Parte 3

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—¡Oh, Dios mío! ¡No lo estás diciendo en serio! —farfulla Up con la boca llena de tarta nupcial.

Me entra la risa al ver que se le escapan las migas entre los labios. Venir con él a una degustación de pasteles de boda ha sido una idea muy divertida, casi tanto como la despedida de soltero.

—Me gustaría que fuera una broma, pero no lo es. ¡Te juro que fue horrible! —Noto que me sonrojo solo con recordar lo que ha pasado con Tharn.

—Bueno, al menos era el hermano y no el tipo al que prácticamente violaste.

Le doy un golpe suave en el brazo.

—¡Yo no le violé!

—No, pero lo pensaste.

—En serio, no...

—¡Ni se te ocurra mentirme! Te conozco demasiado bien. Este tipo tiene ese aire de chico malo que te chifla. De hecho, me sorprendió que no te tiraras encima y le rodearas con los brazos, le besaras y todo lo demás.

—¡Por Dios, Up! Estás haciéndome parecer una especie de un cualquiera.

—¿De cualquiera? ¿Tú crees? —Mi amigo me mira con escepticismo.

Los dos soltamos una risita tonta, aunque la mía acaba convirtiéndose en una carcajada cuando veo que la capa roja de azúcar se le ha pegado a los dientes.

—Cállate. Esa es una de las palabras favoritas de Tracey —explico, refiriéndome a mi madre.

Ella era una señorita estirada y correcta y palabras como «puto» o «zorrón» no formaban parte de su vocabulario. Sin embargo, otras como «divorcio» o «abandono» sí lo hacían.

—Ni siquiera vamos a hablar de ella. ¡Menuda zorra!

—¿Sabes? Es espeluznante que me lo digas ahora, tienes los colmillos manchados como si acabaras de comerte el hígado de alguien. —La coloración roja de la cobertura de la tarta hace que parezca que sus dientes chorrean sangre.

—Bueno, lo hice. Resultó una experiencia muy agradable acompañada de Chianti y judías —me responde con su mejor imitación de Hannibal, para terminar con un extraño siseo.

Los dos volvemos a reírnos, ganándonos una mirada desaprobadora de la encargada de la elegante confitería.

—Será mejor que te calles. Estoy seguro que da mala suerte que te echen de la pastelería un mes antes de la boda.

Up brinda una tímida sonrisa a la encargada y me habla sin apenas mover los labios.

—Si tuvieras a mano un trozo de carbón, podríamos inmovilizarla, metérselo por el culo y venir dentro de unos días a recoger un diamante enorme.

—Pues yo estoy seguro de que lleva algo más de tiempo que el carbón se convierta en diamante, Up.

—No, en ese culo tan apretado no.

Miro de reojo a la severa mujer y cambio de idea.

—Es posible que tengas razón.

—Bien, ahora que tenemos el cerebro bien nutrido por el azúcar que recorre nuestra sangre, tenemos que aprovechar para trazar un buen plan que permita que conquistes a Tharn ante las narices de Marissa. Te aseguro que ver la cara que se le quedaría a la estirada de tu prima sería el mejor regalo de bodas que podrías hacerme.

—¿Qué? ¿Te has vuelto loco? ¡No pienso conquistarle! Además, me parece que no le van los chicos, solo las chicas.

—¿Por qué no? Me parece que es justo el hombre ideal para ti.

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