Parte 13

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Parece que cada vez que levanto la mirada veo a Mew.

Algunas veces está hablando con los clientes, representando su papel como propietario del club, pero en otras ocasiones, no menos frecuentes, solo me observa.

Me enerva que me mire, pero eso no afecta a mi trabajo. Confío en mí mismo lo suficiente como para preparar un buen combinado incluso con un sargento de artillería resoplándome al oído. En lo que ya no confío tanto es en mi habilidad para resistir lo que Mew no se molesta en ocultar.

Le intereso y no solo como empleado. De hecho, como empleado no le intereso gran cosa. Es como si me desnudara cada vez que nuestros ojos coinciden y, ¡que Dios me ayude!, me encanta la sensación. Esa mirada sexy es aterciopelada como una caricia. Casi la puedo sentir sobre la piel, como si tuviera las manos sobre mi cuerpo y los labios en mi boca.

Asumí hace mucho tiempo que tengo debilidad por los chicos malos, pero Mew es… Ni siquiera sé explicarlo, simplemente es diferente. Tengo el presentimiento de que puede resultar todavía más peligroso que mis desastrosos novios anteriores.

Alzo la mirada y mis ojos vuelven a toparse con los suyos. Me guiña uno y me da un vuelco el corazón.

—Aquí no hacemos así los margaritas —me gruñe Taryn al oído—. ¿A quién se le ocurre usar zumo de naranja?

Suelto el aire con tanta fuerza que casi parece que le respondo con otro gruñido. Podría explicarle que un chorrito de zumo de naranja realza el sabor del tequila, pero paso. Ya recibo suficiente rencor por su parte.

—Genial —replico, dejando la botella de tequila sobre el mostrador con más fuerza de la que quería—. Pues enséñame como hacen aquí los margaritas. —Doy un paso atrás y cruzo los brazos.

La mirada que Taryn me dirige es a la vez feroz y satisfecha. Es evidente que estaba buscando que le respondiera. Pues, aunque todavía no lo sepa, se va a encontrar con más de lo que esperaba.

—Venga, vamos. Enséñame. Toda esta gente está esperando —insisto más calmado, al tiempo que señalo con un gesto de cabeza a todas las personas que nos miran desde el otro lado de la barra.

Sus pálidos ojos azules brillan de cólera y noto que aprieta con fuerza los labios rojos. Está preparada para una pelea… Y yo también.

—Sería mejor que aparcaras esa actitud antes de entrar, cariño, o esta noche será la última que trabajes aquí.

Escucho murmullos a nuestro alrededor; muchos «¡oh!», «¡ah!», y frases sobre peleas. Los ignoro y me concentro en Taryn.

—¿De veras? ¿De verdad piensas que podrás deshacerte de mí solo porque eres una obsesa del control con una compulsiva necesidad de atraer la atención?

La risa que suelta Taryn es amarga, pero no niega mis palabras. Creo que reconoce tácitamente que tengo razón. No he tardado demasiado tiempo en darme cuenta de cómo es; una chica insegura que no tuvo una figura paterna en su infancia.

Después de la prueba del body shot con el tequila, hizo todo lo posible para atraer las miradas sobre ella. Hizo que sonara una sugerente canción de Jessie James y se puso a bailar encima de la barra, fingiendo que cantaba Wanted para cada hombre al alcance de su vista. A ellos, por supuesto, les encantó. Taryn es una mujer muy guapa y, a pesar de las rastas, hace gala de una felina sensualidad. ¿Qué hombre con deseos normales no disfrutaría viendo cómo se exhibe a una mujer así?

Pero tuve claro que aquel numerito era más para mí que para cualquier otra persona. De hecho, cuando se bajó del mostrador me brindó una ladina sonrisa. Estaba retándome, demostrándome que podía dejarme en evidencia. Lo que todavía no ha comprendido es que yo no deseo ser el centro de atención. Puede quedarse con todas las miradas y los piropos.

Gulf's DecisionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora