Parte 21

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Mew

No me sorprendo de lo que veo cuando entro en el bar de Tad.

Es el típico bar deportivo, con su docena de pantallas en las paredes y una gran cantidad de mesas en el centro de la estancia orientadas hacia ellas.

Al fondo del local hay cuatro mesas de billar iluminadas por viejos apliques Budweiser. A un lado hay una pequeña pista de baile. Al cabo de unos segundos, veo a Gulf.

Es como si mis ojos se sintieran atraídos por él. En cuanto lo veo sentado ante la barra con sus amigos tengo dos certezas: como no deje de beber acabará como una cuba y va a tener esos jeans  negros por los tobillos antes de que acabe la noche.

Cuando su mirada se encuentra con la mía, leo en él cierta resistencia. Ya la he visto antes, pero pensaba que ya habíamos superado eso. No puedo evitar preguntarme qué ha ocurrido desde esta mañana para que vuelva a estar en guardia. Tengo la explicación en la punta de la lengua, pero me la muerdo y mantengo una expresión neutral mientras me acerco.

Cuando me detengo ante él, noto que endereza la espalda y alza la barbilla. Sí… está resistiéndose. Y mucho. Si bien me frustra ese contratiempo, lo encuentro excitante. Hace que quiera conseguir que me desee a pesar de todas las razones por las que cree que no debería. Así que eso haré… otra vez.

—Iba a preguntarte si podía invitarte a una copa, pero me parece que ya has tomado demasiadas.

—Ya tengo padre y está en casa, con una pierna rota. Muchas gracias — replica él con cierto retintín.

—No lo he dicho con ánimo de ofender, era una simple observación. — Miro al barman, que me observa con hostilidad—. Un Jack Daniel’s sin hielo. —Ahora estoy en su terreno.

Gulf está con sus amigos y, por lo que parece, son muy protectores. Lo más extraño es que sientan necesidad de protegerlo de mí, aunque no me conocen de nada.

«¡Joder! Va a resultar que sí es cierto que siente debilidad por cierto tipo de hombre. Y todos sus amigos deben estar al tanto».

Me cabrea que me haya encasillado, que me hayan encasillado todos. No hay nada que odie más que ser tratado injustamente. Ninguna de esas personas sabe nada sobre mí, ni siquiera Gulf.

Sería interesante saber cómo reaccionaría si lo supiera todo, toda la verdad. Con dos o tres frases podría darle todas las razones del mundo para alejarse de mí tan lejos y tan pronto como fuera posible. Pero no voy a hacerlo porque soy un egoísta; no quiero que se escape de mí, necesito que antes sea mío. Mío.

Cuando el barman me pone el whisky delante, le doy un billete de diez y me lo bebo de golpe. Le indico con un gesto que me sirva otro al tiempo que dejo el vaso sobre la barra. Me obligo a ignorar a Gulf mientras espero que lo rellene.

Cuando por fin habla, casi sonrío. Quería que tomara la iniciativa y lo ha hecho.

—¿Qué estás haciendo aquí? —me espeta, bajándose del taburete para acercarse más a mí. Me pregunto si lo hace porque así cree que tiene el mando. O tal vez estar de pie hace que se sienta más seguro, como si pudiera escapar con rapidez. Huir.

—He pensado que podías necesitar que te echara una mano. He venido a ayudarte.

Veo que le brillan los ojos antes de responderme.

—¿Cómo has sabido donde encontrarme?

—Por mi hermano.

—No, ¿me refiero a cómo supiste que estaba en el bar?

—Ah, por tu padre.

—¿Has ido a mi casa?

Es evidente que esa idea lo deja anonadado.

Gulf's DecisionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora