Parte 30

378 69 6
                                    


Mew.

Abro los ojos y veo los brillantes rayos de sol que se cuelan por debajo del borde de las persianas en la habitación de Gulf.

No debería haberme quedado toda la noche, pero quería abrazarlo mientras dormía. Quería que él supiera que no voy a ir a ningún lado; que está a salvo conmigo. Entre mis brazos. Por desgracia, me quedé dormido, igual que él.

Tres sesiones de sexo de primera en tan poco tiempo es lo que tienen. Sonrío y lo miro. Está acurrucado contra mí, con los rasgos relajados por el sueño. No quiero poner nombre a lo que siento por él; solo deseo que sepa que voy a estar a su lado, que voy a protegerlo, a hacerlo feliz. Espero que con eso sea suficiente... Tiene que serlo.

Se mueve contra mí y mi cuerpo reacciona a su cercanía. Sé que si no me levanto de la cama, terminaré por despertarlo. Y aunque esa me parece la mejor manera de comenzar el día, acabará dolorido si no lo dejo en paz.

Además, su padre se levantará pronto y tengo que irme a mi habitación. Me deslizó fuera de la cama, me pongo los vaqueros y recojo el resto de mi ropa para dirigirme de puntillas hasta la puerta. La abro y agudizo el oído; parece que su padre ya está despierto. Me dirijo al cuarto de baño en silencio con idea de darme una ducha rápida.

Cuando termino, bajo al piso inferior para que Gulf duerma todo el tiempo que quiera. Darrin, el padre de Gulf, está sentado ante la mesa. Por la manera en que me observa, no puedo evitar pensar que me estaba esperando. Le saludo con un gesto de cabeza.

—Buenos días, señor.

Él responde con un movimiento similar.

—Así que eres tú el elegido — comenta de manera enigmática.

Le miro a los ojos, de un tono más castaño y menos brillante que los de Gulf, y sé adónde quiere ir a parar, qué quiere saber. Me yergo en toda mi altura y asiento con las manos enlazadas en la espalda.

—Sí, señor. Soy yo.

Me mira de pies a cabeza, sopesándome como podría sopesar a un nuevo miembro de su rebaño de ovejas antes de que, por fin, me mire a los ojos. Me dice muchas cosas con la vista mientras me observa.

—Sabes lo que significa para mí, lo que haría por él. Lo que haría a cualquiera que le hiciera daño.

Contengo la sonrisa que me quiere curvar los labios al escuchar sus palabras. Habla de Gulf de la misma manera en que lo haría yo.

—Sí, señor.

Tras unos tensos y largos segundos, asiente con la cabeza.

—Muy bien, entonces vamos a prepararle el desayuno.

Llegados a este punto, me resulta imposible reprimir la sonrisa.

Algo más tarde, cuando Darrin habla con Gulf, me giro para verlo en la puerta de la cocina. Está adorable con el pelo despeinado; hace que quiera tomarlo en brazos y llevarlo de vuelta a la cama. Me doy cuenta de que contengo el aliento cuando él me mira. Sé que estoy nervioso. Imagino que será porque no sé si la brillante luz diurna puede haber provocado alguna revelación que lo vuelva contra mí. Cuando por fin me dirige una tímida sonrisa, suelto el aire. Y cuando veo que se sonroja, me río entre dientes. No sé por qué eso me hace feliz, pero lo hace.

—Buenos días —lo saludo al tiempo que dejo la espátula en un plato junto a la cocina.

Su padre sabe lo que siento por él, pero incluso aunque no lo supiera, no hubiera podido contener el impulso de acercarme. Me detengo delante de Gulf y encierro su cara entre mis manos para darle un beso en sus dulces labios. Él me mira con los ojos empañados y algo se derrite en mi interior. Espero que no fuera algo importante e imprescindible. Aquello me hace sentir un poco incómodo. Todavía no manejo bien lo que siento por él, así que sonrío y vuelvo a mi tarea ante los fogones, esperando que no se haya dado cuenta de mi incertidumbre.

Gulf's DecisionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora