Mirada de ángel
Draco ya no sabía qué hacer, Anthony había sido dejado a su cargo, pero el niño abandonó la cama sin que nadie pudiera impedírselo y caminaba de un lado a otro de la enfermería como un pequeño león enjaulado.
— Anthony, por favor, regresa a la cama. —pidió pacientemente luego de asegurarse que sus bebés durmieran en sus cunitas sin percatarse de la agitación en el ambiente.
— ¿A dónde fue papá? —preguntó el niño intentando obedecer, regresó a la cama en donde se sentó pero sin despegar la mirada de la puerta cerrada, sus manitas enlazándose entre ellas con nerviosismo.
— No lo sé, tú mismo viste que Remus llegó con los bebés pidiéndome que me quedara contigo, a mí nunca me dicen nada. —protestó frunciendo el ceño.
— Es que, siento algo raro... ¿Vamos a buscarlos?
— Pero no puedo dejar solos a los niños y Poppy dijo que regresaría en veinte minutos, tan sólo esperemos eso.
— Pero...
Anthony volvió a bajarse de un salto, no podía quedarse quieto cuando tenía esa horrible sensación en el alma... era como si ahora fuera Severus quien le llamara... quien necesitara de su magia. Miró cómo Draco volvió a concentrarse en los bebés para colocarse rápidamente sus zapatos y salir corriendo... Era el momento de retribuir a su padre todo lo que hacía por él.
— ¡Anthony! —gritó Draco alarmado por la actitud del pequeño—. ¡Maldición, ahora entiendo a Potter, ese niño es escurridizo!
Con todo el dolor de su corazón, Draco tuvo que llamar a un elfo doméstico de toda su confianza para que cuidara de sus bebés y poder salir en busca del pequeño. Afortunadamente no tardó en alcanzarlo al final del corredor, donde Anthony miraba a uno y otro lado, dudando sobre el camino a tomar.
— Anthony, por favor, sé buen niño y volvamos a la enfermería.
— Es que algo le pasa a papá. —respondió gimiendo temeroso—. Vamos, creo que es por allá.
Anthony tomó a Draco de la mano jalándole hacia la izquierda. El rubio pensó en aprovechar el momento y cargarlo en brazos, sólo así podría obligarlo a obedecer, sin embargo, prefirió confiar en el instinto del chiquito, no se perdonaría no haber podido ayudar si realmente algo malo pasaba... y además, tenía curiosidad por saber en lo que andaban metidos Remus y Potter.
Draco se asombró de que Anthony parecía saber a dónde ir, bajó rápidamente las escaleras hasta llegar al lobby. Jamás se esperaron encontrarse con lo que vieron sus ojos.
Ayrton yacía inmóvil en brazos de Severus, quien le apretaba fuerte contra su pecho, llorando mientras mecía en su regazo a su niño. Al otro lado del lugar, Remus le miraba conmovido, secándose el rostro bañado en lágrimas. Harry estaba en un rincón, sentado en el suelo abrazado de sus piernas, encogido sobre sí mismo, ocultando la cara entre sus rodillas. Su varita se encontraba a mitad del piso, abandonada por completo.
Draco se apresuró a abrazar a Anthony intentando mantener sus ojos apartados del dantesco escenario, pero éste se deshizo de la opresión y corrió a arrodillarse junto a Severus, mirando el cuerpo sin vida de su hermano.
— ¿Qué... qué le pasó? —preguntó acariciando el cabello rubio, mientras le miraba y miraba también la cara humedecida de su padre.
— Draco... llévatelo, Por favor. —gimió Harry, sin siquiera levantar el rostro.
— ¡No! —se negó Anthony cuando el rubio se acercó, los ojos grises del rubio también ya se notaban enrojecidos. No pudo luchar más contra el pequeño, cayó de rodillas a su lado observando el cuerpo inerte de su hermano.
— ¿Cómo pasó esto? —preguntó sollozando incrédulo.
— ¡Draco, tú salvas vida! —exclamó de repente Anthony, dejando de mirar a su hermano para poner toda su atención y esperanza en el joven medimago—. ¡Por favor, ayúdale, que no muera, te lo suplico!
— Anthony...
— ¡Yo sé que tú puedes salvarlo!
La respiración de Draco se aceleró, no sabía qué había pasado pero por la apariencia de Ayrton podía suponerlo, aun así, no pudo pensar con claridad, tan sólo se dejó llevar por la esperanza en los ojos verdes del niño y quitó el cuerpo de Ayrton de los brazos de Severus. Éste no se opuso, ya no tenía fuerza para nada, pero permaneció en el suelo con la mirada perdida en el vacío.
Draco colocó a su medio hermano sobre el piso, sacó su varita y empezó a formular algunos hechizos de resucitación que conocía. No quiso escuchar la advertencia de Remus sobre lo imposible de salvar a alguien de un Avada Kedavra, tan sólo se dejaba guiar por la ansiedad de tener de regreso a su hermano y de poder cumplir el deseo de Anthony.
Sin embargo, los minutos pasaban y nada ocurría, empezaba a sentirse cansado y sólo los ánimos que Anthony le brindaba conseguían quitarle de la cabeza que era inútil todo lo que hacía.
— Basta... —susurró Harry poniéndose de pie para ir por su hijo, no podía permitir que viera aquello por más tiempo—... no tiene caso.
— ¡Pero papá, no quiero que Ayrton muera! —lloró Anthony cobijándose en los brazos de su padre—. ¡No quiero!
Draco dejó todo de lado, permaneció arrodillado junto a su hermano sintiéndose tan impotente. Anthony lo notó y sollozó aún más al pensar en jamás volver a tener de regreso a su hermano. Harry le vió y entonces su rostro se iluminó, corrió por su varita invocando un Accio al medallón.
En pocos segundos lo tuvo en sus manos, no sabía si aún había un deseo por cumplir, no sabía si se podía pedir algo como lo que tenía en mente, tampoco sabía si no era demasiado tarde para Ayrton, pero no era momento de dudar. Se arrodilló junto a su hijo colocándole el medallón al cuello. El niño apenas sí reaccionó, estaba muy confundido y seguía llorando mirando el cuerpo de su hermano.
— Anthony, escúchame bien. —pidió Harry sujetándole de los hombros para concentrarle en sus palabras—. Tú quieres que Ayrton esté bien, ¿verdad?
— Sí. —respondió limpiándose las lágrimas, sin importar que brotaran más.
— Entonces tienes que desearlo con todas tus fuerzas, corazón... Anda, dilo poniendo todo tu deseo en cada palabra.
— Yo... yo quiero eso. —obedeció sollozando entrecortadamente.
— ¡Anthony, más fuerte, grítalo, cierra los ojos y grítalo con el alma! ¡Fuerte y claro, Anthony!
Anthony no entendía nada, Harry le abrazó entonces sin importar que ahora Remus y Draco le observaran pensando que se había trastornado. Tan sólo oraba para que aún hubiera un deseo por cumplir y que funcionara.
El niño no podía pronunciar palabra ante el llanto, pero con la súplica y el fuerte abrazo de su padre, aunado a saber que Ayrton estaba abandonado en el frío piso, le hizo tomar aire para poder cumplir con la petición de su padre.
— ¡Por favor, Draco, sálvalo, no quiero que muera! —gritó sacando su rostro para mirar al rubio que se mantenía incrédulo—. ¡Yo confío en ti, yo sé que tú puedes salvarlo!... ¡Sálvalo, por favor!
Draco miró el cuerpo de su hermano, a su mente venían las escenas de cuando no pudo salvar a su paciente, tenía tanto miedo de estar fomentando una esperanza vana en Anthony... y mucho miedo de volver a perder a alguien, no a cualquiera, a su hermano.
— ¡Más fuerte, Anthony! —pidió Harry sin dejar de estrechar a su hijo.
— ¡Sálvalo, Draco... que no muera, por favor! ¡Yo quiero que viva, deseo que hagas algo por él!
Anthony sentía que la garganta le irritaba, no comprendía del todo porqué tenía que gritar, pero lo hacía, si eso significaba salvar a su hermano, gritaría hasta morir también. Harry seguía alentándolo a que no dejara de repetir su deseo. Desde su lugar, Severus alzó el rostro mirándoles, quería protestar, no le parecía correcto que Anthony fuera víctima de semejante impresión, pero la voz no le salió, y quedó impávido cuando de pronto, Draco volvió a dirigirse hacia Ayrton y continuó con extraños hechizos que ni él había escuchado antes.
— Draco... —le llamó Remus, preocupado por la actitud de su esposo—... ¿qué haces?
— ¡Sé que puedo!... ¡Sé cómo, sé que puedo!
Remus y Severus mantuvieron la mirada en el rubio, asombrados por la confianza que se percibía en su voz, pero luego ambos contuvieron un grito de horror cuando con un hechizo Draco abrió el pecho de Ayrton y oprimió sus manos contra el corazón inmóvil.
Al ver eso, Harry ocultó el rostro de Anthony contra su cuerpo, ya no sabía qué pensar de lo que estaba pasando, pero aun así, continuó incentivando al niño a no dejar de pronunciar su deseo como si de un mantra se tratara.
Las lágrimas bañaron el rostro de Severus al ver el cuerpo de su hijo abierto y las manos de Draco manchadas de sangre... era una pesadilla, y sentía mucho coraje por la agresión al frágil cuerpo.
— ¡Déjalo ya! —gritó de pronto, incapaz de ver como la sangre iba regándose.
— ¡Remus, detenlo, que no me interrumpa! —ordenó Draco impetuoso.
Aunque no sabía bien lo que hacía, Remus obedeció, y se apresuró a sujetar a Severus quien ya intentaba separar a Draco de su hijo. La debilidad del pocionista por las emociones le impidió poder luchar con la fuerza que hubiera usado en cualquier otra circunstancia y no le quedó más remedio que permanecer mirando.
De pronto, el rostro de Draco se iluminó, sacó las manos del cuerpo de Ayrton y volvió a sujetar su varita para invocar más hechizos, directo sobre el corazón y unos más en la frente del niño... finalmente invocó un último que cerró la herida.
— Esta... vivo. —susurró tan asombrado como ningún otro—. ¡Pude hacerlo! ¡Está vivo!
Severus le miró furioso, odiaba que dijera eso cuando sabía que no podía ser cierto, además, no notaba nada diferente, el cuerpo seguía inmóvil y no apreciaba nada distinto... por lo menos eso fue hasta que fijó su vista en la herida unida mágicamente y notó un casi imperceptible sube y baja que hizo que la sangre se le congelara.
Rápidamente corrió hacia su hijo, quería abrazarlo pero Draco lo impidió, no era momento de ninguna imprudencia. Severus obedeció sin dejar de mirar tras de sus lágrimas como el color iba volviendo al rostro de Ayrton.
— Remus, llama a San Mungo, dile que llevamos a alguien que necesitará de una sala especializada en cuidados intensivos.
Remus obedeció la indicación de su esposo e hizo aparecer una chimenea en el lobby. En su sitio, Harry se apartó de Anthony, el niño no prestaba atención a su padre, por el momento estaba ansioso, mirando agitado cómo parecía que su hermano estaba vivo y una gran alegría invadió su pecho.
Harry sujetó el medallón en su mano, notó cómo la piedra roja incrustada en el centro se había roto en tres pedazos aunque aún se mantenían unidos al lecho. Comprendió que había cumplido su función y sonrió aliviado.
Nunca en su vida se sintió tan emocionado como en aquel momento, cuando los ojos de Severus dejaron de llorar de dolor para transformar su llanto en alegría... así era como debía ser siempre.
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Garabato enamorado
FanfictionEmpieza casi siempre con una mirada, o con un pensamiento en común... y termina siendo un profundo amor que puede ser capaz de derrotar al mundo entero por sobrevivir. El corazón tiene un espacio infinito que a veces, no siempre es ocupado por sólo...