❝suposición❞ -35

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             𝐀𝐏𝐀𝐆𝐔𝐄 𝐋𝐀 𝐑𝐀𝐃𝐈𝐎 𝐄𝐍 𝐂𝐔𝐀𝐍𝐓𝐎 la recogí del suelo. El sonido duró un instante. Luego, cayó la primera gota sobre mi hombro derecho. Era espesa, semejante a la consistencia de la nieve que caía de las alcantarillas del búnker al encontrar calor, pero el frío no era el suficiente para provocarla. Sin embargo, alcé la vista sabiendo que me encontraría con la mirada roja de un cielo cuya luminosidad se había extinguido, y quién sabía dónde y quién sabía por cuánto. Bajé la cabeza; Bakugo analizaba el brazo cercenado con lluvia en las orejas. Gotas caían por su rostro y se confundían o fundían con el sudor.

Pero pasado o presente, es lo mismo, y el futuro un mecanismo de complejidad cuya incrementación es inevitable. Aun así, permito a mi cuerpo sufrir espasmos. Ante situaciones pavorosas la boca se abre y los pulmones se inflan con tal de reservar oxígeno. Es así como poco a poco las extremidades se calientan empezando desde la punta de los dedos y subiendo igual que un parásito hasta freír la cabeza. No sé qué pasos calculados seguir al pie de la letra para volver a un estado de frialdad y sensatez, pero esta nieve se ve fingida y con esta distopía sucede lo mismo. Fríos así no servirán para calmar la calórica bienvenida a una nueva muerte.

—Fresco —dice Bakugo, moviendo el trozo de carne con el pie. Escenas así, en películas, eran rellenadas con sonidos viscosos, pero en esta zona de Elspeth Dalia nada produce más ruido que nuestras respiraciones—. Hay sangre fresca y no hay tejido muerto. No tardará mucho en verse como un trozo de carne chamuscada. Suerte que no hay bichos que aprovechen esta vianda para colgar sus gusanos.

—No puede ser de él... —gimotea Deku. Tapándose la boca no permite que su voz se proyecte con claridad, pero es fácil entenderle. Es decir, en sus ojos abiertos con exorbitancia se advertiría fácilmente que está atravesando una profunda negación.

Bakugo resopla. Se había puesto de cuclillas y ahora, de pie, avanza dos pasos queriendo subirse al cordón. Se queda callado un par de segundos. Frente a él, más al fondo, los edificios son solo manchas muy largas que a duras penas se distinguen con nitidez en la bruma. Noches como estas son inéditas. Es decir, la penumbra es absoluta, pero hay sitios donde la rojez es tan densa que ilumina todo. 

—Podría ser de cualquiera. Pudo haberse defendido —supone sin mirarlo—. En el caso de que sea suyo, pueden dejarlo encerrado en un cuarto, y si recuerda algo de lo que estudió sabrá bien cómo arreglar el sangrado.

—Deku —digo suavemente—, lo encontraremos. Solo..., procuremos estar juntos. Sé que quieres traerlo ahora, pero debemos ser precavidos para no caer en sus trampas. ¿Seguro que no hay algo sobre los Noctiluca que debas decirnos? Me refiero a... No lo sé. Algo importante que se te haya pasado por alto.

—No los conozco... —balbucea. Recibo una corta mirada de Bakugo. Apunta con el mentón el camino por delante, y decido que no haremos más preguntas.

𝐓𝐀𝐗𝐈𝐃𝐄𝐑𝐌𝐈𝐀 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora