"silencio obsoleto" -27

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            𝐇𝐀𝐂𝐄 𝐅𝐑𝐈𝐎 𝐘 𝐄𝐋 𝐌𝐔𝐍𝐃𝐎 𝐄𝐒 𝐁𝐋𝐀𝐍𝐂𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐍𝐃𝐎 pisamos de nuevo el descampado

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            𝐇𝐀𝐂𝐄 𝐅𝐑𝐈𝐎 𝐘 𝐄𝐋 𝐌𝐔𝐍𝐃𝐎 𝐄𝐒 𝐁𝐋𝐀𝐍𝐂𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐍𝐃𝐎 pisamos de nuevo el descampado. La zona de aterrizaje es una línea grisácea entre toda la nieve acumulada, que sigue cayendo como un granizo. Aun así, mi cuerpo se siente caliente por haber corrido durante todo el camino de vuelta a nuestra casa provisoria. Bakugo, para el hombre rudo que aparenta ser todo el tiempo, está encogido como un caracol en su caparazón. No ha parado de morderse los labios durante todo el camino y ahora tiene toda la boca con sangre seca. Antes era roja; ahora se ha vuelto marrón.

Cuatro minutos más andando y estamos abriendo las puertas del avión. La tarde es corta. Hemos pasado casi todo el día buscando señales para poder ubicarnos y así ser capaces de volver a casa. Siendo otra la situación, fácilmente podríamos habernos perdido para siempre. Tal parece ser que aquí en este nuevo mundo las rutas constantemente cambian como si en el suelo hubiese placas que alguien mucho más allá de nuestro entendimiento va cambiando a su gusto.

—¡Han vuelto! ¡Eh! ¡Kirishima! ¡Están de vuelta aquí! —exclama Deku al vernos. Estaba sentado en una de las sillas. Les han cortado los cinturones y con ellos escuché que se habían hecho un torniquete. No supe cuál fue la causa que los llevó a terminar tan heridos. A pesar de todo, siguen moviéndose bien y ninguno parece estar inmovilizado.

Kirishima aparece desde el fondo. Estaba de cuclillas por detrás de una silla afilando un cuchillo. Es uno que podría encontrarse en cualquier cocina. Largo, color metálico... sólo que ese en especial ya no es tan brillante como debería serlo uno en buen estado. De todas formas, si aún conserva un poco de filo como para atravesar la carne de algún Ghantano, entonces sirve.

—¿Chicos? ¿Dónde estuvieron? ¿Por qué tardaron tanto en volver? Estuvimos preocupados y no pudimos pegar ni un ojo en toda la noche... —dice Deku—. Creímos que los Noctiluca los agarraron.

—Hay más cosas de las que ocuparse ahí afuera —contesta Bakugo, a la defensiva como de costumbre. El calor contenido dentro del avión me atraviesa con facilidad. Ahí afuera, a la deriva como estuvimos nosotros, fácilmente podríamos haber agarrado alguna neumonía. Supongo que estar constantemente pasando por situaciones difíciles ha hecho que nuestros cuerpos se enfoquen en otras cosas.

En realidad, nada nos asegura que no nos estemos muriendo poco a poco. Es atemorizante lo fácil que es para el frío entumecernos el cuerpo. Morir sepultado entre tanta nieve, al final, no termina siendo una mala idea.

—¿Qué ocurrió? —Los ojos de Kirishima se abren con fuerza y se guarda el cuchillo en el gran bolsillo de su pantalón. Mala idea. Deberíamos conseguirles un arnés; si es que Bakugo no carga con alguno extra encima. Siempre saca cosas nuevas de donde yo no lo sé. Su mochila debe ser alguna clase de bolsa mágica de la que puede sacar lo que desee. Menos sus armas.

—Problemas con los bichos... —le respondo en voz baja. Los ataques no suelen ser demasiado agradables de recordar. Si menciono nuevamente lo que ocurrió en el subterráneo lo más probable es que me ponga a temblar. Bakugo tiene la misma reacción, o eso creo yo, cuando intento hablar de lo que sucedió en el puente—. Había uno de esos bichos tochos cerca de donde estábamos, por lo que tuvimos que correr en la dirección contraria. No sabíamos en dónde estábamos y pasamos la noche metidos en un departamento cualquiera. La cosa se puso difícil, pero lo bueno es que conseguimos un par de armas...

𝐓𝐀𝐗𝐈𝐃𝐄𝐑𝐌𝐈𝐀 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora