Capítulo 30: Irrespetuosa

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¡Él estaba ahí!

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¡Él estaba ahí!

Esa pequeña embustera dijo que aún no regresaba de su viaje.

Connor suelta una carcajada en el lado del conductor.

—Eso sí es tener suerte.

—Cierra la boca.

—No dijiste que estaba tan bueno, hasta yo me hubiera postulado para ese trabajo.

—Cierra la boca, Connor —repito.

Miento si digo que no me gustó verlo. Estaba tan lindo con esa camisa blanca y los pantalones que ajustan su trasero de manera perfecta. Estaba tan sexi, que con tan solo recordarlo podría mojarme las bragas.

Llegamos al restaurante donde planeó Emmie que nos encontraríamos. Fuimos a la mesa y ya estaban ahí, excepto Rose. Connor contó todo lo que pasó desde que llegamos a la galería hasta que salimos, mientras yo bebía el vino que pidieron. Ellas se matan de risa con las expresiones que él usaba y las palabras como "tensión sexual de aquí a la galaxia de al lado" o "tiene un culito redondo y perfecto que pide a gritos que alguien lo manosee". Y luego estaban las tres alzando sus manos alocadamente diciendo "¡Me ofrezco como tributo", y todo para apretar el sexi culo de Aaron.

Rose llegó más tarde con una gran sonrisa y se unió a la charla sexual que estaban manteniendo los cuatro, ahora cinco. Mientras yo les dedicaba miradas reprobatorias.

—¿Cuánto le mide? —pregunta Kathy, para luego absorber su bebida de la pajita.

—¡No! No quiero saber eso—Rose se tapa los oídos y ríe ante su expresión de horror.

—¡Si, si! ¡Cuenta, cuenta!— Lula apoya su cabeza en sus manos como niño esperando que le cuenten un cuento.

—No lo sé.

Si lo sabía. Oh, lo sabía perfectamente.

—Vamos, June, dinos— insiste Emmie.

—Es alto, así que unos diecisiete le debe medir —acota Kathy.

—Y tiene músculos, ¿Diecinueve?— pregunta Connor.

Oh, no, más. Mucho más.

Pero me quedó callada esperando que saquen sus cálculos.

—Ah conozco esa cara, ¿Veintitantos?— me acusa Emmie.

—¡Imposible! —Lula estampa sus manos en la mesa— ¡Esos están extintos!

—¡Oh, si! ¿Veintiuno, verdad?

Me limito a tomar un sorbo de mi vino.

—¡Mesero! ¡Traiga una cinta métrica!— le pide Kathy agitando su mano para llamar la atención del personal.

No sé cómo consiguieron una cinta métrica en un restaurante, pero ahora los cinco, incluida Rose, que ya destapó sus oídos, se pusieron a hacer cálculos de miembros y sus longitudes.

Ni Que Fuera Casualidad [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora