Capítulo 63: Un día gris

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La vida es una perra cuando se lo propone

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La vida es una perra cuando se lo propone.

Te da momentos de felicidad inolvidables, te llena de alegría, te da el amor que mereces, da cosas, da amistades y amores. Pero luego, la muy perra te abofetea, te golpea para que aprendas que no todo es rosas y corazones. Te va a dar una rosa pero no advierte que te la va a sacar y te marcará con sus espinas.

Yo sabía que los caos de mi vida aún no estaban todos solucionados. Los últimos meses me he esforzado por ir arreglándolos poco a poco. Más no creí que el peor de todos nos llegaría tan pronto. El más doloroso y lastimero, como lo es perder a alguien, llegó a nuestras vidas en el momento más feliz que una vez viví, como lo fue adoptar a mis hijos.

El día más feliz se convirtió en el más triste.

Estábamos en la sala de partos esperando noticias. Aaron no dejaba de caminar de un lado al otro, no me dejó ni siquiera abrazarlo para consolar su desesperación y lo respeté porque sabía perfectamente que los abrazos lo iban a derrumbar. Así que me concentré en Hanna, estaba con su cabeza en mi regazo, yo acariciaba su cabello. Jackson y Lucinda estaban sentados frente a nosotros y me gustaría saber que pasaba por la cabeza de mi suegro, pero su mirada inexpresiva clavada en el suelo hace más de una hora no me dejaba saber nada. Lucinda acariciaba su brazo y besaba su hombro, de vez en cuando le decía cosas al oído pero él no tenía la más mínima reacción.

Los padres y hermanas de Zander llegaron tiempo después, Jackson estaba demasiado ido como para darles atención, el carácter de mierda de Aaron estaba a flor de piel así que yo me encargué de ellos. Fred también vino junto a las chicas. El ambiente estaba tenso, como si todos supiéramos que estaba por pasar pero nadie podría decirlo.

Los niños se quedaron con Harvey y Will, quienes estaban en la ciudad y Jasper asistió a la intervención de mi amiga. Hablé por teléfono con mi papá cuando pude, contándole las nuevas noticias, me habría gustado decirle de una forma más alegre que ya tenía nietos, pero la tristeza me consumía.

Y todo el mundo se paralizó cuando vi doctores correr por la sala entrando al pasillo donde nos dijeron que estaban los quirófanos. Todo mi cuerpo se tensó y Aaron dió dos zancadas hasta pegarse a la puerta y mirar por el cristal hacia adentro esperando algo. Tomé su brazo y no bajó la mirada a mí pero apretó mi mano como si buscara fuerzas. Apoyé mi cabeza en su hombro y noté lo fuerte que latía su corazón y como su cuerpo temblaba.

Estaba perdiendo a su hermanita.

Le aparté la mirada de la puerta y apoyé su cabeza en mi hombro intentando relajarlo. Noté como poco a poco me fue aceptando, se dejó sostener por mí. Una hora más estuve con la espalda apoyada en la pared y la cabeza de Aaron en mi cuello.

Fui la primera en ver a través del vidrio como Zander venía por el pasillo del quirófano. Caminaba lento, con la mirada fija en el suelo. Palmeé el hombro de Aaron y de inmediato miro a su amigo llegar a nosotros. Arrastró las puertas para pasar y lentamente recorrió su mirada por todos los presentes que esperábamos que nos diga algo, o una reacción en él.

Ni Que Fuera Casualidad [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora