no te buscara más porque tú nunca volverías a verme, que me olvidara de tu existencia —relató, dándose un trago de café y maldiciendo al quemarse—. Por eso no fui más a Barquisimeto, y dejé de insistir, quizás era mejor así.

   —¿Mejor para ti o para mí? —reclamó Eric.

   Su padre se quedó mudo por unos segundos, parpadeando constantemente y agarrando la taza de café con mano temblorosa, de verdad que Eric sentía lastima por verlo así, nunca se imaginó que su padre llegaría a tal funesta situación. Eric se levantó, para dirigirse al mostrador y pedir unos sándwiches preparados, la chica que lo atendió le dijo que en 5 minutos estarían listo; lo que le parecía tiempo suficiente para que su padre pensara en que contestarle. Sin embargo, cuando llegó de nuevo a la mesa, su padre casi le arrancaba los sándwiches y empezó a devorárselo, como si se muriera de hambre.

   —Gracias, hijo, gracias por la comida —le agradeció, lamiéndose los excesos de salsa de los dedos.

   Era todo tan contradictorio para Eric, había regresado a su ciudad natal para inquirir respuesta, pero en ese momento, viendo al viejo de su padre todo andrajoso, acabado, se le había olvidado su propósito. Y nadie podría culparlo, por más que su padre lo había abandonado, no había sido el mejor de todos, ahí estaba él, sentado frente a él, sintiendo compasión, olvidándose de todo por un día, disfrutando de este momento.

   —¿Quieres comer otra cosa? —ofreció Eric, haciendo el intento de levantarse, pero su padre lo detuvo con una sonrisa.

   —No, estoy bien, hijo. —El silencio cayó entre ellos, y la incomodidad se percibía, por lo que su padre volvió a hablar—. Lo hice pensando en ti, hijo, era mejor que vivieras sin mí, porque no te di el cariño que merecías... en cambio vi en el esposo de tu madre, el calor paternal que tanto necesitabas, y no lo niegues.

   —No, no lo niego, pero tú eras mi padre, a ti era que quería a mi lado, celebrando mis logros.

   —No, hijo, sabes que no es cierto —cortó su padre, Eric quería contradecirlo, pero él no lo dejó—. Sabes que una vida a mi lado, no tendrías amor, tranquilidad, bienestar, estudios ni nada parecido... en pocas palabras, una vida a mi lado, no te haría el gran hombre que eres ahora.

  Eric se quedó sin palabras, con las lágrimas amenazando con salírsele. Su teléfono sonó en su bolsillo, era una llamada de Esmeralda, quería cortarle, pero a la vez, deseaba contarle rápidamente lo que sucedía, con señas, le pidió permiso a su padre de levantarse para hablar por teléfono. Al contestar, se fue a la esquina de la panadería para poder platicar con Esme, relatarle rápidamente lo que sucedía con su padre, para mirar de reojo hacia el mencionado y darse cuenta que se había marchado... Eric cortó la llamada, con el corazón palpitándole velozmente. Le preguntó a las chicas de mostrador si vieron en qué dirección de había ido, al salir, les preguntó a personas que comían en las mesas de afuera, pero nadie le supo indicar a donde se había ido su viejo padre.

   Al final, Eric no se sintió satisfecho, no quería que las cosas con su padre se quedaran de esta manera. Había perdido la oportunidad de saber de su vida, de saber que había estado haciendo todos estos años tan solo, pero ya la oportunidad se había ido, y lo peor de todo, nunca sabría si podría llegarlo a ver de nuevo.


Ya falta poco para que termine la historia.

Antes que acabe el año, sabremos cómo terminará...


   —Claire V. Rose.

Daños Inolvidables 1: Sin Salida (Libro #0.5 Saga Daños)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora