23

1 1 0
                                    

Matthew

El camino hacia la casa de Elle es una tortura, quiero llegar ya y explicarle que lo siento, que he roto una regla, que su madre se encuentra en la ciudad y que no esta en ninguna isla afrodiciaca entre muchas cosas mas. Pero, por sobre todo, que ya no debemos limitarnos, que las estúpidas reglas no funcionan y que todo puede pasar con el paso del tiempo, que no debemos forzar la relación. Ni ella, ni yo.

En la última cuadra que me queda para llegar, mis pasos se empiezan a acelerar y corro en dirección a la puerta inmensa de entrada. Dos hombres altos y musculosos se me quedan mirando, examinándome.

 ¿Qué tan mal estoy?

—¿Nombre? —uno de los hombres pregunta.

—¿Qué?

—Tu nombre. —dice el otro.

—Matthew. Matthew Dyanwech. —Digo insistiendo el paso.

—La señorita Elle la espera, por favor, adelante. —Las puertas se abren y paso buscado con la mirada a Elle, sin embargo lo único que se me hace presente es el calor de la chimenea que hay aquí.

Froto mis manos y dejo escapar el frío vapor de mi boca contra las mismas. 

Las escaleras iluminadas me dan un aire de confianza y me acerco hasta la chimenea.

Siento una mano en mi hombro izquierdo, sonrío para mí mismo, me doy vuelta, un hombre de tez pálida con ojos azules, cabello rubio plata y un paquete de cigarros en la mano me sonríe levemente.

—Oh, Alex, ¿Elle está aquí? —me advierto torciendo los labios.

Mi pregunta lo pone serio.

—Si, está en el jardín —responde afable, me sonríe con confianza, se vuelve a poner serio—. Matthew, si esta vez tú has hecho una idiotez, arreglalo, porque no puedo ver a mi hermana de esta manera. 

Trago fuerte, sus ojos ven la desesperación en los míos y asiento.

—Por supuesto, yo creo que…la amo, ¿Sabes? Y si, haré lo que sea para arreglarlo. 

Lo que sea.

Enciende un cigarrillo y le da una calada profunda.

—Ve. —me empuja con cuidado y me tambaleo—, la tortolita no puede esperar a verte.

Me apresuro a caminar por entre el pasillo de entrada a la cocina, cruzo la puerta trasera de la misma, viendo una silueta delgada y de estatura media sentada con la cabeza entre las rodillas, en un pequeño banco rodeado de algunas luces fingiendo ser antorchas. Elle se retuerce mientras al mismo tiempo se limpia las lágrimas que caen gruesas e ínfimas de sus ojos. 

La veo y no dudo en abrir la puerta.

Se da vuelta observandome, sus labios tiemblan, y, al contrario que los mios, se ven rojos, ardientes. 

—¡Matt! —se levanta rápido y abro mis brazos esperando un abrazo de su parte. Se detiene y frunzo las cejas.

Ella me toma de la cabeza, mirándome intimidante.

—No más reglas.

Mi sonrisa desaparece.

—No más reglas—Afirmo mirando el cuello de Elle, bajando a sus hombros, siguiendo por sus brazos desnudos. 

Se está congelando.

—Dios santo, Elle, estás helada. —Ella asiente temblando con la cabeza. La rodeo con mis manos en su espalda gélida. Hundo mi cara en su cabello —suelto y rasgado—y me detengo en seco cuando me habla.

Incorrespondido (Bilogia Viajes)  -Brunella Bonavigna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora