Anthony

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Anthony




Esa noche, cuando Severus llevó a Ayrton a casa de Lucius, el rubio sintió una gran alegría al escuchar en voz de su propio hijo lo mucho que se divirtió jugando con Draco, y pedía ir a verlo todos los días. Así que, luego de conseguir que se durmiera, se acercó a Severus sonriéndole.


— Gracias, me preocupaba la distancia de Draco, pero por lo menos sé que no está tomándola contra Ayrton.

— No tienes nada qué agradecerme a mí, en realidad fue...


Lucius no le dio oportunidad de terminar, unió sus labios a los de Severus besándole suavemente. El ojinegro no lo rechazó, pero no encontró en él más que indiferencia. De cualquier manera, Lucius no demostró su desilusión, tan sólo terminó el beso tan intempestivamente como empezó y apoyó su frente en la de Severus.


— Lo lamento. —se disculpó acariciándole el rostro—. Sé que no quieres que te bese, pero a veces me es tan difícil teniéndote cerca.

— Lucius... fue Harry quien consiguió que Ayrton y Draco convivieran hoy.

— Debí imaginarlo. —susurró sin separarse.

— Tengo que irme, él me está esperando.


Lucius asintió y finalmente se apartó para dejarlo ir. Al quedarse solo miró a su niño durmiendo plácidamente, lo amaba por sobre todas las cosas, y si no fuera por él, su vida habría terminado hacía casi siete años.


Por Ayrton, sólo por Ayrton podía seguir soportando el desamor de Severus.



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La mañana siguiente, Draco sentía que le dolía hasta el alma para moverse, aunque no podía evitar sonreír al recordar que realmente se había divertido jugando por horas con Ayrton. Y como no pensaba aceptar ante nadie que un niño de seis años le había cansado físicamente, fue hacia la enfermería en busca de alguna poción, esperando no tener que encontrarse con Poppy, así podría tomarla sin permiso.


Entró sigilosamente, pero un ruido en un extremo de la enfermería le sobresaltó. Creyó que había sido descubierto abriendo uno de los anaqueles, y pensaba inventarse un buen pretexto cuando notó que no había nadie. Caminó hacia donde escuchó el ruido y tras uno de los biombos descubrió a Remus ocupando una de las camas.


Ahogó un grito de horror al notar una fea herida en su brazo, parecía haber sido curada hacía poco tiempo pues el aire olía a desinfectante. Pero lo que más le impactó fue el rostro demacrado, cansado y ojeroso del licántropo.


Un suave quejido proveniente de la garganta de Remus le alertó, pensó en irse antes de que despertara y le descubriera pero no lo hizo, el hombre probablemente necesitara ayuda y Poppy no estaba cerca para otorgársela, así que se acercó hasta quedar junto a la cama.


— ¿Lupin?... ¿Necesita algo?

— ¿Draco?... —preguntó esforzándose en abrir los ojos—... ¿Qué haces aquí?

— Vine por un remedio y lo escuché quejarse.

— ¿Un remedio?... ¿Te sientes mal? —cuestionó consiguiendo fijar su mirada en el rubio.


Draco no pudo evitar reírse, el hombre estaba deshecho y le preguntaba si se sentía mal a él. No se dio cuenta que con aquella risa consiguió una gran mejoría en el ánimo del licántropo.


— ¿Es... muy divertido... verme así?

— No mucho, en realidad es algo interesante. —respondió sinceramente.

Garabato enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora