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Matthew

No necesito que diga mas. Acerco mis labios a su piel helada, rozo sus costillas con los mismos, y la beso, despacio, sin ningún apuro consciente de que puede que en cualquier momento alguien pueda abrir la puerta y vernos, a nosotros dos así, y ni siquiera ver algo indecente.

 Dejando cortos besos en su piel, ella me acaricia el cabello cobrizo oscuro. Dibujando una sonrisa en su piel, muerdo despacio.

—¡Matthew! 

Rio contra su piel, me levanto y ella abre sus ojos, me doy cuenta de que realmente estaba disfrutando por su mueca de molestia.

—¿Por qué te detuviste?

Le sonrio.

—Puede venir la médica en cualquier momento, o…alguien más.

Elle me mira con detenimiento, me mira con anhelo, con dulzura.

—Te comprendo.

No, tengo miedo, y mucho.

Antes de que pueda protestar, un golpe en seco se oye desde el pasillo que da a la puerta, ella se viste rápido y se recuesta en la camilla mientras yo echo un vistazo por la ventana gigante que hay en la habitación. El sol está a punto de salir.

—Hola, hematoma. —La voz neutra de un hombre me hace voltear.

Henry.

El mayor de los hermanos.

El chico de cabello marron oscuro lleva puesta una camisa blanca que esta desbotonada al principio, un jean negro de pana, una gorra beige y un abrigo de lana en su mano izquierda. 

Sin duda vino en cuanto pudo al hospital.

Elle se queda en su camilla, le sonríe y los dos se abrazan.

En cuanto se fija en mí, me hace un gesto para que me vaya y me acerco a Elle. Le doy un abrazo y, en el momento más inesperado, me planta un cálido beso dejándome anonadado.

Henry aplaude dos veces, tres…o yo qué sé.

—Lo sabía.

Elle se ríe fuerte.

Me apresuro a la puerta y tomo el pomo de la misma.

Elle se queda atrás mío, su susurro me es inaudible, pero se pone de puntas de pie y habla.

—Mañana te quiero ver mejor…ah, y quiero que, por favor, Matthew, no te detengas, sabes que a mi me haces bien.

Me acaloro, más que las demás veces, y sus ojos se oscurecen.

—Sus deseos son órdenes. —Sonrio, me da un codazo y, procede a irse alejando su hermosa silueta de mi.


No quiero hacerlo. No quiero forzarla. No quiero que se sienta incomoda, ni insegura, solo quiero y estoy mas que seguro que, una vez que Elle recupere su peso, y se sienta bien con su cuerpo, haga de una vez por todas lo que quiere. Además de que por supuesto estoy más que nervioso y tengo miedo hasta en los huesos. Ni siquiera sé por dónde empezar. Su madre se encuentra consultando algunas cosas con un enfermero, ya estamos en su casa. Las inidaciones de los especialistas son claras, y ella no puede hacer más que obedecer: debe empezar a comer más. Lo pienso y me sobran las ganas de querer ayudarla, de querer decirle que todo va a estar bien y que, mañana por la mañana, festejaremos su cumpleaños. Pero se que conlleva tiempo y que quizá no llegue a acabar, lo cual realmente me asusta. Porque la amo, porque es especial para mi y voy a hacer todo lo que sea para asistirla. Así que lo único que hasta ahora puedo preguntar, es si, por alguna ocurrencia muy demasiado oportuna, quede libre una habitación en la casa del señor Vietnam para hospedarme por lo menos una semana, aun pareciendo un intruso entre su ámbito.

Lo que hago, sin dudarlo siquiera una vez, es consultarlo, y recibo una respuesta más o menos así:

—Matthew, todo hombre que ame a mi hija va a estar cerca de ella, sin que yo pueda evitarlo, sin que nadie lo pueda evitar—el señor se cruza de brazos—: si, puedes quedarte, la habitación de Henry está vacía y la verdad que tu ayuda es necesaria, pero…

—¿Pero? —pregunto desconcertado.

—Pero nada de hacer cosas en las que Elle no esté de acuerdo, esto es así: tú me respetas a mi hija, y yo luego a ti.

Me aguanto un sonrojado.

—Por supuesto, nada de nada.

Saliendo de allí sonriendo, entusiasmado por contarle a mi novia la noticia, me encuentro fuera de la oficina del señor Vietnam y una chica delgada, guapísima, futura madre de mis hijos llorando desconsoladamente en la entrada de la gran casa. Me pregunto qué carajos está pasando y veo dos sobres sellados. No: uno abierto y otro sellado, en sus manos.

—Elle, ¿qué pasa, linda? No…lo entiendo.

Elle me mira sonriendo, llorando de…alegría, si. Sin duda es alegría, puedo percibirlo en la forma en la que me mira.

—Matthew, ¡Me aceptaron! Mierda, ¡me han aceptado!

Luego empiezo a recordar el dia en el que Alex y Henry me permitieron pasar a esa fiesta llena de alcohol caro, para que visitara a Elle, jugamos videojuegos, y, en su victoria, o al menos unos segundos antes, me había dicho que se había postulado para distintas universidades de Arte, con el propósito de estudiar artes escenicas allí, en alguna de ellas.Y, mierda, terminó siendo aceptada. Me alegro por ella. Mucho.

—Yo sabía que lo conseguirías, como no te iban a aceptar, preciosa…—Elle salta muchas veces sin despegar sus ojos de mi.

Me percato de una cosa, la cual, me hace entrar en pánico y la miro detenidamente.

—¿Cuál de todas?

—La Ecole des Beaux Arts, donde se graduó mi madre.

Eso está a miles de kilómetros. A miles y miles de kilómetros de aquí.

No, no puede ser. 

No digo eso, en cambio, le sonrio musitando:

—No sabes lo feliz que me pone eso —Le tomo la mano y la llevo hasta el pequeño parque trasero, me siento en el pálido banco claro, palmando una mano en el espacio libre a mi lado. Ella se sienta.

—Podré quedarme en el cuarto de Henry por unos días, tu padre me ha dejado mudar algunas de mis cosas, y ,en cuanto te recuperes, iré a mi casa.

Una simple sonrisa de su parte me revuelve el estómago.

—Eso es increíble, siempre y cuando vamos a vernos, las veces que queramos.

Sin duda es más que estupendo, la quiero demasiado, y no dudo que ella no me quiera. Pero me gustaria tener mi propio espacio personal en el tiempo que este aqui, me gustaria pasar todo lo que pueda ayudando, no es que besandola, o dándole cariño no ayude, simplemente necesita que se lo dé de otra manera. Un amor que la proteja, que siga cuidándola, no mostrarme interesado mientras probablemente se esté muriendo. No…que estupidez, eso no pasará.

—Si, pero voy a estar aquí solo para cuidar de ti.

Ella eleva una ceja.

—No me gusta la frase Cuidar de ti.

Hago un ademán de que la entiendo, la comprendo mucho.

—A nadie le gusta depender de otras personas, pero no puedo evitarlo, simplemente hay cosas que no podemos evitar, linda.

A Elle le brillan cristalinos los ojos.

—Supongo que tienes razón. 

El ruido de unos cristales rotos nos hace exhaltarnos. Me levanto, ella imita mi acción, parece resultar proveniente del salón el sonido fuerte, de cosas romperse sin parar, algunas más audibles que otras. Me coloco detrás de Elle, quien me fulmina con odio con sus hermosos ojos, abre la puerta de la cocina caminando rápidamente hacia el salón por un angosto pasillo, para ver al responsable de los rotos vidrios en el suelo, esparcidos por todos lados, y a un lado, con su pecho subiendo y bajando:  a Alex. 

Pero hay alguien más a su lado…

Cécile.

Incorrespondido (Bilogia Viajes)  -Brunella Bonavigna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora