❝el carrusel❞ -37

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             𝐃𝐄𝐓𝐄𝐍𝐄𝐌𝐎𝐒 𝐄𝐋 𝐏𝐀𝐒𝐎, y de un momento a otro asocio la estructura en frente con una muy lejana. Papá y mamá, a diferencia de otras familias que mantenían la costumbre de hacer compras grandes una vez al mes, iban semanalmente a los supermercados y llevaban a casa pequeñas porciones de artículos. Dinero, como tal, nunca nos faltaba, pero utilizaban las dos horas de compras para distraerse de sus trabajos. Me llevaban con ellos la mayoría de las veces, y yo simplemente agarraba con fuerza los carros de metal para no separarme de ellos. 

Nada me interesaba de las estanterías. Hubo tiempo en el que tenían que insistirme para que escoja algo entre tantos artículos, como juguetes, cuadernos blancos o acuarelas. Sin embargo, antes de balbucear mis deseos de querer otro libro, trataba de memorizarme los caminos hacia las bibliotecas internas de los centros comerciales. Si me perdía por alguna razón, mis padres sabrían dónde encontrarme y, también, yo siempre sabría seguir el camino correcto.

—Elspeth Dalia Town Center —pronuncio—. Eligieron un nombre un poco largo, ¿no?

—Escuché peores —dice Bakugo.

Deku se mantiene callado y entra al centro después de nosotros. La puerta desgastada cae al suelo y levanta una gran nube de polvo. En Musutafu la mayoría de las entradas eran de vidrio. Las puertas de este centro son de madera, y las ventanas tienen marcos gruesos, oscuros y barnizados. Pero, aunque cualquiera dijese que su aspecto externo es anticuado, por dentro el hall es impecable. Hay partes en el piso que aún no fueron sepultadas con la tierra que fácilmente entra por los cristales rotos, y las grandes escaleras mixtas anuncian más plantas de la que pude percibir a simple ojo desde la otra vereda.

Los centros comerciales, a mi parecer, eran iguales indiferentemente de cuántas cosas les metieran. Sus interiores laberínticos se aprendían fácilmente husmeando todo con un ojo curioso, y las bibliotecas o librerías siempre compartían planta con el hall o daban cara al estacionamiento. Pero aquí no he visto coches, señales de tránsito o paradas de autobuses.

—Sangre —musita Bakugo.

De la mano izquierda, un pasillo oscuro define la mitad del recibidor. Sus baldosas blancas son perseguidas por un rastro de sangre, y casi puedo recrear el movimiento de un cuerpo siendo arrastrado como si fuese un muñeco.

Nos asomamos.

—¿Un parque infantil?

—Siempre hay niños en todos lados. De alguna manera hay que distraerlos.

—Pero ese muñeco... —murmuro.

—Es un disfraz mal hecho, Thyra —replica Bakugo a mitad del pasillo. Del otro lado, en el centro del pequeño patio infantil, el harapiento disfraz de un conejo rosado yace en un sillón individual. Para no ser ocupado, no se ve desinflado y, además de estar cubierto de sangre, un esqueleto muy pequeño está cerca de su pie derecho—. Mierda, de todo lo que has visto, ¿esto te...?

𝐓𝐀𝐗𝐈𝐃𝐄𝐑𝐌𝐈𝐀 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora