Tharn.
Me he mantenido alejado de Marissa con el único propósito de no toparme con Gulf. No solo porque podría echar a perder mis planes, sino porque no se merece todos los problemas que acarreo.
No pareció preocupado cuando le conté lo de mi padre, pero eso solo es la punta del iceberg. Bueno, no es únicamente la punta, podría decirse que es más bien la mitad. Pero como siempre, Marissa comenzó a hacer mohínes y a exigir verme, así que aquí estoy, soplando una taza para que se enfríe el café.
Lanzo una mirada al reloj con la esperanza de poder salir de allí sin ver a Gulf. Recuerdo que le comentó a Marissa que los únicos días que tiene clase a primera hora son los lunes y los miércoles, así que tengo que largarme antes de que se levante. Verlo haría más difícil mantenerme alejado de él. Cualquier persona tiene un límite antes de ceder sin que le importen una mierda las consecuencias de sus actos.
—... estoy segura de que si no fuera tan importante no me pediría que fuera —está diciendo Marissa. Debería estar prestándole más atención en vez de dedicarme a pensar en su primo.
—Perdona, ¿que fueras a dónde?
Ella hace otro mohín.
—¿Qué te ocurre? Quería que vinieras para poder pasar algún tiempo a solas antes de que me fuera, no para hablar mientras tú miras ensimismado el café.
Suspiro.
—Lo siento, nena. El caso que me ha encargado Carl me tiene absorto. — Dejo la taza sobre la mesa y la tomo de las manos. Las tiene heladas. «¡Joder, qué apropiado!». —Dímelo otra vez, ahora tienes toda mi atención —aseguro con una sonrisa.
—Mi padre quiere que vaya con dos de los peces gordos del bufete a las Caimán para ayudarles con unas cuentas. Espero que eso signifique que acabaré haciéndome cargo de todo el proyecto.
Comprendo que se sienta excitada; me parece una oportunidad envidiable. Marissa tiene tres años más que yo, así que ya está graduada y ejerce como abogado, mientras que a mí todavía me quedan meses de prácticas.
—¡Genial! Me siento orgulloso de ti. Aunque te echaré de menos, por supuesto. ¿Cuándo te vas?
—Mañana —dice con otro mohín.
—¿Cuánto tiempo estarás fuera?
—Serán dos semanas como mínimo, pero podría ser más tiempo.
—Bueno, eso nos dará la oportunidad de celebrar tu regreso por todo lo alto, porque yo te habré echado mucho de menos y tú tendrás buenas noticias; estoy seguro. —Tiro de ella y la siento en mi regazo. Marissa me rodea el cuello con sus delgados brazos y me besa.
Sé que lo único que tendría que hacer es tomarla en brazos y llevarla al dormitorio para disfrutar de un polvo rápido, pero no lo hago. No soy tan cruel y desconsiderado, porque mientras ella me besa y se contonea sobre mis piernas, yo solo puedo pensar en unos brillantes ojos oscuros, un cuerpo menudo y delicioso que duerme a tan solo unos metros. Y eso no está precisamente bien.
Ella se inclina y me mira a los ojos con el ceño fruncido.
—Sigues en Babia.
—No me pasa nada, de veras. Tengo que irme. Tenía que estar en el bufete desde hace una hora resolviendo el papeleo.
La veo sonreír.
—¿Estás diciéndome que has faltado al trabajo para estar conmigo?
—Sí. Eso estoy diciendo.
Me mira de manera provocativa y aprieta la parte superior de su cuerpo contra mí, frotándose sin recato. Sin ganas, ahueco las manos sobre sus pequeños senos y fricciono los erizados pezones con los pulgares. Ella entorna los ojos y yo sé adónde nos va a llevar aquello.
De pronto se escucha un carraspeo y los dos miramos hacia la puerta, donde está Gulf con una mirada somnolienta y horrorizada.
—¿Qué pasa? —le espeta Marissa —. Sírvete un café y lárgate de aquí. ¿No ves que estamos ocupados?
Vuelve a mirarme con idea de seguir donde lo dejamos, pero la detengo.
—Tengo que marcharme. —Sin darle la oportunidad de añadir nada más, la aparto de mi regazo y me levanto.
Por el rabillo del ojo veo que Gulf me mira, pero intento evitar que nuestras miradas se encuentren. Sin embargo, sus pupilas se clavan en mi corazón como si fueran dagas afiladas. Y también las noto en la polla. Estoy seguro de que él está a punto para soltar todo su veneno en la cocina, pero lo que no sabe es que me odio a mí mismo diez veces más de lo que puede odiarme por lo que ha estado a punto de ocurrir.
—Espera un momento —interviene Marissa—. Quería pedirte que el lunes recogieras mi coche en el taller. Te daré las llaves.
—De acuerdo —digo de manera apresurada, tomándola de la mano y arrastrándola fuera de la cocina.
«Si Gulf quiere hacerme sentir mal, sin duda lo ha conseguido».
—Te llamaré más tarde —me disculpo, rozando sus labios con los míos—. Quizá podamos cenar juntos esta noche. —Estoy dispuesto a decir lo que sea con tal de salir de allí.
—¡No voy a poder! Esta noche he quedado con mi madre y mañana me llevará mi padre al aeropuerto. Espera un momento, que te doy ya las llaves. Puedo llamar a la limusina más tarde.
Se aleja corriendo y me deja esperándola junto a la puerta, rezando para que Gulf se mueva, pero no lo hace... por supuesto. Sigue inmóvil en el mismo sitio y, aunque va en contra de mi sentido común, lo miro.
En sus ojos puedo leer una miríada de emociones; vergüenza, decepción, humillación, pero también percibo una chispa de lo que crepita entre nosotros. No podemos negar la atracción que sentimos el uno por el otro... y es una atracción enorme.
Escucho la voz de Marissa, lo que indica que está hablando por teléfono, así que me acerco a Gulf. No sé qué decirle, así que me acerco mientras lo miro fijamente. Para acabar de levantarse está impresionante. Incluso antes de darme cuenta de lo que hago, le acaricio la mejilla suavemente con la punta de los dedos.
Él parpadea, haciendo que quiera besarlo en los párpados.
—Lo siento —escucho que dice Marissa acercándose por el pasillo.
Doy un paso atrás y me dirijo a la puerta para detenerme en el mismo sitio en el que ella me dejó. Vuelvo a mirar a Gulf con rapidez. En su cara hay una mezcla de emociones que no puedo identificar con claridad...
A menos que se trate de lo mismo que yo estoy sintiendo.
ESTÁS LEYENDO
Gulf's Decision
FanfictionDos gemelos, un triángulo imposible... Gulf solo quiere terminar sus estudios universitarios para regresar a casa y ayudar a su padre en su negocio. No está dispuesto a dejarle tirado como hizo su madre, incluso aunque ello suponga dejar su propia v...