Corazones generosos

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Corazones Generosos




Draco sonrió cuando al abrir la puerta de su habitación se encontró con su padre. De inmediato le invitó a pasar, así podría el rubio mayor convivir un poco más con sus nietos pues Remus había marchado a sus clases hacía unos pocos minutos.


Los dos bebés dormían en sus cunas, pero Draco permitió que su padre sujetara en brazos a Allen, enseguida había notado que tenía predilección por el varoncito, y verlo acariciándole el rostro con su dedo índice era la prueba de que no se equivocaba.


— Me alegra verte, Padre, y espero que puedas venir con frecuencia.

— Sería un honor, Draco, pero no creo que a tu esposo le agrade... y para serte sincero, no me apetece mucho relacionarme con él.

— De acuerdo, pero sé que si hicieras un esfuerzo te aseguro que Remus te agradaría y mucho.

— Por lo pronto quienes me interesan son tú y mis nietos. Por eso he venido, quería verlos y saber que estaban bien.

— Lo estamos, gracias.

— ¿Aún no has pensado en volver a tu trabajo?... según recuerdo te reinstalaron la licencia.

— No quisiera dejar solos a los niños tan pronto. —respondió dirigiéndose hacia la otra cunita, abrazando a Thelma—. Esperaré más tiempo.

— Draco, tú eres fuerte, y aunque no eran mis sueños verte como un medimago empleado en San Mungo, supe que lograste ser de los mejores y un futuro muy prometedor se visualizaba para ti, no permitas que eso se rompa por el miedo infundado.

— No tengo miedo, ya te expresé mis motivos para no volver.

— Te conozco mejor que nadie, y por lo mismo, tengo esperanza de que sepas sobreponerte... Sé que un día volverás a confiar en tu capacidad.

— Cambiemos de tema ¿quieres? —pidió con algo de nerviosismo.

— No hay problema. Pero será mejor que me despida, tengo algunas reuniones con mis abogados durante toda la tarde.

— ¿Algún problema?

— No, sólo son trámites sin importancia.


Draco asintió confiando en la serenidad que mostraba su padre. Lucius se acercó a la cuna ataviada de azul y luego de dar un beso en la frente a Allen, le dejó suavemente para no despertarlo. Después, ayudó a Draco a hacer lo mismo con la bebita.


El rubio nunca se esperó que, cuando ambos tuvieran los brazos libres, Lucius le rodeó estrechándole con fuerza, pero si eso le dejó estupefacto, las rodillas le temblaron cuando escuchó la voz de su padre en un susurro cerca de su oído.


— Te amo, Draco.

— Padre...

— Sé que nunca te lo dije y probablemente tampoco lo demostré, pero quiero que estés seguro que te amo y me siento profundamente orgulloso de ti, de lo que has logrado por tu propio esfuerzo, y aunque Lupin no es santo de mi devoción, sé que te hace feliz y tan sólo por eso siempre le estaré agradecido.

— ¿Papá, te sientes bien?

— ¡Mejor que nunca!

— ¡Gracias! De verdad que me hacía mucha falta escucharlo.

— Lo sé... también me hacía falta decirlo. No quiero que sigas pensando que Ayrton es mi preferido, tan sólo que siempre sentí que me necesitaba más.

— No tienes que decir eso, sé que lo adoras porque amas a Severus como no amaste a mi madre, pero no es ningún reproche... finalmente creo entenderlo, pues mis hijos se han convertido en mi motivo de vida, y me enorgullece al infinito saber que su sangre sea la misma del hombre que amo profundamente.


Lucius asintió, tuvo que aceptarlo en su corazón, la principal causa del ferviente cariño hacia Ayrton era Severus.


— Draco, quiero pedirte que cuides de Ayrton. Ahora tú lo tienes cerca y no quiero que se sienta solo... sufre por Severus como no tienes una idea.

— Pues no sé qué tanto pueda hacer por él, pero te prometo que lo intentaré, sólo que... Hay que reconocer que Ayrton es un chico raro, padre. No quiero que te molestes, pero me parece que tiene comportamientos que llegan a asustar.

— Por lo mismo, entiéndelo y ayúdale... ¿lo harás?

— Haré lo que esté en mis manos, lo prometo.


Lucius asintió y por fin dejó de abrazar a su hijo pero le retuvo sosteniéndole por los hombros para mirarle a los ojos y sonreírle.


— Ya tengo que irme. —dijo sin apartar su mirada del joven ojigris.

— ¿Nos vemos luego?

— Siempre estaré contigo... ¡Te amo!


Draco cerró los ojos cuando Lucius se aproximó para darle un beso en la frente. Enseguida volvió a abrazarlo efusivamente y cuando por fin se armó de valor para soltar a su hijo, Lucius se dirigió a la salida. Sin embargo, aún no llegaba a la puerta cuando ésta se abrió para dar paso a Remus, quien se quedó inmóvil al descubrir la presencia de su suegro.


— Lupin...

— Malfoy...

— Ya me iba.

— No es necesario, sólo regresé por unos documentos que dejé olvidados. —dijo tomando una carpeta de una mesita cercana—. Ustedes pueden seguir conversando.

— Lupin... —le llamó Lucius sosteniéndole suavemente del brazo, Draco les miraba en alerta, no creía que su padre fuera a armar problemas luego de la actitud serena que tenía, pero de todos modos no quería arriesgarse—... Gracias por lo que has hecho por mi hijo, por haberle ayudado cuando se marchó de casa, apoyarle a conseguir su sueño y regalarle la hermosa familia que no supe darle yo... Lo agradezco infinitamente.


Remus no supo qué responder, aquello lo tomaba completamente por sorpresa, y su aturdimiento fue aprovechado para el rubio para marcharse rápidamente, no estaba preparado en caso de una reacción sentimentalista del licántropo... a pesar de todo, se estremecía de horror pensar en que podía incluso abrazarle.


— ¿Qué pasó aquí? —preguntó Remus mirando la puerta por la que había desaparecido el padre de su esposo.

— No lo sé... creo que ser abuelo lo volvió más sensible. Me dijo que me ama.

— ¿De verdad?


Draco asintió sonriendo feliz, y Remus correspondió de la misma manera, cualquier cosa que provocara esa luminosidad en el rostro del ojigris era motivo de alegría, y más sabiendo cuánto necesitaba Draco sentirse amado por su padre. Se abrazaron felices de ese acercamiento a la cabeza de los Malfoy.

Garabato enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora