❝horror nocturno❞ -04

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            𝐓𝐎𝐃𝐀 𝐋𝐀 𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 𝐌𝐄 𝐒𝐔𝐁𝐄 𝐇𝐀𝐒𝐓𝐀 𝐋𝐀 𝐂𝐀𝐁𝐄𝐙𝐀 una vez los músculos hervidos a causa de la adrenalina comienzan a bajar su temperatura paulatinamente. A pesar de todo, mis manos no dejan de temblar ansiosamente, aunque aquí no haga tanto frío como ahí afuera. Intuyo que la serenidad no será aquello que caracterice nuestros próximos momentos, pues nos observamos en silencio durante una considerable cantidad de segundos repletos de tensión hasta que ambos nos impacientamos y, por ende, volvemos a mover los labios:

—¿Cómo te llamas? —le pregunto. El interior de esta sala es tan pequeño como una oficina individual, pero no entra la luz del exterior ni por una mísera grieta. Al parecer, el único posible acceso es la ventana del lateral, que está tapada completamente por trozos de sábanas. Sobre el mueble, color negro, hay tubos dorados y minúsculos junto con botellas de agua y, debajo, cajones sin ranuras por las que meter llaves.

—Katsuki Bakugo... —responde con lentitud. El aire comprimido en este búnker es seco y rancio. Tener todo cerrado evita que la zona se airee para descomprimir el mal olor. El motivo de su insistencia en no emitir el mínimo ruido está desconcertándome. Hay algo aquí o allá, sobre las calles, que lo está presionando con continuidad—. ¿Qué hay de ti?

—Thyra Raiden —Omito mencionarle mi apodo... Ya no tiene gracia recordar las pequeñas etiquetas de la gente. Lentamente avanzo hasta las sábanas con Zū revolviéndose bajo mi pelo húmedo por el sudor. Tengo intenciones de correr el trozo de tela para husmear, y hubiese saciado mis intenciones de no ser por su voz mucho más seca y estridente:

—Ni se te ocurra hacer eso.

—¿Por qué? No me has explicado nada y me has jalado del brazo —rezongo—. Me has dado un infarto. No entiendo absolutamente nada de lo que has estado diciendo hace unos momentos. ¿Qué eran esos ruidos que he escuchado al final de la calle?

—Escúchame bien, porque no volveré a repetírtelo —pronuncia ronca y sonoramente. Por momentos parece olvidarse lo del sigilo—. Por las noches esta ciudad se vuelve en un infierno y lo mejor que podemos hacer es quedarnos encerrados y fingir no oír nada de lo que ocurre fuera de esta puerta con pestillos. Si hay que moverse, entonces se utiliza la luz del día. No puedo creer que nadie te haya atacado hasta el momento, y más si has salido a la calle de esa forma tan descuidada. ¿Nunca pensaste en lo extraño que es ese cielo rojo? ¿Ah? ¿Creías que era una tormenta de arena? ¿De esas que duraban, como mucho, un par de horas seguidas?

—Es la primera vez en mucho tiempo que salgo a la calle —le digo, en defensa propia. Sus mejillas huecas se inflan en los momentos donde mis dedos se acercan a la tela hedionda—. ¿Qué iba a saber yo de lo que estaba ocurriendo? Eh, y no me has respondido nada. Lo del cielo es tema aparte... Pensé que era un incendio u otra cosa.

Es mentira. Realmente, por las noches me escabullía por el interior de la casa, alejada de las ventanas para no tener que verle, pues me atemorizaba su causa. Cada vez que le veía de reojo, tenía que retroceder bruscamente con las manos contraídas sobre el pecho. Ver sus tonalidades rubescentes despertaba en mí un desespero horripilante. Como no encontraba explicaciones o respuestas al alcance de mis manos, era mucho más fácil recurrir a la ignorancia de la cual yo tanto solía quejarme.

𝐓𝐀𝐗𝐈𝐃𝐄𝐑𝐌𝐈𝐀 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora