El dolor de un niño

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El dolor de un niño




Harry se sentía realmente muy nervioso, no dejaba de mirarse en el espejo en busca de notar algo fuera de lugar. Severus le miraba divertido mientras se colocaba su capa, y luego fue hacia él, mirándole a través del espejo que tenían enfrente, masajeando suavemente sus hombros.


— Relájate, que Ayrton no te va a comer.

— Quiero darle una buena impresión... ¿seguro que estoy bien así, o me pongo la túnica verde?

— No, esta negra que traes es perfecta, al igual que la camisa roja, que tus zapatos bien boleados, que el cabello... bueno, con ese no se puede hacer mucho.

— ¡Severus!

— Bromeaba, todo está bien. Vamos, no podemos hacerlos esperar tanto tiempo.

— Nunca creí que me emocionaría ir a cenar a casa de los Malfoy.

— Pues ya ves las vueltas que da la vida, amor. Apresúrate, o llegaremos a tiempo, pero para el desayuno de mañana.


Harry asintió, y luego de que Severus le ayudara a colocarse su capa, fue por el regalo que había comprado para el niño, era una hermosa escoba voladora de juguete, algo que Severus miró sin mucho agrado pero al final terminó por dar el visto bueno, aunque seguía lamentándose de no haber estado presente cuando el ojiverde la ordenó vía lechuza.


Pero al abrir la puerta para salir, se encontraron con Dumbledore mirándoles de manera enigmática. Severus había hablado con él esa mañana, y conocer de la existencia de Ayrton también resultó una fuerte sorpresa para el Director quien siempre creyó conocer todo de su Profesor de Pociones. Comprobar ahora que no era así y que éste podía guardar secretos para con él, le hacía sentirse inseguro.


— ¿Puedo saber a dónde van?

— Te lo dije esta mañana, Albus, llevaré a Harry a cenar con Ayrton.

— Supongo que Lucius Malfoy estará presente.

— Así es.

— ¿Puedo acompañarlos?

— ¿Porqué?... ¿Es que acaso no confías en mí?

— Hasta esta mañana no sabía que habías sostenido una relación con Malfoy, ni que tuviesen un hijo en común, mucho menos te creí capaz de sacar a uno de los alumnos del colegio sin mi autorización para casarte a escondidas con él... Por favor, Severus, no me pidas ahora que confíe en ti.

— ¡No me va a hacer nada! —intervino Harry, molesto por el continuo ataque a su esposo.

— Tampoco me pidas que confíe en ti, Harry. —respondió procurando hacerlo con suavidad—. Quisiera, pero ya tienes tus antecedentes de actuar arrebatada e imprudentemente, permíteme ahora hacer válido mi derecho de cuidar de mis alumnos.

— Bien. —siseó Severus mientras Harry bufaba incrédulo por la actitud del Director—. Estás cordialmente invitado a acompañarnos, Albus.

— Gracias, entonces podemos irnos.


Severus tomó la mano de Harry y se encaminaron hacia la salida con Dumbledore caminando despreocupadamente tras de ellos. El ojiverde se aproximó a su pareja para susurrarle y que no le escuchara el Director.


— ¿Porqué siempre tienen que desconfiar de ti?

— Podría recordarte que gran parte de tu vida desconfiabas de mí... Olvídalo ya, amor, estoy acostumbrado a estas cosas.

— Lo siento. —se disculpó bajando la mirada.

— No lo dije con la intención de reprocharte nada, yo comprendo que hayas tenido motivos.

— Te prometo que jamás volveré a desconfiar de tu palabra ¡nunca, nunca, nunca!


Severus sonrió pasando un brazo por sobre los hombros de Harry, esperaba que realmente así fuera.

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Unos minutos más tarde, y gracias a un Traslador, ya se encontraban los tres frente a la puerta de los Malfoy. Severus apretó la mano de Harry para brindarle confianza, nuevamente lo sentía temblar ante la cercanía de ver al niño.


En cuanto la puerta se abrió, un elfo los condujo hacia la sala. Ahí estaban Lucius y Ayrton, ambos luciendo sus mejores galas. El niño lucía encantador con un trajecito turquesa con camisa negra, mientras que Lucius llevaba una túnica negra con plateado. Harry intentó sonreír al verlo, pero su estómago se contrajo de nervios, el rubio era demasiado atractivo, y a su lado se sentía tan poca cosa, apabullado por el porte y la elegancia de quien fuera pareja de su esposo.


En cuanto vio a su padre, Ayrton corrió hacia él. Severus hizo lo mismo levantándole en brazos, feliz de volver a abrazar a su niño.


— Cuando me dijo papá que vendrías me puse tan feliz... ¡tenía muchas ganas de verte!

— También yo, cariño mío, te extrañé mucho. —aseguró dándole un beso en la mejilla.

— Ya no te vas a ir, ¿verdad?


Severus respondió con una sonrisa, pero luego se giró para que el niño pudiera ver a Harry tras de él. Y cuando esto pasó, la carita de Ayrton se iluminó extendiendo los brazos hacia el ojiverde.


— ¡Harry Potter! —exclamó feliz, inclinándose desde los brazos de Severus para besar a un aturdido Harry—. Tengo tu autógrafo enmarcado en mi recámara, es lo más lindo de todo.

— Gracias. —titubeó Harry nervioso—. Yo... te compré algo, Ayrton.

— ¿Para mí?


Harry asintió y Severus le colocó en el piso para que Harry pudiera darle el alargado paquete que el niño desenvolvió emocionado.


— Bienvenido, Potter. —saludó Lucius acercándose mientras su hijo descubría su regalo y corría feliz con su escoba por toda la estancia—. Gracias por el obsequio para Ayrton.

— De nada, es un placer. —respondió sin ocultar que aún moría de nerviosismo.

— Parece que trajeron un invitado no contemplado en los planes. —agregó Lucius mirando a Dumbledore, quien permanecía silencioso tras de Harry.

— Viene en plan de guardaespaldas. —bromeó Severus intentando aligerar el ambiente—. Espero que no te moleste.

— Claro que no. Bienvenido también usted, Dumbledore.

— Te lo agradezco, Lucius.

— Pediré que añadan un lugar en el comedor.


Lucius salió de la sala luego de invitarlos a acomodarse. Todos ocuparon asiento, y Severus se aseguró de que Harry no se separara de su lado. De inmediato Ayrton corrió a las piernas de su papá, sin soltar la escoba de su mano.


— ¡Es hermosa, Harry, gracias!

— Por nada, me alegra que te haya gustado.

— Te vas a quedar a cenar con nosotros ¿verdad?

— Sí ¿te agrada la idea?

— ¡Mucho!... Ven, vamos, te voy a enseñar mi habitación.


Ayrton se puso de pie jalando a Harry de la mano, éste miró a Severus pidiendo su autorización y ante un asentimiento de cabeza, el ojiverde dejó que el inquieto niño lo llevara escaleras arriba. Al quedarse solos, Dumbledore aclaró su garganta.


— El niño no sabe quién es Harry en tu vida ¿cierto?

— Lo sabrá esta noche.

— ¿Qué crees que opine?

— No sé, Albus, y no intentes ponerme más nervioso de lo que ya estoy.


Dumbledore asintió y miró hacia las escaleras donde el niño había desaparecido junto con Harry. Esperaba que nada resultara mal.


Harry miró sonriente cuanto juguete le enseñara Ayrton. Le halagó y le preocupó que el pedazo de pergamino con su nombre ocupara un sitio privilegiado en la mesita de noche.


— Tú eres amigo de mi papá Severus ¿verdad? —preguntó el niño sentándose junto a Harry en el borde de la cama.

— Sí, muy buenos amigos.

— ¿Y vas a venir a visitarnos con frecuencia?

— Pues, eso espero. —respondió nervioso.

— La semana que viene vamos a ir a buscar una escuela nueva. La señora que me cuidaba me enseñó a leer, pero ya tengo que ir al colegio, aunque dice papá que no puedo ir a Hogwarts todavía.

— No, eso será cuando cumplas los once.

— ¿Cuántos años tienes tú?

— Diecisiete.

— ¿Y papá te da clases?... Yo quiero que cuando entre a Hogwarts me dé clases, aunque ahora me gustaría que renunciara.


Harry se mordió el labio para no preguntar, creía intuir la respuesta, cualquier niño que no pudiera ver seguido a uno de sus padres pediría que no trabajara. Eso lo hizo prometerse que no alejaría a Severus más tiempo del necesario, el niño era demasiado pequeño y necesitaba de su presencia.


Severus entró en ese momento salvando al ojiverde, y en pocos minutos ya se encontraban cenando. Lucius ocupó el lugar principal, Severus lo hizo al otro extremo de la mesa con Harry a su derecha y Dumbledore a su lado. Ayrton tenía que haberse sentado junto a Lucius, pero prefirió ocupar la izquierda de Severus. Eso no ofendió al rubio, al contrario, le gustaba mucho ver como su hijo había heredado su debilidad por el ojinegro.


— ¿Y no va a venir mi hermano? —preguntó Ayrton inocentemente.

— Está muy ocupado, Ayrton, otro día lo verás.

— ¿Puedo comer duraznos con crema? —cuestionó olvidándose de Draco, Lucius sonrió ante eso, pero apenas iba a responder cuando Severus se le adelantó.

— Los duraznos son el postre, Ayrton, aún no puedes comerlos.


Ayrton buscó a Lucius con la mirada en espera de apoyo, parecía que con él podría obtener el permiso, pero el ojigris le sonrió negando, eso fue suficiente para que el pequeño empezara a comer los odiados guisantes.


Harry miraba aquello con ternura. Soñaba con tener ya a su propio hijo a quien consentir como lo hacía Lucius, y con Severus a un lado para imponer reglas, aunque a escondidas jugaran rompiéndolas. Sintió su corazón latir emocionado ante la cercanía de ser parte de esa familia, de agrandarla con su bebé. Y supo que Severus se sentía igual pues sintió su mano apretando cálidamente su rodilla, y al voltear a mirarlo encontró una dulce sonrisa en la que le confiaba su amor.


— Ayrton... —empezó Lucius luego de terminar la cena, mientras el niño devoraba sus ansiados duraznos sin importarle batirse con la crema—... tu papá y yo tenemos algo que decirte.

— ¡Papá se va a venir a vivir con nosotros! —exclamó saltando sobre la silla.

— No, y siéntate, Ayrton. —advirtió Severus, el niño dudó un poco pero terminó obedeciendo aunque en su lugar continuó muy inquieto—. Lo que tenemos que decirte es que tu papá Lucius y yo somos muy buenos amigos, pero no vamos a vivir juntos. Yo te visitaré con frecuencia, te prometo que todos los días intentaré venir a verte, Ayrton.

— ¿Ya no nos quieres?

— Ayrton, los quiero mucho a ambos, pero también a otra persona.

— ¿A quién?

— A Harry.


Severus apretó la mano de Harry por sobre la mesa, el niño los miraba alternadamente, sin entender lo que sucedía.


— Harry y yo vamos a vivir juntos, Ayrton. —aclaró Severus al ver la confusión en los ojos oscuros del niño.

— ¿No viven juntos en el colegio?... no entiendo.

— Después del colegio seguiremos viviendo juntos. Nos casamos.

— ¿Casarse?... ¿Tú y Harry?

— Sí, cariño. Él es mi esposo.

— ¿Y papá? —preguntó mirando a Lucius.

— Él y yo somos amigos nada más.


Ayrton bajó el rostro, un par de lágrimas resbalaron por sus pequeñas mejillas. No entendía mucho, pero lo que supo es que su sueño de que sus padres estuvieran junto a él ya no sucedería. Harry miró a Severus preocupado por la reacción del niño. Lucius se puso de pie en ese momento para ir por Ayrton mientras Severus intentaba limpiar su llanto, sin imaginarse que la reacción del pequeño fuera de rechazo y con un manotazo apartó el brazo de su padre.


— ¡No te quiero! —gritó furioso.

— ¡Ayrton! —exclamó Lucius llegando hasta él, el niño saltó a sus brazos, aferrándose a su cuello sin dejar de llorar—. No debes ser grosero con tu padre, ahora mismo le darás una disculpa.

— ¡No!... ¡Que se vaya, que se vayan todos!

— Ayrton, si sigues en ese plan voy a tener que castigarte. —advirtió Lucius.

— Déjalo, Lucius. —intervino Severus afligido por el llanto de su hijo—. Creo que mejor nos vamos, vendré mañana.

— ¡No vengas! —berreó Ayrton—. ¡Si quieres más a Harry, quédate con él!


Severus quería decirle que no era así, pero tenía tal nudo en la garganta que apenas podía respirar. Lucius le sonrió disculpando la actitud de su hijo y se fue con él hacia el piso superior.


— Severus, tal vez sea mejor que te quedes. —dijo Harry acercándose a su esposo—. Tu hijo te necesita ahora.

— No sé si deba cumplirle caprichos. Además, es mejor esperar a que se le pase el enojo, mañana vendré a hablar con él... Perdónale, Harry, te aseguro que no siempre es así.

— Yo no tengo nada qué perdonarle.


Harry abrazó a Severus manifestándole su apoyo y su cariño, el ojinegro le besó en lo alto de la cabeza antes de hacerle una señal al callado Albus para que salieran de la casa.

Garabato enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora