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Alex

Hace años...

Me di una ducha larga, más que las demás de todos los días, el closet esperando, ese día no estaba de buen humor, estaba rígido, como una roca, y amargado, como...como cualquier cosa amarga. En fin, mi humor cuando tenía dieciocho no variaba mucho, pero yo hacía lo posible como para resaltar, para ser como ellos: Henry y Elle. Mis hermanos: Elle; la calva. Y Henry; el chico al que más las chicas se le pegaban. Sin darle mucha importancia a su estatura, claro.

Era un día aburrido, pero, cuando digo aburrido, es MUY ABURRIDO.

Mis ojos se clavaron en el retrato de la cocina, y sus personas enmarcadas en él.

Una gran foto; una gran familia. Con dinero, salud, hogar, amor. Y todas esas cosas que te pudieras imaginar en una familia perfecta. Menos algo, un complemento muy importante que ellos habían olvidado. Me habían olvidado.

Le di un sorbo largo a mi chocolate, frío.

Mierda, siempre me olvidaba de tomar las cosas calientes antes de que se enfríen.

Murmure una maldición y observe un momento más el retrato de esa familia. Elle estaba con una sonrisa de par en par en los brazos de papá, que también sonreía, mamá tenía un brazo en la cintura para con el otro abrazar a su favorito; Henry. Henry se sonrojaba ante el pellizco de la mujer rubia en su mejilla, ella lo observaba como si fuera lo más preciado de su vida, el tesoro más preciado que tenía, él era el único al que amaba.

¿Y Yo? ¿Mami, y yo?

Tu estas en el olvido. No puedes entenderlo, ¿pero que esperabas de ser el hermano del medio? Eres el olvidado, el peor, el más repugnante y asqueroso.

Siempre le tenía odio a mi mente por ponerme las verdades en la frente. Pero era razón, no les importaba, no importaba.

-¡Alex! ¡Alex! -Una voz chillante y dulce me sofoco sacándome de mis pensamientos.

Me di vuelta, el pánico en su rostro me empalideció, sus ojos, abiertos de par en par, me hicieron creer que le daría un ataque de pánico. Pero nada sucedió, por suerte.

-Elle. -Me agache para estar a la altura de la niña de diez años-. ¿Qué pasa? Me estás asustando.

Ella pareció buscar las palabras adecuadas.

-Mattie...

Mis ojos se entornaron por instinto, recordé al chico delgado y castaño que tanto se obsesionaba con mi hermana. Le empezaba a tomarle rencor.

-Mattie-Repetí-, ¿Que paso con Mattie?

Ella respiro hondo, con los puños cerrados a sus costados.

-Mattie...

Di un suspiro, la niña se paseó por toda la sala y por fin habló.

-¡A Mattie le gustan los chicos! Y...y las chicas, es decir, me habló de que empezaba a sentirse atraído por uno de sus amigos, pero que las chicas no dejaban de gustarle. Entonces, se supone que no debí decirte esto, mierda...-Se tapó la boca-,¿No vas a decir nada cierto? El me dijo que era su secreto, y...y me sentiría terrible con que...dejara de ser su amiga, ¿Lo entiendes? Ah, y creo que eso tiene un nombre...bisexualidad, él es eso.

-Sigue siendo una persona, no un eso. -Una voz profunda salió de la nada; Henry. Lo quería demasiado como para reconocerlo solo con escuchar su voz.

-Tienes razón, Hen. -Le conteste a mi hermano. El endureció la mirada. Elle se tenso, entendía que dos personas sabían el secreto tal de Matthew, y me pregunte cuantas más lo sabrian.

-No va a hablar, Ellie, ve a tu cuarto. -Sin embargo la niña se quedó mordiendo sus uñas en el lugar-. Elle. -La advertencia clara en su voz hizo que Elle se largara de la cocina. Yo admiraba con odio esa habilidad, cualquier cosa que él dijera, al él le obedecían. Y a mi no.

Me reí abiertamente.

-Ese niño es un marica.

El no se rio, en cambio se enfureció más.

-Tu masculinidad es demasiado fragil, Alex, y el niño no es un marica.

Si, claro.

-Hablo en serio ¿Que tienes, que problema tienes con ello?

Bueno, se supone que soy el apartado de la familia, veremos...todo es un problema.

Los gritos de Elle arriba fueron acompañados con unos pataleos que se escucharon bajo el techo. Dónde estabamos.

-Es demasiado para ella, comprendelo.

Entiende esto, entiende aquello.

¿Qué más quieren de mí, si ustedes no me dan nada?

-Sigue con tu monólogo solo, me iré a fumar. -Me limite a decir eso, no podía hablar, necesitaba un momento a solas, un momento de soledad.

Aunque...si. Ya mi vida estaba repleta de eso: Soledad.

Subí las escaleras despacio, con lentitud, entré a mi cuarto y cerré la puerta con llaves. Encendí mi cigarro saliendo al balcón de mi habitación, y me quedé contemplando el cielo. Con cada calada, más me pesaban los ojos.

Aspirar. Exhalar.

Aspirar...exhalar.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, y no era por el tabaco, sino por ese día, en el que toda la familia se reunió. Bueno...yo no era parte de esa familia. Todos menos yo.

El recuerdo me hizo reprimir un sollozo.

Me fumé un cigarro más y me recosté en mi cama. Exhausto.

No podía pensar en nada más porque todo decía que ellos no me querían, y todo decía que yo era un maldito celoso.

Incorrespondido (Bilogia Viajes)  -Brunella Bonavigna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora