Capítulo 71: No te vayas

26.9K 1.7K 232
                                    

Volvimos de la preciosa Luna de miel y he vuelto enamorada de Costa Rica

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Volvimos de la preciosa Luna de miel y he vuelto enamorada de Costa Rica. Me encantó cada lugar que conocí y me prometí volver. La comida era otra cosa exquisita que logró satisfacer mis antojos.

Pasamos por los niños en cuanto volvemos a casa y nos duchamos. Les contamos todo lo que hicimos y les muestro las fotos que tomé. Mateo no deja de abrazarme aún cuando hablamos con ellos todos los días y casi todo el tiempo, los extrañé mucho.

—Miren—Hanna les enseña la foto mía con las trenzas africanas subida a una atracción. Ríe y me hacen preguntas de todo.

—¿Y cómo son los costarricenses?— me pregunta Emmie.

—Son personas agradables, hice amigos.

Todos están muy contentos con los obsequios que les traje, Aaron no entendía porque le compraba cosas a otras personas en nuestra luna de miel, pero yo no soy egoísta como él y cada cosa que vi que me recordó a alguien la compré. Hasta para Bobo y Diva que corren por el parque de Jackson.

Mi suegro, mi esposo y Fred vienen desde adentro para sentarse con nosotras. Lucinda nos sirve café y galletas y la merienda para los niños.

—¿Y Zander y Amari?— pregunto.

—Ya están instalados. Miren —Lucinda nos pasa su teléfono con una foto de padre e hija. La pequeña está creciendo sana y fuerte, Rose estaría orgullosa.

Mateo gira su cabeza en mi pecho para mirar y estira su mano hacia la foto.

—Es tu prima, Mateo. Mira qué bonita está.

—Fea.

Reímos y hunde su cabeza en mi pecho negado a soltarme. Me extrañó tanto como yo a él.

—Bueno, es hora de irnos— dice Aaron, ni siquiera se había sentado, solo estuvo parado detrás de mi silla impaciente como siempre.

—Quédense a comer, prepararé estofado, les encantará— ofrece Lucinda.

Miro hacia arriba, Aaron baja su mirada a mí y bufa al enterarme.

—De acuerdo, solamente porque en casa tengo que cocinar yo y no tengo ganas.

Sonrío satisfecha y miro a Lucinda.

—¿Necesitas que te ayude en algo?

Está por responder cuando mira a Aaron y vuelvo a subir la cabeza para verlos haciéndole muecas para que decline mi ofrecimiento. Lo golpeo y baja su mirada a mi sonriente.

—¿Qué sucede, cariño?

—No te pases de listo.

—Para nada, cielo. Dices tonterías.

Al final no puedo ayudar a Lucinda, pero no porque no quiera, sino porque Mateo no se me despega y hasta se duerme una siesta sobre mí y cuando quiero dejarlo despierta buscándome.

Ni Que Fuera Casualidad [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora