Parte 1

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Gulf.

La cabeza me da vueltas, aunque no recuerdo el nombre de la bebida que Up ha pedido para todos. Solo sé que es deliciosa. ¡Y que se sube de una manera increíble! ¡Dios mío!

—¿Cuándo llega el boy? ¡Ya estoy preparada para él! —grita Samy.

Es mi compañera en el bar deportivo de Tad, en Salt Springs, Georgia. Ella es una camarera alocada a la que le resulta imposible mantenerse callada. Su personalidad habitual ya acostumbra a ser muy exuberante, pero en una ciudad donde nadie la conoce, como es Atlanta, se transforma en una fiera. Una tigresa incontrolable.

Me mira y sonríe. Su pelo teñido se ve dorado en la tenue oscuridad y sus ojos brillan de una manera diabólica... lo que me hace sospechar al instante.

—¿Qué pasa? —pregunto intrigado.

—He hablado con el gerente para que le indique al boy que se asegure de que Up tiene que ayudarle a desnudarse —me confiesa con una risita tan contagiosa que no puedo evitar reírme también. Es un caso.

—¡Kao lo matará si se entera de que ha desnudado a otro hombre! Da igual que sea en su despedida de soltero.

—Jamás lo sabrá. Lo que queda en un reservado, ocurre en el reservado —argumenta con la voz gangosa.

—¿No querrás decir que lo que ocurre en un reservado se queda en el reservado?

—Eso es lo que he dicho.

—Ah, si tú lo dices... —Me río por lo bajo. La observo tomar otro trago más del combinado.

Yo, sin embargo, prefiero pasarme al agua; alguien tiene que mantenerse sereno y me ha tocado a mí. De todas maneras, esa es la noche de Up. Yo quiero que su vida de casado comience de la mejor manera posible y dudo mucho que eso incluya tener que llevarme a casa o limpiarse los zapatos de vómito.

Un golpe en la puerta del reservado nos hace mirar a todos en esa dirección. Las chicas comienzan a reírse, gritar y jalear. «Espero que sea el boy y no un poli», pienso para mis adentros.

Cuando se abre la puerta, entra el hombre más guapo que he visto nunca. Es un tipo muy alto y con la constitución de un jugador de fútbol americano: pecho y hombros muy anchos, brazos y piernas musculosos, caderas estrechas. Calculo que debe tener unos veinticinco años. Va vestido de negro de pies a cabeza, pero lo más impresionante de todo es su rostro. «¡Joder! ¡Qué bueno está!». El pelo bien cortado es castaño claro y sus rasgos asiáticos perfectos y cincelados. No puedo distinguir de qué color son sus ojos mientras él revisa la salita, pero intuyo que son oscuros.

Acaba de abrir la boca para hablar cuando su mirada se clava en mí. Sus pupilas parecen enredarse con las mías mientras me mira fijamente. Estoy fascinado. Todavía no he logrado determinar el color de sus iris, pero las pupilas se ven casi negras. Incluso con la luz que entra desde el pasillo a través de la puerta abierta, parecen charcos de tinta.

Lo veo ladear la cabeza mientras me observa. Me siento nervioso... y excitado, aunque no sé por qué. No tengo razones para sentirme así, pero es lo que pasa. Es él quien hace que me sienta nervioso, enervado... anhelante. Todavía seguimos mirándonos cuando Samy se levanta y le empuja para que entre en la habitación, cerrando la puerta a su espalda.

—¡Venga, Up! ¡Tienes que despedirte de manera adecuada de tu vida de soltero!

Las demás chicas comienzan a lanzar grititos agudos y a animarlo con aplausos. Up sonríe al tiempo que se niega, meneando la cabeza.

—¡De eso nada! ¡No pienso hacerlo! —Las damas de honor se ponen muy pesadas y dos de ellas se acercan para tirarle de las manos y obligarlo a ponerse en pie. Ni porque son hermanas de Kao tienen consideración. 

Gulf's DecisionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora