Renunciando por ti

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Renunciando por ti




Ayrton tomó la mano de Harry entre las suyas, y el ojiverde, sorprendido, le miró directamente a sus ojos, sintiendo una profunda admiración por el negro tan intenso que encontraba, tan intenso como el de Severus.


— Siento mucho que Anthony se haya enterado de ese modo. —se disculpó Ayrton—. Quise evitarlo pero no pude... y no es que Draco tuviese culpa, él no sabía que mi hermano no estaba enterado.

— Entiendo, no tienes porqué excusarte, Ayrton, no fue culpa tuya.

— Puedo hablar con Anthony si me lo permites.

— No es necesario... Las cosas se solucionarán, pero agradezco mucho tu ofrecimiento.


Harry se inclinó para dar un beso de agradecimiento en la mejilla del chico, éste se sonrojó bastante por la caricia, aunque de niño estaba acostumbrado a besuquear a cuanto se dejara, ahora ya no, pero seguía gustándole a pesar de sentirse ya crecido.


Desde su escondite, Lucius apretó los puños. Luchó con todas sus fuerzas para no sentirse celoso por el cariño que pudiera emerger entre su propio hijo y su gran rival... no debía sentirse así ¡No debía!... y sin embargo, le fue completamente imposible evitarlo.


El ojiverde se apartó de repente, un dolor ardiente clavando en su cicatriz le hizo llevarse las manos a la frente intentando menguarlo, pero a cada instante se hacía más intenso.


— ¿Harry, qué te pasa? —preguntó Ayrton preocupado.


Harry le miró esforzándose por sobreponerse, no podía permitir que el chico le mirara afectado por ese dolor, aunque él mismo comenzaba a asustarse seriamente. De pronto, una figura llegó hasta ellos, Harry apenas consiguió distinguirlo entre su vista nublada por el dolor.


— ¿Papá?... ¿Qué haces aquí? —preguntó Ayrton al ver aparecer a Lucius.

— ¿Es que ya no te alegras de verme? —cuestionó apretando con fuerza el mango de su bastón.

— Sí, pero... algo le pasa a Harry.

— No, ya me siento mejor. —mintió el ojiverde mirando a Lucius, hizo un esfuerzo por ponerse de pie, por lo que Ayrton le ayudó solícito—. ¿A qué has venido? La visita a los padres no está autorizada actualmente.

— ¿Y lo dices tú?... ni siquiera tienes hijos estudiando en Hogwarts.


Harry no respondió, pero no porque no tuviera idea de cómo debatirle ese argumento, sino por la llegada de Snape con Anthony que le avisó que era mejor callar... además, ese tenebroso dolor aún no se iba.


— Harry no necesita tener a nadie estudiando porque a partir de hoy, él y Anthony vivirán conmigo aquí en Hogwarts. —aseguró Severus sin soltar la mano de su hijo y usando su otro brazo para pasarlo sobre los hombros del ojiverde—. Si has venido, Lucius, a hablar con Ayrton puedes hacerlo, pero tendrás que regresar por la tarde, cuando sus clases del día de hoy hayan finalizado.

— Bien, eso haré... pero ahora quiero hablar contigo.


Severus pidió a su hijo mayor fuera a sus clases, y aunque Ayrton dudó al notar la tensión entre los mayores, pensó que no tenía nada qué hacer y se marchó luego de despedirse de Lucius. Harry, quien se mantuvo tenso durante el abrazo de Severus pero sin separarse, disfrutando de la mirada furiosa del rubio, tuvo que contenerse de protestar cuando el ojinegro le pidió suavemente que le permitiera hablar con Malfoy.


Tragándose su orgullo, Harry tomó a Anthony en brazos para ir hacia las mazmorras. La rabia que tenía casi hizo que se olvidara del dolor de su cicatriz.


— Severus... —susurró Lucius acercándose al otro mago, pero el ojinegro retrocedió volviendo a aumentar la distancia entre ellos.

— Si accedí a hablar contigo es porque también tengo algo muy importante que comunicarte, Lucius.

— Ya me di cuenta. —murmuró apretando los dientes—. Parece que tu relación con Potter va viento en popa.

— Esa es precisamente mi intención, y por lo tanto, debes comprender que tú y yo ya no podemos vernos más.


Lucius palideció de una forma casi macabra con esas palabras, por primera vez en su vida sentía que el aire le faltaba ante la certeza de que Severus no bromeaba y estaba decidido a cumplir su palabra.


— Pero... no puedes hacer eso. —balbuceó desesperado, apoyó su espalda en el tronco de un roble ante el temblor que sentía en sus rodillas.

— Puedo, y lo haré, Lucius.

— ¡¿Y Ayrton?!... ¡¿Piensas abandonarlo a su suerte?!

— Nunca abandonaría a Ayrton, es y será siempre mi hijo... A quien dejaré de ver es a ti, no a nuestro hijo.

— ¡Es exactamente lo mismo y lo sabes! —le reclamó obligándose a erguirse, pero la mirada de Severus le hizo mantenerse a la distancia a pesar de su desesperación—. ¡Prometiste cuidarlo, y ahora te olvidas de esa promesa tan fácilmente!

— ¡No me estoy olvidando de mi promesa, Lucius!

— ¡Es justo lo que haces!

— ¡No!... Yo, he estado investigando y creo que puedo cuidarlo de manera diferente.

— ¿Vas a arriesgarlo todo por Potter?... ¿estás dispuesto a poner a Ayrton en peligro?

— ¡Eso no!... Ayrton no estará en peligro, yo me encargaré de que tenga la vida que merece, que...

— Potter seguramente le tendrá manía. —interrumpió preocupado—. Y si se llega a enterar...

— Harry jamás le haría daño.

— No estabas muy seguro de eso cuando me hiciste esa promesa, Severus.

— En ese entonces no conocía a Harry, lo creía un niño inmaduro, pero ahora sé que sería incapaz de lastimar a alguien inocente... no, no lo haría.

— No debes estar seguro de eso, has visto de lo que es capaz... lo has visto mejor que nadie.

— Escucha, no voy a prolongar más esta discusión, Lucius. No pienso retroceder, me he decidido a darme una oportunidad con Harry porque tanto él como yo lo merecemos, tú siempre supiste que a quien yo amo es a él, lo supiste incluso antes de atreverme a confesárselo al mismo Harry. Mantente alejado de mi vida que no pienso volver a provocar ningún sufrimiento a mi esposo por nada ni nadie.

— Sí, ya me di cuenta que hasta tu propio hijo te importa menos que ese imbécil.

— Piensa como quieras, pero ten por seguro que cumpliré mi promesa... Ayrton estará bien, que eso te baste.

— ¿No habrá forma de que lo reconsideres? —insistió abatido—. Sé cuanto quieres a Potter, es cierto, pero reconoce que nunca he intentado separarte de él... tan sólo no quiero que mi hijo sufra.

— No puedo, debemos separarnos, Lucius, y por eso, tengo una propuesta para ti.


Lucius miró al ojinegro yendo a sentarse en una roca mientras miraba el lago a la distancia, se le notaba más tranquilo pero al mismo tiempo más decaído. El rubio tembló ante lo que ahora se le hubiese ocurrido al hombre que amaba.

Garabato enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora