Parte 11

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Tharn.

—Mi padre está en la cárcel por asesinato.

«¿No hay otra manera de decirlo, imbécil?».

No sé por qué me siento impulsado a contarle a Gulf todos mis sucios secretos, pero así es. Quizá porque siente que no encaja y lo comprendo muy bien. En un mundo donde las apariencias y la reputación lo son todo, tengo que trabajar el doble para asegurarme de que todo lo que hago y digo está por encima de cualquier crítica.

Resultó una hazaña casi imposible superar, sobrevivir y dejar atrás que mi padre está en la cárcel, pero lo conseguí. Tras años y años de duro trabajo, de tener que hacer la pelota indecentemente a mucha gente, lo conseguí.

Ahora estoy un paso más cerca de mi meta.

Después de lo que me parece un silencio eterno, bajo la mirada hacia él. Está observándome con los labios entreabiertos por la sorpresa. Sus brillantes ojos parecen oscuros en la tenue luz cuando se clavan en los míos. Pero lo que me llama la atención es lo que no leo en ellos.

Veo sorpresa, sí; incredulidad y curiosidad; quizá un poco de piedad, pero no veo prejuicio, desdén u horror, algo que he visto muchas veces en los ojos de otras personas cuando les he contado mi historia.

Ahora todavía me dan más ganas de besarlo.

«¡Joder! Este chico cada vez me gusta más».

—¿Qué? ¿No te horrorizas? ¿No gritas? —pregunto, incapaz de evitar el tono de amargura en mi voz. Él me sorprende con una amplia sonrisa y una mirada vacilante.

—Creo que ya hemos dejado claro que no soy como la gente con la que te sueles relacionar.

Me río. Una risa auténtica.

—Sí, creo que sí.

Se vuelve hacia mí. Lo único que veo ahora en su cara es interés; simple curiosidad. Aquella pizca de piedad ya ha desaparecido. Son muchas las emociones que quiero provocar en él y la piedad no ocupa un lugar en la lista.

—¿Quieres hablar sobre ello?

Encojo los hombros.

—Ya no me importa tanto como solía. Me parece una parte de mi pasado y nada más.

—Debe significar algo más si me lo has dicho.

«Es preceptivo. Es tan listo como hermoso. Y seguramente ni siquiera se considere atractivo».

—Quizá. No lo sé. Ni siquiera sé por qué te he traído aquí. —Clavo la mirada en las centelleantes luces de la ciudad. Ahora me siento idiota por haberlo mencionado.

—Pero lo has hecho. Ahora tienes que contármelo todo o acabaré pensando que eres un tipo sádico y cruel.

—Quizá lo sea.

Lo veo entornar los ojos antes de mirarme de arriba abajo.

—No, no lo creo. Además, ¿no existe alguna ley contra los castigos crueles y sádicos? No puedes ser abogado e infractor de la ley a la vez.

Me río con su lógica. No puedo evitar preguntarme lo que pensaría si supiera la verdad.

—Pues hay gente que lo es.

—Pero tú no eres esa gente. Eres el tipo que está a punto de acabar con mi sufrimiento.

—¿Con tu sufrimiento? —le pregunto arqueando una ceja.

Sé que mi sonrisa revela la dirección que han tomado mis pensamientos, pero logra sorprenderme otra vez cuando me sigue la corriente.

—Sí, mi sufrimiento —asegura con una sonrisa—. No eres el tipo de tipo que haga sufrir a un chico como yo, ¿verdad?

Gulf's DecisionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora