14-Coyote

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Carlo como casi todos los días se encontraba otra vez sumergido en un viaje alucinógeno, en Londres había descubierto las setas y se había vuelto un adicto a las mismas, aunque El Cejas le intentaba sacar de las garras de los hongos el nunca se dejó, el español era muy buen amigo suyo pero que no intentara ayudarle con sus vicios porque no se iba a dejar ayudar.

La única ayuda que había aceptado era vivir con él en el departamento del hombre, donde el Gambino vivía en el sofá, y al cani le parecía correcto, solía estar muy solo y la compañía de Carlo era agradable.

Llevó su mano a la bolsita de plástico que había comprado repleta de setas y tomó un puñado de las mismas metiéndoselas en la boca y tumbandose en lo que había sido su cama las últimas semanas cerrando los ojos, sabía que si Alfonso venia en cualquier momento se enfadaría con él, pero también sabía que gracias a sus nuevas amigas no le escucharía.

Como siempre que lograba meter drogas en su organismo salió en un lugar de la ciudad, para ser más específicos el monte más alto de Londres, donde la gente venía a tirarse en paracaídas, al italiano le gustaría hacerlo algún día pero no tenía fuerzas para subir hasta lo más alto, con suerte se podía levantar de la cama, sabía que su falta de fuerza se debía a su gran adicción a las drogas pero él no podía hacer nada más que darle a su cuerpo lo que él mismo pedía.

Volviendo al cenizo en la montaña más alta de Londres, desde la que se podía observar toda la ciudad, ciudad que por fortuna para sus ojos está totalmente construida, al parecer los huevos no iban en serio cuando exclamaron que esa sería su ciudad.

El de cabello cenizo se sentó en el suelo suspirando y apreciando el momento de calma en el que se encontraba, muy pocas veces estaba en calma en sus alucinaciones siempre había cosas raras que le alteraban el organismo y le dejaban con un amargo sabor de boca que odiaba.

Aunque por desgracia para el hombre la calma en pocos segundos llegó a su fin, cuando un extraño animal que carlo identificó rápidamente como un coyote se sentó a su lado, no entendía el porqué lo había hecho ¿No había lugares en la montaña para sentarse?

El animal observó al drogadicto y luego a la ciudad, le habían mandado para una misión y esperaba completarla con éxito, odiaba ver a Carlo drogarse y sus alucinaciones de muerte y destrucción. —Deja las drogas.

Lo último que un coyote le podía haber dicho salió del hocico del animal, logrando que el hombre le observa con una ceja alzada ¿Quién y qué era ese animal para decirle algo así?

—Lo intento... —Se intentó excusar al hombre mientras suspiraba, dejar una adicción era algo muy difícil y necesario para su cuerpo, no quería pasarse los días vomitando o con náuseas.

—No lo intentas, solo te drogas a la primera de cambio, las drogas te vana a llevar a su muerte si sigues así Gambino te van a acabar matando y si realmente quiere eso matate de otra forma, no de una tan dolorosa par la única persona que te quiebre y aprecia. —Sabía perfectamente de quién hablaba, El Cejas esos últimos días se había portado de manera estupenda con Carlo y no le sorprendía que le quisiera, nadie haría todas las cosas que hacía el español por él si no le quería al menos un poco.

Un suspiro salió de sus labios y observó la ciudad mientras una pregunta le rondaba la cabeza ¿Él verdaderamente quería morir? No tenía una respuesta clara, en muchos casos lo hubiera deseado con todas sus fuerzas, los últimos días en Marbella habían sido horribles para él, refugiándose prácticamente todas las noches en su lugar favorito, el faro. Los comentarios de Hai habían sido los culpables de eso.

¿Pero ahora mismo quería morir? Dejaría a su amable compañero de casa solo, sin más compañía que la perrita que le acompañaba a todos lados dentro de su riñonera, sin nadie de quien hablar de los problemas en los que se metia por calentarse tan rápido como solo el cabeza cerilla era capaz, no volverían a discutir si la pizza con piña era una tarta o no, no volvería a ver a su querido Alfonso Idelfonso y tampoco volvería a ver a su hermano Toni, aunque no tuviera ninguna noticia del último confiaba en que seguía vivo. Así que respondiendo a su pregunta, no, no quería morir en ese momento, tenía gente que le quería aunque estuviera muy lejos y un hombre que le apoyaba y le ayudará en la ciudad, su vida en Londres no había hecho más que empezar y era el momento de brillar, como el Gambino que era y tan orgulloso le hacía. Además su muerte debía ser algo épico, no por una sobredosis que acabara matando, el quería morir por algún tiro en el pecho protegiendo a los suyos, además sabía que si su abuelita le veía tan pronto en el cielo le pegaría muy fuerte. Aunque debería dejar las drogas para no fallecer, en ese momento lo quería hacer, quería dejar las drogas y quería lanzarse en paracaídas desde ese monte.

Miró a su lado donde el coyote que le había abierto los ojos estaba y sonrió logrando también una sonrisa del animal, no tenía que decir nada para que el cuadrupedo supiera lo que quería hacer, Carlo Gambino no iba a morir.

Abrió los ojos y se encontró cara a cara con el dueño del hogar donde están habitando el cual le miraba raro. —¿Me estabas espiando? —Fue lo único que pudo preguntar a la cabeza cerilla como le había podado.

—Si. —Respondió simple el español mientras se alejaba de él. —Estabas gritando muy alto y me acerque a ver que pasaba... aunque al ver los hongos ya me hago una idea.

—Quiero dejar las drogas.—Le cortó el mayor de los presentes ante el asombro del moreno.

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1020 palabras

Carlo Gambino MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora