Súplica desesperada

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Súplica Desesperada





Severus pasó toda la noche buscando afanosamente a su hijo. Peinó el bosque prohibido de arriba abajo, se atrevió a solicitar la ayuda de los centauros, e incluso de criaturas más extrañas en las que jamás habría confiado. Nadie pudo darle ninguna noticia del chico, y tampoco se sabía de ningún hecho extraño con el que pudiera estar vinculado.


Posterior al amanecer se dirigió a la Mansión Malfoy, se sentía muy cansado, quería ir a ver a Anthony, asegurarse de que estuviera bien, pero encontrar a Ayrton era prioridad por mucho que le dolía tener que hacer a su otro hijo de lado... sin embargo, cada vez veía menos posibilidades de poder tenerlos a los dos junto a él.


Ya no sabía dónde más buscar. Se refugió en el despacho que fuera de Lucius, sirviéndose una copa de whiskey con la intención de poder quitar ese nudo de su garganta, pero no lo pudo conseguir. Dejó la copa sobre el escritorio y se dejó caer pesadamente sobre el ejecutivo sillón en el que el aristócrata había solucionado todos sus negocios.


— Lucius... ¿Qué hago? —preguntó mirando el enorme retrato del rubio colgando de la chimenea al otro extremo de la oficina—. Ayúdame a encontrarlo... ayúdame a salvarlo, que sin él me muero.


Lucius le sonrió desde su lugar y abandonando su sitio en el retrato apareció de pronto en otro más pequeño colocado sobre su escritorio en el que se encontraba su hijo dormido.


— Es un niño muy bueno, Severus. —aseguró mirando al pequeño que en ese entonces tenía unos cinco años, la fotografía había sido tomada la primera noche que pasó en esa casa—. No lo perderás porque eres un buen padre y sabrás lo que tienes que hacer.

— No lo sé, y eso me desespera. —admitió hundiendo desesperado sus dedos en la negra cabellera.

— No deberías, por algo dejé en mi testamento que recuperabas completamente su custodia, por eso te dejé como su albacea... y a propósito, espero que Draco no se haya enfadado por haber puesto mi fortuna a nombre de Ayrton.

— Lo conoces, no hizo jamás ningún comentario. —y era cierto, Draco no protestó cuando se leyó el testamento, el dinero hacía mucho tiempo que había dejado de importarle, y aunque Lucius dejara a su nombre la cuantiosa herencia de Narcisa, ya multiplicada en todos esos años, Severus sabía que el más joven de los Malfoy seguramente ni siquiera la tocaría, e iría íntegra a manos de sus gemelos.

— Me siento orgulloso de él, y creo que es muy feliz tal como es su vida ahora. Mi intención tan sólo fue proteger a Ayrton porque sé que tendrá una larga vida y que tú estarás a su lado siempre.

— Ya no puedo asegurártelo... hirió a Anthony, y Harry está molesto.

— Lo supongo. —dijo suspirando preocupado—. Tienes que mantenerlo a salvo, Severus.

— Primero debo encontrarlo y no sé en dónde.

— Tal vez debas ir a su habitación. —propuso mirando hacia el techo.

— ¿Crees que no lo he hecho?... no está.

— No estaba... pero alguien acaba de llegar.


Severus se irguió de inmediato y salió sin perder tiempo, el Lucius del retrato se sentó junto a la cama de su hijo de cinco años y cariñosamente le acarició el cabello totalmente rubio que tenía entonces, tenía muchas esperanzas de que un día volviera a aparecer ese Ayrton.


Harry se acercó rápidamente a la cama al notar que su hijo se removía ligeramente, apartó los mechones sudados de su rostro intentando verificar que no hubiera fiebre, afortunadamente estaba fresca, pero sentía su piel demasiado fría.


— ¿Cariño, me escuchas?

— Papá... —gimió Anthony débilmente.

— Aquí estoy, bebé, no te esfuerces demasiado. —pidió recostándose a su lado, abrazándole protector.

— Quiero... a papá.


Harry sintió un fuerte nudo en su estómago al comprender que su hijo llamaba a Severus, comprendió que su magia debía estar afectada y necesitaba de su compañía. Para el ojiverde era frustrante no poder hacer nada por su hijo, tan sólo abrazarle mientras éste continuaba llamando a Severus... Hubiera dado lo que fuera por tener el privilegio de su esposo, él sería capaz de darle toda su magia e incluso su vida entera a su pequeño Anthony.


"¿Por qué no vienes, Severus? —pensó Harry desesperado por la debilidad de su hijo—. ¿Qué no sientes que Anthony te necesita?"

Garabato enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora