Capítulo 52: Odio

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Siento que desfallezco cada segundo que no la tengo a mi lado

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Siento que desfallezco cada segundo que no la tengo a mi lado. La extraño, joder. Las extraño a ambas y no tengo ninguna.

He pasado días en velo buscando la solución, la manera de traerla de vuelta conmigo, pero nada sirve. Madelyn se la llevó muy lejos de mí y no me deja hablar con Violett. Un mes sin ella y se siente como una vida.

A Juniper puedo verla aunque no estemos juntos, pero a Violett no y eso me rompe. Es mi pequeña, es mía, no pueden llevársela como si yo fuera nadie.

El timbre de mi casa suena a las tres de la mañana y no pienso moverme. No he pasado unos buenos días y este no es la excepción, no duermo pensando en dónde estará mi nena, o qué estará haciendo. Quiero que la traigan conmigo y volver a tenerla para mí.

El timbre vuelve a sonar y me harto. Voy a la puerta sin ponerme una camiseta ni nada, quién sea que moleste a esta hora se las verá conmigo y mi humor. Abro la puerta furioso y...

Unos ojos verdes se levantan de inmediato para verme, le falta el brillo de siempre, está triste. Veo que está húmeda y me doy cuenta que está lloviendo afuera, ni siquiera me di cuenta cuando inició a llover. Trae puesto ese precioso vestido que tenía en su graduación esta tarde, porque si, no me resistí a ir a verla.

—¿Qué mierda haces aquí?— miro al pasillo buscando yo que sé.

—Yo...yo...—tartamudea y no dice nada.

Tengo sentimientos contradictorios con Juniper. Siento que todo me pide que la culpe por mis desgracias, pero no puedo hacerlo. La quiero y no puedo culparla por tener a un idiota de ex novio que logró poner a todos en mi contra. Eso no es su culpa. Pero a la vez sé que desde que ella entró a mi vida todo ha sido un caos y todo lo que vivimos me llevó a perder a mi hija. No descarto que con Juniper pasé buenos ratos. Se siente una mierda tener que odiarla.

—Vete de aquí —espeto y le cierro la puerta, pero no me alejo. De hecho solo apoyo mi cabeza en la madera soportando el dolor en mi pecho.

—Habla conmigo, por favor —susurra del otro lado.

Volver a oír su voz no se siente bien para mi cordura.

—Te odio —susurro y escucho un golpecito como si también hubiera apoyado su cabeza en la madera—. Te odio mucho.

—Puedo vivir con eso.

—Te quiero fuera de mi vida y la de mi hija— digo lo que tanto pienso y duele decirlo en voz alta. Mis ojos me arden y siento una lágrimas deslizarse por mi mejilla como un patético.

—Estaré fuera para siempre.

—La extraño mucho...

—Como todos.

—Es todo para mí y por tu culpa la perdí— aprieto los dientes furioso conmigo mismo por decir aquello.

—Yo también me culpo por ello— su voz se oye rota. La estoy rompiendo con mis palabras pero no puedo parar de decirlas, es como si quisiera que sienta lo que yo siento.

Ni Que Fuera Casualidad [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora