"iniciativa perentoria" -13

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              𝐒𝐎𝐋𝐎 𝐀𝐆𝐔𝐀𝐍𝐓𝐀𝐌𝐎𝐒 𝐂𝐎𝐑𝐑𝐈𝐄𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐑𝐄𝐃𝐄𝐃𝐎𝐑 𝐃𝐄 treinta o cuarenta minutos

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𝐒𝐎𝐋𝐎 𝐀𝐆𝐔𝐀𝐍𝐓𝐀𝐌𝐎𝐒 𝐂𝐎𝐑𝐑𝐈𝐄𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐑𝐄𝐃𝐄𝐃𝐎𝐑 𝐃𝐄 treinta o cuarenta minutos. Cambiábamos de dirección en cuanto veíamos zonas bajas, pero al ver más edificios distribuidos en ciertas partes terminábamos pasándolos de largo al recordar las celdas. Florecía en nosotros una densa sensación de extravío y desorientación que aumentaba en cuanto veíamos a nuestro alrededor y no lográbamos reconocer nada. Sin la gente la ciudad se convertía en un cementerio, en una urna con cenizas antiguas que no dejaban de volarse con el viento. «Tenemos que apresurarnos», había dicho él. ¿Apresurarnos hacia dónde? Dondequiera que estuviésemos, seguíamos igual de perdidos e inseguros que siempre.

—Una puta cara salió desde la tierra, ¿qué me dices de eso? ¿Ah? De haber estado solo habría pensado que estuve al borde de la locura, pero tú lo has visto también.

—¡No lo sé! Escucha, todo esto sigue siendo nuevo para mí.

—¿Y crees que yo estoy acostumbrado? —replica con sarcasmo. Zū duerme sobre mi espalda; ha dejado de moverse hace rato, pero siento su respiración húmeda empapándome las zonas altas de la espalda—. Thyra, la cantidad de criaturas que podríamos desconocer puede ser aberrante. Lo más seguro es que ni siquiera conozcamos el uno por ciento de toda esta boñiga.

—Nos estamos alejando del búnker...

—Lo sé —dice él—, pero no podemos volver hasta encontrar un lugar seguro.

Hemos dicho lo mismo tantas veces que logré perder la cuenta. Nuestro paso no ha aminorado ni un solo segundo. Dejamos de tomarle importancia a la distribución calculada de las zonas para dar lugar a dos cuerpos que simplemente exploran y se guían de los escombros en caso de tener que volvernos a alguna otra parte. Habíamos hablado sobre volver a pasar las noches dentro de los vagones del tren, en la estación, pero tampoco sabíamos cuánto iba a durarnos el escondite hasta que nos descubrieran. Me habría gustado haberme llevado muchas más armas conmigo, a pesar de no saber usarlas en su totalidad. Bakugo se volvió totalmente experimentado en el uso de ellas; yo, más bien, hago uso de otro tipo de arma mucho más confusa e inentendible. Una que no tiene una forma física fija o nítida, sino que se encuentra en todas partes.

Basándome en la trayectoria de nuestros cuerpos, solo queda una sola opción: seguir nuestros instintos hasta dar con el lugar correcto. Hemos entrado a una ciudad normal, sin nombre, donde sabemos que por ser una zona nueva también podría darnos, además de un refugio, una insólita colección de criaturas como en los antiguos bloques. Bakugo camina decidido por la calle. Desde que hemos salido corriendo de las celdas no ha dejado de tocar las armas en sus bolsillos. Sus botas pesadas hicieron huecos en la tierra a medida que corríamos. Por ahora, solo retumban sobre los adoquines. Por el tipo de calle me da la sensación de que nos estamos acercando a un lugar fuera de lo común.

—Thyra, mira —Con el mentón señala una construcción al frente. Un teatro Bunraku en estado de avanzado abandono, pero su forma se mantiene casi igual. La maleza ha consumido sus muros sin huecos; con lo de las escaleras llegaría a pensar que todas esas trenzas verdes se convertirían en serpientes venenosas al llegar la noche—. Entremos.

𝐓𝐀𝐗𝐈𝐃𝐄𝐑𝐌𝐈𝐀 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora