Cazando

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Cazando





Al entrar a su habitación, Severus iba completamente empapado pero ni el frío de las mazmorras fue el causante del estremecimiento que sintió al ver la escena que le esperó tras de la puerta.


Harry estaba sentado sobre su cama, abrazado de sus piernas desnudas, ya se había quitado la túnica de gala y tenía puesta una de las camisas de Severus, sólo eso, cubriéndole demasiado ante lo grande que le quedaba aún. Sus pies cubiertos con calcetas blancas. Se veía tan pequeño, le recordó tanto a su niño Gryffindor, aquel de quien se fue enamorando por su forma de pensar, por la manera en que le sonreía y su timidez. Una timidez que venció contra todo pronóstico para confesarle que lo amaba en un arranque de valentía y celos.


Y ahora lloraba, por su culpa.
Severus se odió por ser el responsable de cada lágrima y del dolor que vio en los ojos verdes sin gafas cuando Harry levantó la cara para mirarle.


— ¡Sev, estás empapado!


Harry se levantó de un salto limpiándose descuidadamente la cara con la manga de la camisa, fue por una toalla al baño y Severus se sintió aún peor, no entendía cómo podía preocuparse por él luego de la forma en que lo había tratado, pero apenas lo tuvo cerca y le apretó con fuerza contra su pecho y hasta le levantó del suelo por el ímpetu usado, sin siquiera darle tiempo de secarlo.


— ¿Sucedió algo? —preguntó Harry preocupado al sentirse abrazado de aquella manera.

— No... Sólo que te amo y que no me podía ir sin decírtelo.

— Severus, yo lo sé. —aseguró más tranquilo, recostando su cabeza en el hombro de su esposo, sin importarle humedecerse también—. Siento la escenita de hace rato, pero...


Harry ya no terminó de hablar, Severus le había colocado una mano sobre la cabeza haciéndola para atrás y ferozmente unir sus labios a él. El ojiverde se aferró entonces con brazos y piernas alrededor del cuerpo de su esposo, correspondiendo con la misma impetuosidad, olvidándose de todo, Severus le llevó hasta la cama, decidido a hacerle el amor desquitándose de tanto tiempo perdido.


El amanecer resultó muy dulce para Harry, no podía dejar de sonreír a pesar de que no durmieron nada en toda la noche y ahora seguían con mimos y jugueteos bajo las sábanas que mantenían a la pareja sin ningún deseo de abandonar esa cama.


— Así que eso te dijo tu hijo. —rió Severus cuando Harry le contó entre beso y beso que Anthony aún insistía con la idea de una hermanita.

— Sí, y me parece buena idea, ¿a ti no?

— Por supuesto... algún día.

— Ah, pero yo quiero que sea pronto. —afirmó Harry poniéndose de pie y recuperando la camisa de Severus que se volvió a poner permaneciendo de pie sobre la cama—. Y ahora que sé que te excita verme con tu ropa, te aseguro que me la pondré más seguido... desperdicié mucho tiempo con la pijama blanca.

— Son diferentes, pero ni se te ocurra dejar la pijama... con esa te ves muy sensual.

— ¿Y así? —preguntó separando los brazos para mostrarse.

— Así te ves... realmente deseable, ven para acá.


Harry rió y sujetándose del poste del dosel de la cama, giró sobre éste jugueteando, disfrutando de ver a Severus ansioso de que fuera a sus brazos.


— Harry... ven. —insistió el ojinegro a pesar de que disfrutaba de verlo feliz, quería besarlo y abrazarlo fuerte.

— Ahora voy... es sólo para que me desees más.

— Ya no puedo desearte más ¿vienes, por favor? —pero Harry negó y ágilmente fue hacia el otro poste al que también rodeó sujetándose con una mano—. ¡Garabato, te vas a caer!

— Claro que no... ¿sabes? Soy feliz, nada más de estar contigo soy feliz.

— Ya no más juegos... ¿o no querías una hija?


Con esas palabras, Harry dejó de girar sobre los postes y saltó hacia la cama quedando de rodillas y a horcajadas sobre el cuerpo de Severus. Éste tan sólo se encontraba cubierto de la cintura para abajo con una manta y recargado sobre unos almohadones, por lo que sostuvo a Harry rodeándole por la cintura, sonriendo cuando pícaramente, el ojiverde apartó la cobija para quedar directamente sentado sobre las piernas de su esposo.


— Garabato... ¿Sabes lo que estás haciendo? —preguntó Snape cuando el chico empezó a acariciarle los brazos.

— Tengo alguna idea.

— ¿Y sentado justo ahí?


Harry sonrió, podía sentir perfectamente el miembro de Severus acariciando su entrepierna desnuda bajo la camisa, y eso le fascinaba. Inclinándose un poco, sopló cálidamente la piel del cuello de su esposo, a veces dándole besitos, a veces pequeñas lamidas que lograban arrancar gemidos extasiados de la garganta de su esposo.


— Me gustas, Severus, me gusta mucho tu cuerpo, tu olor... me gusta tu aliento, me encanta todo de ti. —le susurró al oído, disfrutando de sentir la respuesta en la piel del ojinegro.


Severus arqueó el cuello dándole más espacio, sentía las manos de Harry ir de sus brazos a su pecho desnudo y él empezó a acariciarlo también, ir por sus piernas e introducirse posándose en la cadera del más joven, apretando con ansiedad la tela de su camisa aun cubriendo el cuerpo del ojiverde. Harry entonces descendió sus manos, y buscando el miembro de Snape lo cercó entre sus dedos, sin dejar de besarlo, de suspirar en su cuello, empezó a masajearlo con suavidad, lentamente.


— Harry... —suspiró Snape placenteramente.


En respuesta, el ojiverde unió su propio miembro ya irguiéndose al de Severus, frotándolo el uno con el otro, consiguiendo en ambas pieles la sensación de chispeantes descargas eléctricas. Severus correspondió rodeándole por la cintura, arqueando aún más su cuello para que Harry no suspendiera con sus caricias, le gustaba sentirse prodigado de mimos y atenciones por parte de su pareja.


— Estás listo. —susurró Harry al sentir el miembro de su esposo tan endurecido que parecía estallaría de un momento a otro—. Y se antoja delicioso.


Severus se apartó un poco para mirarle, Harry entonces pegó su frente a la del Profesor, le sonrió ligeramente antes de subir su cadera.


— Tiemblo tan sólo de desearte, Severus. —le dijo mientras acomodaba el miembro de su esposo posicionándole entre sus piernas, el ojinegro sintió el corazón invadiéndose de placentera ansiedad—. Me emociona tocarte y saber que cada parte de tu cuerpo es mía... ya sólo mía ¿verdad?

— Siempre, Harry, siempre he sido sólo para ti... en mi mente y en mi corazón siempre fuiste tú.


Harry asintió cerrando los ojos, no quería pensar más en aquello que pusiera a prueba su amor, quería convencerse de que solamente ahora serían ellos, y que ya nada jamás podría separarlos. Alzando un poco más la cadera, Harry se colocó en el sitio indicado, y luego, suavemente, fue descendiendo, apretando los músculos de su cara por la fuente de sensaciones que le despertaba el sentir cómo su interior era invadido poco a poco.


— Severus... me gusta tanto saberte tan adentro... tan profundo.

— Muévete... por favor. —suplicó jadeante ante la aprehensión de su miembro.

— No... esta vez disfrutarás de otro modo... Abrázame fuerte.


Severus obedeció, apretó tan fuerte el cuerpo de Harry contra el suyo que sintió la erección del más joven clavándose entre ambos vientres, algo que arrancó un pequeño grito del ojiverde que demostraba lo bien que sentía aquello. Entonces el Gryffindor empezó a moverse, pero no de la forma que Severus esperaba, no había aceleraciones ni empujes, tan sólo suaves círculos que masajeaban su próstata y que al mismo tiempo, contraían sus paredes apretando con más firmeza el miembro de su esposo, acariciándoselo en su interior.


Sin decir palabra, ambos siguieron igual, con estrechamientos a sus pieles, uniéndose tanto el uno al otro que parecía que en cualquier momento se formaría una sola persona. Harry buscó entonces la boca de Severus, devorándola apasionado, consiguiendo con su lengua que su esposo se excitara todavía más.


— No puedo... creerlo. —gimió Snape dentro de los labios del ojiverde—. Me siento... a punto, Harry.

— Pues dame todo lo que tengas, Sev, ¡absolutamente todo!


Severus sintió cada músculo de su cuerpo contrayéndose violentamente ante la llegada de un espasmódico orgasmo que le duplicó los latidos de su corazón. Harry se encogió sobre sí mismo al tener la misma sensación y suavemente mordió el hombro desnudo de su esposo mientras sentía como su interior era inundado en su totalidad y una tibia humedad irrigaba entre los dos cuerpos... una sensación de paz y de satisfacción le llegó de golpe a su alma, como si finalmente hubiera cumplido algo pendiente.


— ¿Será porque te amo que me haces sentir tanto? —se cuestionó Severus luego de recuperar un poco el aliento—. Contigo siempre todo es tan intenso.

— Puede ser, porque te juro que a veces hasta me angustia amarte como te amo, siento que jamás me alcanzará la vida para darte todo lo que quiero darte.


Severus miró directo a los ojos verdes, conmovido por esas palabras, por la enorme necesidad de Harry para amarlo y verle feliz, podía entenderlo porque se sentía igual. El ojiverde le sonrió antes de levantarse y su esposo enfocó su mirada hacia la entrepierna del más joven, viendo como gotas de semen resbalaban entre sus piernas. Harry le sorprendió y sonrió aún más, con sobrada sensualidad permaneció de pie sobre la cama, permitiendo que el rostro de Severus quedara a nivel de su espectáculo.


— ¿Te gustaría bañarme? —preguntó el ojiverde pícaramente.


El Profesor levantó la mirada, pero justo cuando iba a responder, el rostro del Gryffindor borró su sonrisa, y cuidadosamente volvió a arrodillarse sobre el cuerpo de su esposo, pero ahora no con actitud lujuriosa, sino con una extrema palidez y llevando sus manos a su cara.


— ¿Qué te pasa, Harry? —preguntó Severus peinándole el cabello.

— No sé... tuve un mareo, eso me pasa por ponerme de pie sobre la cama. —respondió esforzándose por sonreír.

— ¿No será que ya viene la pequeña princesita? —cuestionó abrazándole con ternura.

— No, amor, no es eso.


Harry se abrazó de Severus, no quería decirle nada más, pero de repente había tenido una muy desagradable opresión en el alma.

Garabato enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora