Dilemas

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Dilemas



Harry gemía placenteramente al sentir los labios de Severus consentir su cuello con candentes caricias, ya sentía cómo su cuerpo gritaba su deseo, pero antes de que la mente se le nublara por completo, intentó separarse con las pocas fuerzas que le quedaban.


— Sev, por favor... detente.

— ¡Harry, te deseo!... no puedes pedirme eso. —respondió deslizando sus manos bajo la pijama del ojiverde, disfrutando de sentir nuevamente la piel caliente de su esposo.

— Yo también, pero creo que no es el momento adecuado.

— ¿Aún tienes dudas de mí? —le preguntó deteniéndose al fin y mirando a los ojos de Harry, éste asintió ante el asombro de su esposo.

— No puedes culparme por eso, Severus, tengo todo el derecho de no confiar en que esto sea realmente para siempre.

— Yo no puedo creer que aun amándome y sabiendo cuanto te amo, creas que puedo traicionarte.

— Lo hiciste una vez.


Severus se separó en silencio y sin responder a esas palabras, era cierto, pero de cualquier manera esperaba que con todo lo que estaba haciendo, habría conseguido un poco de confianza, sin embargo, ahora sabía que no era así.


— ¿En qué condiciones estamos, Harry? —preguntó confundido, procurando que en ningún momento sonara a reclamo—. Estás durmiendo en mi cama, pero no puedo tocarte... ¿es que acaso no quieres estar conmigo?

— Reconozco que el hecho de haber venido fue más por Anthony que por mí, pero eso no quiere decir que no quiera estar contigo... yo tan sólo esperaba un poco más de tiempo.

— ¿Tengo esperanzas o sólo somos uno de esos matrimonios que permanecen unidos por los hijos?

— Antes de ser algo como eso, preferiría marcharme y lo sabes. Pero ahora tan sólo quiero estar seguro de que un día no te volveré a descubrir en la cama de otro ¿acaso es mucho pedir?

— Supongo que lo más lógico sería decir que no, pero no puedo. No puedo porque tengo la plena seguridad de que nunca jamás volveré a fallarte... Espero que un día realmente tú sientas lo mismo.

— ¿Mientras intentarás entenderme?

— Yo te entiendo, pero no me resigno, Harry, y te prometo que conseguiré que me vuelvas a mirar como antes.

— Eso espero yo también... ¡Con toda mi alma!


Harry se giró para acomodarse a dormir, nuevamente de espaldas a Severus, pero a él lo sintió dar vueltas sin lograr conciliar el sueño, sin embargo no hizo ninguna pregunta, ya sabía el motivo... era el mismo que él tenía para permanecer con los ojos abiertos.


— ¿Garabato? —le llamó quedamente Severus.

— Sí, Severus... también quiero que me abraces.


Severus obedeció de inmediato, atrayendo al chico contra su pecho. Harry sonrió al sentirse cobijado por la piel de su esposo, ahora sí, sabía que podía dormir y cerró los ojos sintiendo como tras de él, la respiración del ojinegro se acompasaba suavemente.


A la mañana siguiente, cuando Severus despertó, Harry ya no estaba a su lado. Por un segundo, la confusión del adormecimiento le hizo temer que la presencia de su esposo fuese un sueño y aún viviera la pesadilla de no tenerlo a su lado, pero un ruido en el despacho le regresó a la realidad brindándole un consuelo como hacía mucho no tenía.


Fue hacia el origen del ruido y encontró a Harry acomodando unos libros que se le habían caído del escritorio.


— ¿Te desperté?... perdona, es que buscaba un pergamino limpio y sin querer desacomodé tus cosas, pero ya todo está como antes.

— No hay cuidado. —respondió sinceramente, aunque notaba que sus libros no estaban en el orden que le gustaba, eso no tenía importancia—. ¿Para qué querías pergamino?

— Quiero poner un anuncio en El Profeta buscando una niñera para Anthony.


Severus entornó los ojos al escucharlo, se acercó a donde Harry empezaba a redactar sobre uno de los pergaminos nuevos que había encontrado.


— ¿Para qué necesitas una niñera?

— Bien. —suspiró dejando de escribir para mirar hacia su esposo con profunda seriedad—. Ayer envié una notificación a mi empleo en la India solicitando licencia para no regresar posterior a mis vacaciones, además, pedí la transferencia de mi puesto hacia el Ministerio en Londres.

— ¿En el Ministerio?

— Soy Auror. —le informó comprendiendo que no se lo había dicho—. Terminé mis estudios allá, pero no por el método habitual de academias, temía que de esa forma pudieras encontrarme... —Severus asintió, en realidad sí había pedido informes en diversas escuelas sin encontrar jamás huella de Harry—... Me adiestró un Auror retirado, realmente muy bueno, y al terminar conseguí validar mis estudios. Estuve trabajando en pequeños poblados donde mi nombre no impactaba demasiado.

— ¿Todo eso quiere decir que pretendes trabajar como Auror?

— Así es.

— Harry... ¿No podrías reconsiderarlo? Hay otros empleos que serían buenos para ti. Incluso creo que podría tomarte como mi asistente, o si te gusta más la cátedra de Lupin, estoy seguro que a él le encantaría que le ayudaras, sobre todo ahora que tendrá más ocupaciones siendo Jefe de Casa. Draco dejó de ser su asistente hace un par de años por la gran carga de trabajo en el hospital, así que una mano extra le vendría bien.

— No me parece buena idea ahora, Severus.

— ¿Por qué no?... incluso podrías tener más tiempo libre para cuidar de Anthony, no necesitarías de ninguna niñera.

— ¿Es que no lo entiendes?... Me interesa estar en el Ministerio, ahora más que nunca. Si hay alguna información de ataques o de desapariciones extrañas que pudieran relacionarse con Voldemort, me enteraría enseguida. Eso no podría hacerlo encerrado en el colegio.


Severus no insistió más y Harry se dedicó a redactar el anuncio que pondría en el periódico, debía estar atento a encontrar la mejor niñera posible, no pensaba dejar a su hijo con cualquiera, mucho menos ahora que temía que el mundo no estuviese tan libre de peligro como lo suponía. El Profesor, antes de regresar a su habitación para ducharse, miró a Harry concentrado en su labor... Esa decisión de su esposo podría traer problemas, Severus pensó que algo tenía que hacer, quizá estaba preocupándose de más, pero nunca serían suficientes todas las precauciones posibles, sobre todo ahora que su última decisión podría traer mayores riesgos.

Garabato enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora