Siete

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— Muchas gracias, señor Henry. ¿Mañana a la misma hora?

— Si. A las cinco te esperó.

Yibo acomodo sus pertenencias y las puso en la maleta antes de salir de la panadería... No había terminado de dar un paso afuera cuando Seung le alcanzó.

— Yibo... Yibo...
— ¿Si?

— ¿Te puedo acompañar?—  El rubio le  sonrió al hombre, que era el administrador de la panadería e hijo del dueño del pequeño negocio. 

— ¿Me quieres acompañar? — Sus mejillas se tornaron un poco rosadas al igual que las de Seung.

— No es bueno que vayas tan tarde por ahí sólo. 

— Uhmmm... Me conozco bien el camino. No me voy a perder... — Se burló mirando al piso timidamente, lo cual le daba una buena señal al administrador. 

— Un doncelito como tu por ahí sólito.

— Tampoco habrá peligros. Conozco a todos los vecinos. 

— Está bien. Está bien. Me atrapaste.

— Yo sólo quería pasar un poco más de tiempo contigo. Últimamente el trabajo es estresante. 

Yibo suspiro de forma pesada, sus pies dolían. — ¿Me lo dices a mi?. Hoy estuve de pie todo el día. 

— Con mayor razón. Me aseguraré de que llegues a casa. Puedo cargarte si te cansas mucho... O si te duelen tus hermosos pies.  

— Jajaja... ¿Qué dices? ¿Cómo me vería yo montandome en tu espalda? 

— Lindo. Tu siempre te ves lindo...

Yibo se sonrió mordiéndose el labio inferior y enseguida palmeó su hombro y fue cuando la mirada de ambos se conecto.  

En la entrada de la panadería debido a que apenas  habían terminado los turnos, un cliente carraspeó su garganta. 

El hombre se había vuelto usual y siempre le dejaba algo de propina a Yibo. 

Yibo terminó por aceptar que Seung le acompañara en la mitad del recorrido ya que su casa estaba muy cerca. Sin embargo, no le dió nada más que una linda sonrisa antes de cruzar la esquina... Y esto porque le pareció ver una de las camionetas de los Xiao a lo lejos, más espeficamente el rostro de Yixuan. Otro de los chicos que había crecido con el. 

Yibo bufó molesto... No era la primera vez que sentía que lo vigilaban.. Que lo perseguían. Y eso sólo le hacía odiar más a Xiao Yang. 

Mientras Seung regresaba feliz a la panaderia de su padre, habiendo tomado la mano de Yibo. Pudo escuchar los estruendosos vidrios quebrandose. Su corazón latió muy rápido y corrió a ver que sucedía. Su papá.

Sehun...  Hacía un desastre. Al verlo, la puerta de la camioneta se abrió, un hombre alto con un semblante imponente y mirada perversa se  bajó y varios hombres le siguieron. 

— ¿Cual es el problema? Nosotros no nos hemos metido con nadie. — Exclamó el anciano, padre de Seung que fue retenido por dos hombres. 

— Esta es una advertencia. — Yixuan caminó alrededor de Sungjoo. 

— ¿Advertencia sobre que? 

— Debes aprender a no tocar.... A no mirar lo que me pertenece. Ni siquiera tienes permitido respirarle cerca.

Seung frunció su ceño. Su padre regañó. — Seung.. ¿Qué es lo que hiciste? ¿Por qué está gente está enojada contigo?. — Su padre quería golpearlo. 

— No lo sé padre... No lo sé... Lo juro. 

— ¿Ah no lo sabes? ¿ Crees que no he visto como miras a Yibo? 

— ¿Ah? El es soltero. Me ha contado quien es usted y como lo molestan. Usted no tiene ningún derecho y el no es un objeto para que usted.. 

Otro golpe a la vitrina. — ¿Según quien? ¿Tu sabes con quien te estas metiendo?

— Yibo... Es mi perra.

— El no es... — Varios hombres lo contuvieron sosteniendo sus manos. El estaba furioso y ni siquiera podía medir las consecuencias. Estaba tan enojado que solo pudo reaccionar cuando su padre recibió el primer golpe.

— Está bien... Está bien... — El chico accedió a todo lo que Yang le decía.  

Asustado. Empezaron a recoger todo cuando Yang se fue.

Yixuan regresó y lanzó unos billetes. — Que sea la última vez, si tengo que visitarlos de nuevo...Será lo último que vean.  — Se giró de nuevo. — Por cierto, aquí nada ha pasado. 

Ambos asintieron. Nerviosos. 

Yibo en el otro lado del pueblo. Se había estado mordiendo los labios. Después de ver la camioneta negra temía tanto por las personas a su alrededor, por las personas que lo habían ayudado... Sobretodo por su madre.

Al día siguiente se levantó a las  5 como siempre. Pero a diferencia del rostro amable de Henry que siempre tenía encontró uno miedoso. Seung tenía prohibido mirarlo.

— Yibo... No. Lo siento. No puedes trabajar más aquí. No vengas. No nos pongas en peligro.

No tuvo que preguntar. Al ver que estaban pintando y restaurando vitrinas el rubio se hizo a una idea. Sabiendo que tenían que pagar las facturas pronto... Se fue a otros negocios aledaños e incluso ofreciéndose a trabajar por lo mínimo nadie lo quería. Parecía que Yang les había advertido..

Estaba jodido.

Tomó su celular viejo y llamó a Wenhan... Después de caminar todo el día por los alrededores. Por supuesto se percataba de la camioneta negra sobre el.

 — Acepto. — Con su tono frustrado fue lo único que le dijo.

Hijo de La Mafia. 《ZhanYi》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora