Lazos de sangre

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Lazos de sangre



Ayrton desvió la mirada. No soportaba mirar a su padre ahí sentado, en aquella silla apartada, sin compartir el entusiasmo que Lucius tenía aquel día tan especial. Odiaba sus ojos negros tan indiferentes.


— ¡No me gusta! —vociferó cuando Ollivander le mostró una varita más, ya tenía todo el mostrador hecho un desastre, y aún no conseguía que el chico, que recién había recibido la carta para entrar a Hogwarts tuviese la varita adecuada.

— Pero joven Malfoy, debe probarla antes de decir si no quiere la varita. Recuerde que es ella quien elige al mago.

— Aunque me eligiera, no me quedaré con una varita tan insignificante.

— ¡Pero es de las mejores que tengo!

— ¡Que no la quiero!

— Haga lo que él dice y traiga una más. —indicó Lucius mirando de reojo como Severus mantenía la mirada perdida tras el cristal que daba a la calle.


Cuando Ollivander fue a la trastienda, Lucius hizo una señal a su hijo para que fuera por Severus, el chico se rehusó frunciendo el ceño, pero el aristócrata le envió su mirada que no admitía réplica y Ayrton no tuvo más remedio que suspirar resignado.


Ayrton, ahora con once años de edad, era un chico alto para su edad, con un gran porte heredado de la línea Malfoy, pero con la mirada arrolladora y cautivante del ojinegro, su modo de caminar era muy parecido también al de Severus, y hasta parecía imitarlo en sus gestos y actitudes, incluyendo su rostro serio y escasa sonrisa.


— ¿Vas a quedarte todo el tiempo ahí sin decir ni hacer nada? 

— ¡Ayrton! —le reprendió Lucius por el tono duro empleado por su hijo hacia su otro padre.

— Tú querías que le hablara y no puedo hacerlo de otra manera. —refutó sonriendo irónico.

— ¡Discúlpate ahora mismo!

— Que me pida él que me disculpe... A ver si hace algo más que estar sentado.


Severus se puso de pie lentamente. Ayrton sintió de inmediato la impactante personalidad de su padre irradiándose a su alrededor, pero desde hace mucho que eso había dejado de intimidarle, aunque aún le resultaba imposible dejar de admirar cada uno de sus movimientos. Severus tan sólo le colocó las manos en sus hombros para abrazarlo.


— Lo siento, pero es que hoy no me siento bien. —le dijo cariñoso.

— Nunca te sientes bien. —le reprochó suavemente—. No me gusta que siempre estés triste.

— Lo siento.

— No te disculpes, eso tampoco me gusta.

— Entonces entiende, de verdad que hoy me duele mucho la cabeza, pero te prometo que ya voy a poner más atención. Después de todo, no siempre mi niño tiene que elegir su varita.

— ¿Me ayudarás? —preguntó permitiéndose una sonrisa.


Severus asintió y conduciendo a su niño hacia el mostrador esperaron a que el vendedor regresara con un nuevo lote. Lucius estaba feliz del resultado, aún no se acostumbraba a que Severus y Ayrton pelearan constantemente pero siempre disfrutaba de sus reconciliaciones, las cuales se daban muy fácilmente.


Unos minutos más tarde, habían logrado encontrar la varita adecuada para Ayrton, y éste no podía sentirse más feliz al ver que era muy parecida a la de Severus, sin embargo, apenas lo demostró. Aun así, no permitió que Lucius la guardara y la llevó en el interior de su túnica sintiéndola pegada a su pecho.

Garabato enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora