Hermanos

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Hermanos



Severus corrió apresurado de regreso a la estación luego de asegurarse que Harry y Anthony estaban bien y tranquilos. Él no podía estarlo sabiendo que su hijo pudiera haber resultado herido. Cuando llegó a las puertas, todo era un caos, la gente se arremolinaba para salir, y él quería entrar.


Con un simple vistazo comprobó que no había habido grandes destrozos, sólo se veía una tubería rota emergiendo de una de las destrozadas paredes por la que dejaba salir algo de agua y vapor, y un par de personas con heridas menores.


Pero lo que más le interesaba no lo encontraba, giraba la cabeza de un lado a otro en busca de Ayrton sin lograr verlo. Le gritó a pesar de saber que su voz no podría escucharse por el escándalo, bufó contrariado por la histeria que provocaba un simple accidente en las tuberías.


Llegó hasta la barrera entre los andenes nueve y diez y aprovechando la confusión que reinaba, la atravesó sin grandes contratiempos. Del otro lado parecía que no sucedía nada. Los alumnos reían y se saludaban entre ellos, los de nuevo ingreso se encontraban junto a sus padres, con la expresión emocionada de ser su primer viaje en el tren.


— ¡Severus! —escuchó que alguien le llamaba.


Al girarse vio a Lucius haciéndole una seña para que se aproximara. Ayrton estaba cerca, sacudiéndose furioso algo de polvo de su traje nuevo, y al ver a Severus giró la cabeza hacia otro lado, se apoyó en una pared cercana poniendo su pie en ésta, los brazos cruzados y luciendo francamente molesto.


— ¿Están bien? —les preguntó cuando llegó hasta ellos—. ¿Vieron la explosión?

— De eso quería hablarte. —dijo Lucius respirando hondo y mirando a su hijo de reojo—. Ayrton estaba molesto porque te fuiste.


Severus entendió de inmediato lo que Lucius le quiso decir, en sus ojos grises se veía la preocupación. Ambos miraron directamente hacia el chico, y éste frunció aún más los labios mientras miraba hacia el piso, pero no era vergüenza lo que le hacía bajar los ojos, sino la rabia contenida que cargaba.


— Debo irme. —avisó Lucius—. Tengo una reunión de negocios... por favor, cuídale mucho.


El ojinegro asintió, guardó silencio mientras Lucius se acercaba a despedirse de su hijo, éste bajó la guardia unos minutos para corresponder al abrazo de su padre, se aferró a él como si de pronto ya no tuviera ningún deseo de marcharse a Hogwarts.


Al quedarse de nuevo a solas, Ayrton recuperó su ceño fruncido y volvió a cruzar los brazos. Severus se le acercó, no quería forzarlo así que simplemente le abrazó apretando sus hombros


— Lamento haberme ido así, pero era sólo por unos minutos, ya ves que he regresado, Ayrton... Recuerda que no eres un niño pequeño para hacer berrinches, y ahora debes controlar mejor tu magia.

— No me digas lo que tengo que hacer... y ya vete, no te hago perder más tu tiempo, yo puedo abordar solo el tren.

— Iré contigo.

— ¡No!

— Dije que iré contigo y eso haré. —concluyó autoritariamente y en esa ocasión el chico ya no pudo contrariarle.


Sin embargo, Ayrton no se mostraba contento con la idea, caminó furioso delante de su padre y no abandonó su actitud cuando ambos se instalaron en un compartimiento vacío.


— Pudiste haber lastimado a alguien. —murmuró Severus luego de acomodar el equipaje.

— ¿Piensas que lo hice a propósito? —preguntó con reproche—. ¡Pues no fue así, y fue tu culpa, y ya deja de mortificarme que me dolerá de nuevo la cabeza!

— ¿Vas a chantajearme con eso?... No pienses que toleraré que adoptes actitudes malcriadas tan sólo porque creas tener algo en mi contra. En cuanto comiencen las clases, te convertirás en uno más de mis alumnos, así que de una vez te lo advierto, Ayrton, si tienes algo que decirme como padre, aprovecha estos momentos.


El chico miró por la ventanilla, el tren ya se había puesto en marcha pero todavía podía escuchar alumnos rondando por los pasillos.


— ¿Puedes, por favor, privatizar el compartimiento? —pidió suavemente.


Severus asintió, algunos alumnos pasaban por ahí con rapidez al ver que su estricto Profesor de Pociones viajaba con ellos y no iba solo, seguramente ya sabrían que su hijo entraría ese año a estudiar a Hogwarts, eso debió haber despertado su curiosidad. Sacó su varita y con un hechizo consiguió que nadie pudiera ver ni escuchar lo que pasaba en su interior.


Al sentirse seguro por eso, Ayrton respiró hondo tomando aire. No miró a los ojos de su padre, pero los músculos de su rostro se suavizaron y Severus tuvo la impresión de estar viendo de nuevo a su niño de seis años, cuando era totalmente feliz al saber que dejaría de vivir escondido.


— Lo lamento. —musitó en voz baja pero audible—. Siento mucho estarte dando tantas molestias, padre.

— Ayrton, no me molestas, pero sí me preocupa verte actuando de esa manera.

— No quiero pelear más contigo, prefiero cuando hablamos así... con tranquilidad.


Severus se permitió esbozar una suave sonrisa, abandonó su lugar para sentarse junto a su hijo abrazándole cariñoso. Ayrton se recargó en su pecho, sonriendo también. Ahora que la furia había pasado se sentía decidido a hacer todo lo posible por mejorar su relación con Severus... después de todo, ahora vivirían ambos en castillo, lejos de los demás.


Sólo ellos dos... nada podía ser más perfecto. Ayrton suspiró aliviado, convencido de que esos sentimientos que le alteraban tanto desaparecerían muy pronto.


Unas horas más tarde, Ayrton daba vueltas sobre sí mismo en el compartimiento, estaba feliz llevando las túnicas del colegio. Severus tan sólo lo miraba sin poder ocultar lo enorgullecido que se sentía de tener un hijo ingresando en Hogwarts, y lo bello que lucía con esa risa tan sincera y libre de rencores.


Cuando bajaron del tren, al chico no le importó tomarse de la mano a su padre, pese a que las miradas de los demás alumnos estaban fijas en ellos, observándoles como si fueran bichos raros. Algo había escuchado del carácter de Severus en el colegio, algunos de sus amigos de su anterior escuela tenían hermanos mayores y le habían informado, pero eso no le importaba.


Severus se inclinó un poco para hablarle de cerca en el momento en que Hagrid llegó para llevarse a los de nuevo ingreso, a él tampoco le interesaba que los miraran, ya se vengaría de esos entrometidos que les observaban sin descaro. Besó a su hijo en la frente, asegurándole que estaría pendiente de la selección.


Unos minutos más tarde, el Profesor también se había quitado las ropas muggle que llevaba y volvía a adoptar su apariencia siniestra del temible Profesor de Pociones. Llegó al comedor justo a tiempo de ver cómo llegaban los niños de primer año, y Mcgonagall los formaba en hilera.


— Debes sentirte muy orgulloso. —le dijo Dumbledore cuando se sintió a su lado.

— Y muy feliz... ahora tendré más oportunidad de verlo.

— ¿Y Harry? No lo he visto pero supe que volvió.


Severus asintió volteando a ver a su amigo, y Albus pensó que hacía tiempo no veía ese brillo de ilusión en los ojos negros, comprendió que las cosas no iban tan mal y ellos podían tener esperanzas. Ya no siguieron platicando pues la selección empezó.


Severus esperó disimulando su impaciencia por saber en qué casa se quedaría su hijo, creía saber bien a dónde iría, pero aún así no quería confiar demasiado en ese horrible sombrero. Cuando llegó el turno de Ayrton, el sombrero ni siquiera alcanzó a rozar su cabeza cuando ya estaba gritando la casa seleccionada para el jovencito.


Ayrton se puso de pie buscando emocionado a su padre, éste le sonrió sin disimular su orgullo mientras veía a su hijo avanzar hacia la mesa de los Slytherin.

Garabato enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora