𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐄𝐃𝐈𝐅𝐈𝐂𝐈𝐎 𝐄𝐍𝐓𝐄𝐑𝐎 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐀𝐁𝐀 𝐔𝐍 𝐒𝐈𝐋𝐄𝐍𝐂𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐁𝐀𝐍𝐃𝐎𝐍𝐎 𝐐𝐔𝐄 poco a poco se perturbó una vez llegué azotando la cristalera con el carro metálico. Minutos después, convencida de ser lo único viviente que deambulaba por la ruta, algo se agitó ansiosamente en la oscuridad. Algo que no parece ser algún paquete de mercadería que por equivocación cayó al suelo, pues el correteo —a veces semejante a un aleteo dispar— es un sonido constante. Logro recomponerme de la rigidez del espanto a los pocos segundos y corro hacia otra estantería colocándome la mochila a tropiezos; la luz de la linterna tiembla conmigo cuando mis ojos no pueden adaptarse a la velocidad con la que mis manos alumbran los rincones brumosos. ¡Ármate de valor!, me digo a mí misma. ¿Y si los animales no han muerto del todo? ¿Y si es un murciélago que tomó de cueva el cadáver del centro comercial? Nadie con vida apareció frente a mí desde la taxidermia; jamás me preparé para una contusión de este tipo.
—Mierda... Mierda —susurro con agitación. La oscuridad maciza se expande como una bomba de entrañas y no logro ver nada más allá de mi cuerpo. La bomba estallando dentro de mis costillas no me deja percibir más sonidos que los de mis pies moviéndose rápidamente. Sin embargo, tengo la leve percepción de seguir escuchando disturbios a lo lejos. Luego más próximos. Y así.
En el suelo, además de un cúmulo de polvo —y seguramente cenizas de los guardias de seguridad—, la mercadería esparcida me hace tropezar más de cinco veces. Ni siquiera sé por qué corro; solo sé que la misma fuerza bruta que me impulsó a seguir respirando durante los últimos meses me está empujando insistentemente por la espalda. Por ende, sigo lanzándome por los corredores como un ciego persiguiendo la luz, tratando de sostener la linterna que poco a poco se va resbalando de mis dedos sudorosos. En un instante, llego al final de un pasillo sin salida. Es la sección de juguetería, y veo una espada de plástico arrojada a dos metros bajo el primer barrote de un estante. Más allá de eso, los objetos languidecen en la oscuridad como pequeños y abandónicos mausoleos.
Durante el breve momento en el que miro hacia todos lados en busca de una salida, el minúsculo sonido de la primera vez vuelve a repetirse. El sudor desciende súbitamente por mi espalda al recordar que la muerte es un estado indoloro una vez se cruza la línea del cierre; no importa qué tan plena se viva la vida en términos generales. Termina siendo un hecho inexorable para todos. Luego de pensar en el inminente desespero por luchar antes de cruzar los últimos renglones de mi propia historia destinada a resumirse en el olvido, un peso a mi izquierda ejerce presión sobre mis hombros. Lo que veo es, por consiguiente, el suelo cuyo tamaño es aumentado regularmente y, de la nada, mi cabello se interpone creando un muro entre la oscuridad y mi rostro. Grito con pavor.
Si el final de la vida se trataba de repasar los recuerdos, entonces había vivido casi dos décadas en huecos desérticos y deshabitados. Nada se reprodujo en mi mente más que la inefable y precipitada preocupación de morir despedazada por dolores inhumanos. Mi vida no era una película de memorias. Era, más bien, una cinta estropeada arrojada al fondo de un cajón.
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𝐓𝐀𝐗𝐈𝐃𝐄𝐑𝐌𝐈𝐀 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼
Fanfiction𝐓𝐀𝐗𝐈𝐃𝐄𝐑𝐌𝐈𝐀 | El 12 de mayo todo cambió para el mundo y, sobre todo, para Thyra... cuando al despertar de su desmayo producido por un ataque de locura y miedo inconmensurable se dió cuenta de que todo el mundo se había disecado para pronto...