Guerra perdida
Sabiendo que las piernas no darían para más, Harry se sentó sobre su baúl. Su respiración era contenida y agitada por igual, no se atrevía a mirar a Severus, no dudaba que siguiera llorando y no estaba seguro de que su llanto llegara a quebrarle el alma como hubiera sucedido en cualquier otra ocasión.
— Te debo una disculpa, Harry, éstos días te he hecho sentir mal cuando soy yo quien había actuado como un miserable, lo que hice...
— No lo digas, no creo querer escucharlo. —pidió débilmente.
— Pero...
— ¡Que no lo digas! —insistió levantando la voz, Severus tuvo a bien colocar entonces un hechizo de silencio para que su hijo no los escuchara—. ¡No puedo, Severus, tan sólo no puedo volver a pasar por lo mismo! ¡Tú me prometiste que...! ¡Me lo prometiste!
— Perdón.
— ¡No, no "perdón"... quiero saber por qué! ¡Quiero tener una explicación, algo que me haga entender por qué si supuestamente me amabas... haces eso!
— Porque soy un imbécil, porque...
— ¡¿Otra vez con lo mismo?!... ¡No, Severus, esa no es una explicación!
Harry abandonó el baúl y casi corriendo fue hacia donde Severus permanecía sentado, le obligó a levantar la mirada para verse directamente a los ojos, ambos lloraban, aunque las lágrimas de Severus resbalaban sin ruido, la única expresión en su rostro era el dolor en sus ojos negros. Por su parte, Harry intentaba no ponerse a gritar, pero le era imposible mantener sus sollozos en su corazón.
— ¡¿Qué demonios hay entre ustedes?!... ¡¿Te gusta, lo amas?!
— Sólo te amo a ti, tan sólo a ti
— ¡Pero no sabes amar, Severus, porque yo no he permitido que ninguna otra persona me toque, que nadie más entre en mi vida ni en mi corazón!... ¡Mi piel es sólo para ti, mi corazón late fuerte sólo por ti!... ¿Por qué no puedes hacer lo mismo por mí?
— Harry...
El ojiverde soltó el rostro de Severus y le dio la espalda acallándole de esa manera, no creía en lo que pudiera decir, y eso le dolía, había sido demasiado difícil recuperar la confianza y ésta volvía a quebrarse. Una horrible sensación se apoderó de su estómago, un miedo muy ácido que le escocía provocándole hasta náuseas.
— ¿Lo hiciste por venganza? —preguntó sollozante—. ¿Por lo que dije de Ayrton? ¿Fue por eso, verdad?
— No, Harry, no ha sido tu culpa... yo me equivoqué.
— ¿Y cuántas veces más piensas que te equivocarás nuevamente, Severus?... Si te perdonara, ¿cuántos días de éstos tendremos que vivir?
— ¿Perdonarme? —repitió sintiendo de pronto una esperanza a la que quiso aferrarse con todas sus fuerzas, por eso se puso de pie buscando a Harry—. ¿Podrías hacerlo?
Harry no respondió, se alejó de Severus sentándose en el borde de la cama, abrazando una de las almohadas mientras secaba su rostro... ¿Perdonar? Ni él mismo sabía por qué había manifestado esa posibilidad, pero estaba en sus manos y la tentación de hacerlo era abrumadora.
— Tengo tanto miedo de perderte como de quedarme a tu lado... No sé qué sería más doloroso, Severus, ni más indignante para mí.
— No pretendo un privilegio que no merezco, pero yo no creo poder vivir sin ti.
— Tú puedes vivir sin mí. —gimió deprimido—. No te importó arriesgarte a perderme y me da coraje, Severus, porque parece que te sientes amo y señor de nuestras vidas, estás demasiado seguro de que te perdonaré todo y eso probablemente es mi culpa... No te esfuerzas, Severus, no te esfuerzas por mantenerme enamorado de ti.
El Profesor no se movió de su lugar, podía comprender el punto de vista de Harry, era cierto, a pesar del miedo que tenía de perderlo, siempre creyó que al final terminarían juntos. Los remordimientos vinieron duplicados a su alma. Iba a decir algo cuando Harry respiró hondo para continuar hablando y decidió dejarlo hacerlo.
— Yo sí no podría vivir sin ti... ¡Que idiota soy al decirlo! No debería, porque eso sólo aumenta tu soberbia, pero yo no quiero mentirte... Recuerdo todo el dolor de hace seis años, lo recuerdo y lo siento en carne viva, me resisto a volver a pasar por esos seis años... ahora por toda la vida.
— Quédate, por favor.
— Podría responderte fácilmente que sí, que me quedo contigo, pero luego pienso... ¿Y ahora qué condiciones pondría? ¿Que no volvieras a engañarme? ¿Que no lo vuelvas a ver? ¿Que lo desaparezcas de tu vida?... eso ya me lo prometiste, e incluso renunciaste a la custodia de Ayrton... y sin embargo, no cumpliste... Dime qué espero quedándome aquí, Severus, dímelo y convénceme que no estoy siendo un iluso.
— Sé que no merezco tu confianza, pero te aseguro que te soy total y completamente sincero al decirte que el día en que me dijiste que me amabas fue el más feliz de mi vida, que un sueño se hacía realidad ante mis ojos... Ahora mírame, Harry, mírame y dime si no ves en mí que no te miento, que te amo incluso más que el primer día, y que un día retribuiré lo que te he hecho sufrir.
— No me interesa tenerte besándome los pies para que te perdone... ¡Tan sólo quería lealtad de tu parte, Severus!... ¿Por qué te es tan difícil darme eso?
— No volverá a pasar ¡Te lo prometo, amor, te lo prometo!
— Ahora te sientes culpable y puedes prometer lo que sea, pero llegará el momento en que lo echarás nuevamente de menos, en que querrás tener lo que sea que él te da.
— ¡No me da nada, no quiero nada de él!... Harry, tú me conoces, sé que puedes verme y saber que te amo.
— Severus, no es lo mismo. —replicó desilusionado—. Eres experto en engañar, en hacer creer a la gente lo que no es.
— ¿También a ti, garabato? —preguntó preocupado—. ¿También piensas que puedo engañarte con mis sentimientos?... Me conoces mejor que nadie, tal vez haya cosas que no esperabas de mí, pero no hay amor falso.
— ¿Y qué hay falso, Severus?... ¿Qué me ocultas? Porque sé que hay algo, y quisiera saberlo.
— No puedo decirte, lo haría, pero... ¡Confía en mí, por favor! —pidió enfático.
— ¡Me irrita que le seas más fiel a él que a mí, no es justo, Severus! ¡Yo soy tu esposo! —exclamó golpeando impotente la almohada, el ojinegro guardó silencio por unos segundos antes de continuar.
— Por mis hijos, Harry, que son lo que más amo, te doy mi palabra que nunca quise lastimarte... sé que es cínico de mi parte estar pidiéndote confianza, pero es que la necesito, Harry.
— No... no puedo confiar en ti.
Severus asintió, no podía reclamar por esa desconfianza, pero si Harry continuaba ahí, si seguía escuchándole... entonces continuaba la esperanza. No sabía cuánto había que rogar, que suplicar e implorar, pero por él sería capaz de cualquier cosa.
— Sólo quédate... con el tiempo quizá pueda convencerte de mi amor. O si lo prefieres, entonces quédate para hacerme la vida imposible, para que desquites todo lo que te he hecho... pero no vuelvas a alejarte... por favor.
Harry respiró hondo, miró la puerta que lo separaba de su hijo, entonces volvió a soltar aire y asintió... aunque amaba a Severus, no se quedaba ahí por él ni por ese amor apuñalado que dolía... tan sólo no quería que su hijo volviera a vivir la separación de sus padres, y si él sufriría igual ahí que en cualquier otro lado, no había ninguna diferencia en permanecer junto a su esposo.
— Seguirás durmiendo en el despacho... —dijo en un suspiro mientras secaba sus mejillas con resignación—... En esta ocasión, Severus, mucho me temo que realmente se acabó, no puedo imaginarme volviendo a permitir que me toques, así que si quieres seguir con él, por mí no hay problema, tan sólo sé discreto y que Anthony jamás se entere de que ya no estamos juntos.
Harry se dirigió hacia la puerta del despacho, abriéndola para darle el paso a Severus. Éste comprendió que no era el momento de insistir y atravesó el umbral sintiendo un golpe en el corazón cuando la puerta se cerró tras de él.
Al quedarse solo, Harry se mordió los labios para ya no llorar más. Fue hacia la habitación de su hijo con la intención romper la carta de despedida, y al verlo quiso darse ánimo de que estaba tomando la mejor decisión.
Pero al volver a su recámara y se metió bajo las sábanas, tuvo que ahogar los sollozos en la almohada que aún tenía impregnado el aroma de su esposo. Le hacía rabiar sentirse extrañándole, queriendo ir a su lado y dormir en sus brazos... iba a ser muy difícil vivir teniéndole tan cerca y contener el deseo que siempre sentía por él.
Nunca se había sentido tan cobarde, pero era demasiado el miedo de revivir aquellos días... ¡Se odió, se odió por no poder atravesar la puerta y marcharse para siempre!
"¡¿Porqué demonios te quiero tanto, imbécil?!" gritó golpeando la almohada, aprovechando que aún continuaba con el hechizo de silencio impuesto en la habitación.
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Garabato enamorado
FanfictionEmpieza casi siempre con una mirada, o con un pensamiento en común... y termina siendo un profundo amor que puede ser capaz de derrotar al mundo entero por sobrevivir. El corazón tiene un espacio infinito que a veces, no siempre es ocupado por sólo...