𝐋𝐎𝐒 𝐔𝐋𝐓𝐈𝐌𝐎𝐒 𝐓𝐈𝐄𝐌𝐏𝐎𝐒 𝐑𝐄𝐒𝐔𝐋𝐓𝐀𝐁𝐀𝐍 𝐈𝐌𝐏𝐑𝐄𝐃𝐄𝐂𝐈𝐁𝐋𝐄𝐒, catastróficos y desoladores. Caminábamos juntos, sucios y empapados, mirando los barrios despoblados sabiendo que no nos sentiríamos seguros en ninguna parte. No estábamos intentando pertenecer con exactitud a alguna zona en concreto, pero huir era desgastante. El mundo existía por sí solo, con o sin nosotros. Éramos pequeñas figuras que hervían en los fluidos de la noche y nos envolvíamos a pesar de ser inmiscibles.El día llega más allá de todo, pero desde hace mucho tiempo la luz dejó de ser nuestra salvación.
—Pensé que sería otra cosa la que nos haría escapar antes de tiempo —dice Kirishima cabizbaja. Casi no se le ve la piel en el rostro, pues está cubierto de barro de pies a cabeza. Nuestro estado no es muy diferente al de él, pero tanto Bakugo como yo nos hemos echado un poco de nieve en la cara para poder limpiarnos—. ¿Y ahora qué?
Caminando por horas no llegamos a ninguna parte, pues este mundo inmenso se comprime alrededor de un desierto vaso, abastecido de criaturas inexplicables. No obstante, yo solía preguntarme con regularidad qué pasaría con el mundo si los humanos de la noche a la mañana. En sí, no estábamos extintos, pues había un par de gotas de sangre habitando estas últimas venas oscuras —las calles de una ciudad sin nombre—, en el afán absoluto de permanecer para no morir sumidos en la cobardía. Al fin y al cabo, la fortaleza era lo que siempre quedaba. La abuela volvía a tener un poco más de razón.
Las dudas se responden solas con el tiempo. Los edificios se visten con el verde de la naturaleza que es aquello que come nuestras ruinas hasta desintegrar el último de los escombros. Estos bloques desamparados son los cadáveres que sobrevivieron a los malos tiempos. Y estos prosiguen. Eso es lo peor; más allá de que no podamos hacer nada para detener esta brutalidad con la que arrasan los segundos, es gratificante comprender que hay alguna que otra ciudad que sigue de pie y eso significa que seguirán abastecidas de recuerdos mientras haya humanos con la capacidad de entender, retener y retroceder en la memoria.
—No recuerdo haber visto esto en algún mapa.
—No recuerdo haber vivido antes de la taxidermia —le digo yo. Bakugo me observa con las cejas desplomadas sobre sus ojos entrecerrados por el cansancio de una noche repulsiva. Tengo tantas heridas en los talones que mi cerebro ha llegado al punto de decidir omitir ese ardor profundo sólo para mantenerme concentrada en no caer de rodillas al suelo. Esta humedad intensa que revolotea ante la ligera evaporación de la nieve se me cuela por las grietas de mis huesos rotos provocándome un dolor repugnante—. ¿Será que nos hemos alejado mucho?
La noche caerá en poco y nada. Nos movemos. Cruzamos un puente consumido por la rudeza de la naturaleza con la seguridad de un gran cobarde. El frío viento que sopla emite silbidos y ellos chocan contra las paredes de los edificios en profundo abandono y nos devuelven las ondas que se quedan flotando en esta atmósfera cargada de horror, tensión e incertidumbre. Pese a todo, tras examinar minuciosamente el fondo de mi mochila con Zū parada sobre mis hombros, encuentro un par de barritas de cereal totalmente caducadas.
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𝐓𝐀𝐗𝐈𝐃𝐄𝐑𝐌𝐈𝐀 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼
Fanfiction𝐓𝐀𝐗𝐈𝐃𝐄𝐑𝐌𝐈𝐀 | El 12 de mayo todo cambió para el mundo y, sobre todo, para Thyra... cuando al despertar de su desmayo producido por un ataque de locura y miedo inconmensurable se dió cuenta de que todo el mundo se había disecado para pronto...